viernes, 16 de julio de 2010

Las lecciones de Alex...

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Diamantina alcanzó a avisar a su hermano Ubaldo: “salgan que viene el agua… pero ¡sálganse ya!”. Unos minutos más tarde la casa del médico jubilado del IMSS, junto con el 80% de Sabinas, Coahuila, quedó inundada. Doña Diamantina es la típica maestra de pueblo que todo mundo conoce, o porque fue su alumno en primaria o porque conoce a alguien que lo fue. Ella, como decenas de miles de personas en Sabinas, en Anáhuac y muchas comunidades más de Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas, perdieron todo.

El huracán Alex dejó lo que el sobrino de Diamantina definió como “pérdida total de pueblo”… La gente perdió su patrimonio: muebles, ropa, coches, documentos y todo lo que se puede guardar en una casa, oficina, negocio… El agua llegó a un metro y en algunos sitios a metro y medio. Sabinas es una ciudad de más de cien mil habitantes, lo que nos da una tímida idea de la dimensión del desastre.

La situación se agrava ante las vías de acceso prácticamente destruidas, lo que dificulta aún más las labores de rescate, abasto y reconstrucción. Y como siempre, o casi siempre, los más jodidos son los más jodidos… nadie tiene la culpa… nadie es responsable… no importa cómo se urbaniza, no importa cómo se previene, ante “la furia de la naturaleza” nada se puede hacer; de las consecuencias del cambio climático, ni hablar.

La cobertura mediática de la tragedia ha sido muy valiosa, pero parcial. Los medios han centrado su atención en las grandes urbes como Monterrey, sin dar visibilidad o seguimiento a las pequeñas localidades destruidas, muchas de ellas incomunicadas aún. Se precisa dirigir los esfuerzos también hacia esos lugares.

Por si la situación que se vive no fuera ya difícil, surge un adicional desafío extraordinariamente riesgoso, lo que se podría denominar el síndrome “Pablito Escobar”, es decir, el narco, con sus millonarios recursos, está ya ayudando a la población, y ésta se lo reconoce y agradece.

Ante todo esto no sólo resulta urgente el llamado a la solidaridad, es de vital importancia preguntarnos sobre el porqué de estas cosas. Es hora de resignificar y usar conceptos como los de la seguridad humana, que nos ayuda, no sólo a ver los temas sobre delincuencia, sino también aquéllos como medio ambiente, desastres, urbanización, manejo de las presas y agua y toma de decisiones.

Si no se entiende, asume e implementa una política de seguridad para las personas, más que para las instituciones, mucho es de esperarse que el largo alfabeto de huracanes que está por venir y otro tipo de desastres repitan situaciones tan dolorosas como las de los queridos doña Diamantina y don Ubaldo.

Con ese sorprendente sentido del humor que tenemos quienes vivimos en este país, que viene a ser algo así como una fuente de energía, una vacuna contra los desastres y la desesperanza, la maestra Diamantina sintetizó dos conclusiones: 1ª) Con este desmadre ni pudimos ver a gusto el Mundial… hay prioridades… y 2ª) Va pa’ largo… está todo roto…


Emilio Álvarez Icaza

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