Hace menos de un año muchos perredistas ponderaron las razones por las que les fue tan mal en la elección de diputados federales de 2009, y concluyeron que su partido estaba en condiciones tan precarias que debía ser refundado. Se hicieron foros en varios estados con ese propósito y en lugar de refundarse se instrumentó una nueva organización denominada Diálogo para la Reconstrucción de México (DIA) con el PRD, Convergencia y el Partido del Trabajo. En otros términos, se pospuso la reconstrucción del partido.
Lo que parece que se está haciendo, aunque no se dice así, es promover que el pri no aumente su poder, aunque esto implique que el pan pueda recuperarse y, eventualmente (cosa que dudo), vuelva a ganar la presidencia de la República. Una extraña lógica, a mi manera de ver. Lo que están intentando los dirigentes perredistas y del dia es apoyar a la derecha (PAN) para que pierda la derecha (PRI), porque la izquierda o las corrientes que deberían formar la izquierda, no tiene oportunidad de rehacerse y ganar la presidencia. La hipótesis, surgida de la ideóloga de la clase media asustada (Denise Dresser), es que las próximas elecciones federales se decidirán con los apoyos logísticos y económicos de los gobernadores de los estados, y si éstos son en su mayoría priístas, pues el resultado automático será que gane el PRI, lo cual deberá evitarse.
La falsedad de dicha hipótesis consiste en pensar que hay diferencias importantes entre el PRI y el PAN, y que éste es mejor que el primero.
El Partido de la Revolución Democrática perdió, además de la brújula, su capital político de 2006 por errores internos y luchas por la hegemonía, y ahora aspira a seguir perdiéndolo por las alianzas que se ha propuesto con quienes debieran ser sus enemigos, si de verdad fuera un partido de oposición. La pregunta que deberían hacerse sus dirigentes es: ¿oposición a qué y de qué tipo?
Lo que está ocurriendo es típico de los sistemas de partidos cuando éstos se corren al centro. La distinción entre el centro-derecha, centro-centro y centro-izquierda es sólo para especialistas, y aun así es difícil. El centro es no compromiso, ambigüedad en principios y programa, pragmatismo y, por ende, oportunismo. Esto es lo que ocurre con el PRD y, para colmo, con sus aliados (relativamente) históricos. ¿Y la izquierda? Simplemente dejó de existir al volverse de centro. Decir que es la izquierda que tenemos y ni modo, no es consuelo para nadie.
Si reconocemos que la derecha siempre estará ligada de una forma u otra a los intereses fundamentales de las clases dominantes, la izquierda se caracterizaría, incluso ahora, por su oposición a los intereses de esas clases dominantes y a las desigualdades, en todos los órdenes, que esas clases sociales generan en la lógica del capitalismo y la concentración del capital. Aun aceptando que las izquierdas de ahora no necesariamente son socialistas, tienen que distinguirse de las derechas por su oposición a los intereses de éstas y de las clases dominantes y de sus formas de dominación. ¿Es esta posición la que sostienen el prd y sus aliados? Según yo, no. Y si fuera así, ¿cómo se justificaría su alianza con la derecha representada, en estos momentos, más por el pan que por el pri, aunque ambos partidos sean ubicados en la derecha por ser defensores del statu quo y de quienes se benefician de éste?
En la historia podemos observar ciertos momentos en que las izquierdas, incluso las ultraizquierdas, han apoyado a las derechas para evitar que triunfen las ultraderechas. Fue el caso, por ejemplo, en la segunda vuelta de la elección de 2002 en Francia. En esa elección, como se recordará, Chirac obtuvo en la primera vuelta 19.6 por ciento de la votación total, en tanto que el fascista partido de Le Pen había alcanzado el amenazante segundo lugar con diecisiete por ciento de los sufragios. Fue por esto que para la segunda vuelta las izquierdas, en sus varios matices, apoyaron al partido de Chirac para evitar que Le Pen ganara la presidencia. Sin embargo, en México las izquierdas electorales, que prácticamente son las únicas que existen, están apoyando al PAN, que tiene una fuerte composición de ultraderecha, para evitar que el PRI, un partido de derecha, pueda acumular fuerzas para la elección de 2012.
Podría decirse que es cuestión de tonalidades, ya que los dos partidos mayoritarios en estos momentos son de derecha y que se trata de enfrentarlos entre sí como táctica coyuntural. Pero se pasa por alto que los intereses que defienden estos dos partidos mayoritarios, el PRI y el pan, son los mismos y que sin importar cuál de los dos esté en la presidencia sus acuerdos y complicidades serán también los mismos. Ya ni siquiera se han distinguido sobre temas como el aborto o sobre su posición ante Estados Unidos y los capitales trasnacionales. Y esto ha sido así, no debe olvidarse, desde que gobernaba Salinas hasta ahora. Salinas, Zedillo, Fox y Calderón han defendido y defienden los mismos intereses y la ideología conocida como neoliberalismo, pese a que unos han sido del PRI y otros del PAN. Que en este último partido militan los yunquistas y hay mayores identificaciones con la Iglesia católica, no cambia mucho las cosas. Muchas de las prerrogativas de esta Iglesia y su intervención en la vida política se le deben a Salinas y a los priístas que votaron, junto con el PAN, por sus iniciativas para reformar los artículos 24, 27 y 130 de la Constitución. Es más, hasta podría decirse que los panistas son más de derecha que los priístas, pero se estará de acuerdo en que esas diferencias son de matiz y que ambos partidos representan básicamente lo mismo. ¿Por qué, entonces, aliarse con cualquiera de los dos?
Ante estos hechos, la perspectiva que veo para la izquierda mexicana es desastrosa. Está en crisis, como casi todo en el país, precisamente cuando más se necesita, no sólo para que se oponga a las derechas, sino para que sea una opción verdaderamente popular por la cual votar
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