lunes, 29 de abril de 2013

REGINA COMBATIÓ EL SILENCIO: ‘Sé que me van a matar...’

En el primer aniversario del asesinato de Regina Martínez, corresponsal de Proceso en Veracruz, confluyen los peores males que pueden afectar a una sociedad: la corrupción, la mentira, la indolencia, el cinismo, la inseguridad más atroz no solamente para los periodistas sino para los ciudadanos, la zozobra, la impunidad
 Regina Martínez.

XALAPA/CIUDAD DE MÉXICO/ PARÍS (Apro).- Las dos fotografías fueron tomadas en la plaza Lerdo en 2008. El corazón de Xalapa aparece envuelto en neblina. Campesinos empapados por la llovizna están sentados de espalda a las escalinatas de la catedral y frente al Palacio de Gobierno. Enarbolan carteles de protesta.
En la primera foto, la corresponsal Regina Martínez entrevista a uno de los manifestantes. Le tiende la grabadora con la mano derecha. En la izquierda tiene un ejemplar de Proceso, con el cual intenta protegerse de la lluvia.
En la segunda imagen, los campesinos permanecen sentados. Regina se apresta a alejarse. El fotógrafo la sorprende justo cuando ella se da la media vuelta y lo mira. Regina sonríe.
Su entrevistado de aquella ocasión se llamaba Ramiro Guillén Tapia y era dirigente del Comité Regional Pro Defensa de los Derechos Humanos del sur de Veracruz. Semanas más tarde, el 30 de septiembre, se roció de gasolina en la misma plaza y se prendió fuego. Algunos de sus compañeros dicen que antes de convertirse en antorcha humana Guillén alcanzó a decir: "Lo hago porque no sirve el gobierno, sólo son engaños, y yo tenía que responder a mi pueblo popoluca". Murió al día siguiente en el hospital.
Sentado en un café parisino, Andrés Timoteo Morales se esfuerza por controlar su emoción mientras contempla esas fotos de su amiga:
"Ramiro Guillén Tapia encabezaba un grupo de ejidatarios del municipio de Soteapan que habían sido despojados de sus tierras. A lo largo de dos años el gobernador Fidel Herrera les canceló 67 citas. Ramiro no aguantó más desplantes y se inmoló. Estos campesinos se trasladaron 67 veces a Xalapa y las 67 veces Regina los entrevistó. Para ella era un compromiso ineludible."
En aquel tiempo Andrés era corresponsal de La Jornada en Xalapa y columnista en el diario Notiver. Al igual que una treintena de reporteros, fotógrafos y caricaturistas, tuvo que huir de Veracruz después del asesinato de Regina Martínez, el 28 de abril del año pasado.

FACILITAN SALIDA
A causa de las alarmantes amenazas contra ellos, la organización Reporteros sin Fronteras, la Asociación Mundial de Periódicos y Editores de Prensa (WAN-IFRA, por sus siglas en inglés) y la embajada de Francia en México facilitaron su salida del país.
"Estas fotos tienen tanto sentido… son casi metáforas –murmura Andrés–. Esa inquietante neblina, que lo oscurece todo, simboliza el miedo y el silencio que sofocan a Xalapa. Me llama la atención ver cómo Regina se protege la cabeza con un ejemplar de Proceso. Es otro símbolo. Regina vivía vigilada, hostigada, amenazada, pero pensó que trabajar para Proceso la resguardaba de lo peor. Se equivocó. Todos nos equivocamos. Por eso salimos disparados de Veracruz después de que la asesinaron. Entendimos que les valía madre todo y que podíamos ser sus próximos blancos".
Sigue, conmovido:
"Veo un tercer símbolo en estas fotos: en ellas queda plasmada la preocupación de Regina por dar voz a los campesinos, a las comunidades indígenas, a todas las víctimas del sistema político corrupto que impera en Veracruz. Esa fue su cruzada personal. Vivió el periodismo como una misión que dio sentido a su vida pero que también la condenó a morir en esa forma tan atroz."
En los seis meses que ha vivido en París, Andrés se ha negado a dar entrevistas sobre su caso personal. Aceptó, sin embargo, hablar de La Regis en vísperas de su primer aniversario luctuoso.
Ángel Martínez, hermano de Regina, y Elfego Riveros, director de Radio Teocelo, decidieron ofrecer su testimonio abiertamente. Las personas entrevistadas en la Ciudad de México se limitaron a tomar medidas elementales de seguridad, como sacar la batería de su celular al principio del encuentro. Los que aún radican en Xalapa eligieron cuidadosamente el lugar de la cita, evitando lugares públicos, como cafés y restaurantes.
Sus testimonios revelan aspectos desconocidos de la vida de Regina Martínez, cuya discreción era legendaria.

