lunes, 27 de junio de 2011

Callar periodistas

Callar periodistas
Posted by: Sanjuana Martínez


El monstruo de las mil cabezas anda suelto. Intimida, amenaza, asesina. Busca el silencio, impone el miedo, somete voluntades. Sigiloso con la mirada retadora pretende conseguir la censura, la autocensura, la corrupción. Matar al mensajero es la consigna.
El sexenio de Felipe Calderón será recordado con el martirologio de periodistas asesinados. Un total de 47 compañeros han perdido la vida durante la guerra contra el narco. Ningún caso resuelto. La falta de voluntad política demostrada por el Ejecutivo ha invitado a la repetición del delito. Aparentemente silenciar periodistas sale barato en México. La impunidad es la constante. La existencia de la Fiscalía Especial para Atención a Agresiones a Periodistas, es una cortina de humo, onerosa y sin resultados.
A Miguel Ángel López Velasco columnista del diario Notiver de Veracruz lo mataron a mansalva. Eran las seis de la mañana y un comando armado entró a su casa y disparó a quemarropa contra él, su esposa y su hijo, mientras dormían.
El trabajo de López Velasco se destacaba por los “datos finos” manejados en su columna Va de nuez firmada con el nombre de Milo Vela. Era una columna de denuncia. Desde allí abordó la connivencia de las autoridades veracruzanas con el narcotráfico. Por supuesto, el gobernador del estado Javier Duarte, ha condenado públicamente el ataque y hasta ofrece 3 millones de pesos de recompensa para detener a los asesinos.
Es un secreto a voces que en ocasiones son los mismos gobernantes quienes mandan callar a los periodistas. A veces con dinero, otras más con
amenazas y últimamente con balas. Más de 60% de los asesinatos son cometidos por fuerzas del Estado, según las estadísticas de la organización no gubernamental “Articulo XIX” dirigida por Darío Ramírez, quien a pesar de los riesgos se ha comprometido valientemente desde hace años con la noble causa de la defensa de la libertad de expresión y de quienes nos dedicamos a este oficio tan maltratado en nuestro país.
En los gobiernos panistas, 70 periodistas fueron asesinados y 13 están desaparecidos. La fiscalía argumenta que en la mayor parte de los casos no se ha podido comprobar que dichos comunicadores fueran asesinados por el ejercicio profesional de informar. De hecho, los argumentos de las autoridades para desacreditar al mensajero han ido por la misma senda: “enloda a la víctima, que algo queda”. De manera ostentosa se han dedicado a denostar a los periodistas caídos en combate. Recuerdo el caso de mi amigo Roberto Mora, director de “El Mañana” de Nuevo Laredo, asesinado de 26 puñaladas al llegar a su casa en la madrugada después del cierre de edición del periódico. La PGR dijo que se trataba de un “crimen pasional” y detuvo a una pareja homosexual que vivía en uno de los pisos del mismo edificio donde Roberto habitaba con su esposa e hijo. El supuesto autor material del crimen, Mario Medina fue asesinado a las pocas horas de ingresar al penal. La sombra acusatoria cayó sobre el corrupto exgobernador priísta Tomás Yarrington, ahora con aspiraciones presidenciables.
El caso de Roberto nunca se resolvió. Eso no me sorprendió, lo que verdaderamente me dolió y me sigue doliendo fue el silencio guardado por los colegas que le conocían, por sus amigos. Pocos fueron los medios que dieron seguimiento al crimen. Recuerdo únicamente el programa conducido por Jorge Ramos “Aquí y ahora”, quien publicó un amplio reportaje al respecto de manera rigurosa y profesional.
Uno va perdiendo colegas-amigos en el camino. No son estadísticas. Todos tienen nombres y apellidos, una historia de vida. El dolor acumulado sirve para dar testimonio de la aberrante justicia mexicana. Para alzar la voz y denunciar la endémica connivencia de las autoridades con el crimen organizado. Para seguir denunciando con convicción la violación de derechos humanos, el atropello de las garantías individuales y la vulneración del derecho a la información.
El estado de terror en que vivimos ha provocado que la primera víctima de esta guerra sea la verdad. La censura en los medios de comunicación es rutinaria, la autocensura a veces legítima para salvar la vida. Pero en muchos casos el miedo ha sido aprovechado por intereses empresariales y gubernamentales para ocultar la realidad de un país que se desangra. El derecho a la información de los mexicanos ha sido vulnerado, lastimado, herido de gravedad.
Los periodistas son asesinados con métodos aterradores: quemados, mutilados, decapitados, torturados… El mensaje está claro: matar al mensajero para ocultar la verdad. Estéril propósito. Lo que no saben estos matones es que la verdad saldrá a luz tarde o temprano, especialmente si fue trabajada con rigor y profesionalismo.
Contrario a lo que piensan los criminales, matar un periodista tiene un precio costoso para todos los mexicanos: se mata la libertad de expresión. Quien silencia a un periodista silencia el derecho a la información, el derecho que hace libre a las sociedades, el derecho en el que esta sustentada nuestra débil democracia.
El monstruo de las mil cabezas, el enemigo de la verdad esta al acecho buscando imponer el silencio en México. Algunos hemos decidido mirarlo a los ojos.

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