COMPROMISO FÉRREO
Regina no se definió nunca como periodista porque le parecía "pretencioso". Se asumía como reportera y asestaba: "Un reportero es sólo el mensajero, nunca debe ser el mensaje".
Su círculo de amistades más cercanas califica de "farsa obscena" la detención, confesión y condena a 38 años de cárcel de José Antonio Hernández Silva, a quien las autoridades judiciales del estado de Veracruz presentaron como el asesino.
Al unísono denuncian un asesinato político. Sin embargo, cuando evocan a su amiga cuidan de no exagerar. No quieren convertirla en "mártir" de la libertad de expresión ni en un mito. Sólo buscan retratar a una mujer delgada, de apariencia frágil, pero de armas tomar, "muy macha" y a la vez sensible.
Entre sonrisas emocionadas y lágrimas atragantadas, recuerdan sus fuertes convicciones: "Era muy difícil discutir con ella. Costaba trabajo hacerle aceptar opiniones distintas de las suyas". Su voluntad inquebrantable "la heredó de nuestro padre", confirma su hermano.
Reconocen que tenía un carácter difícil: "Cuando la veía malgeniada, me apartaba y esperaba otra oportunidad para saludarla y platicar con ella". Insisten en que desconfiaba de mucha gente y que siempre estaba a la defensiva. "Temía traiciones porque había sufrido varias, entre ellas las de un novio que resultó ser un vil informante del gobernador".
Para Elfego Riveros, "le sobraban razones para desconfiar. La hostilidad era su ámbito natural: hostilidad de todos los gobernadores a los que le tocó reportear y de sus secuaces, hostilidad de la elite económica del estado y hostilidad del gremio periodístico jarocho, que en su amplia mayoría está cooptado, comprado, y es servil. En ruedas de prensa sus colegas la agredían verbal y a veces físicamente".
Andrés Timoteo Morales coincide: "Éramos las ovejas negras. A menudo no nos dejaban entrar al Palacio de Gobierno, nos tiraban la puerta en la cara. Estábamos excluidos de los eventos oficiales".

NUNCA HABLABA DE SÍ
La corresponsal de Proceso en Veracruz nunca hablaba sobre su infancia. "Sospecho una niñez difícil que quizá la endureció", arriesga una amiga. Su hermano Ángel explica:
"Por razones de seguridad, Regina siempre quiso mantener a nuestra familia totalmente alejada de su trabajo. Me dijo que nunca hablaba de nosotros con la gente que frecuentaba. Se sabía en la mira de los que denunciaba. No nos platicaba de sus investigaciones, pero todos éramos conscientes de que corría peligro. En nuestra familia nadie cuestionó su compromiso. Nos preocupaba pero respetábamos su independencia. Mis padres se veían muy inquietos, sobre todo cuando empezó la ola de asesinatos de periodistas, pero jamás le pidieron que renunciara a su profesión."
Ángel tiene cinco años menos que Regina y se parece mucho a ella: de baja estatura, delgado, cauteloso, determinado, inteligente e intuitivo. Es el único de la familia que aceptó hablar con Proceso. No quiere comentar el desenlace judicial del asesinato en la entrevista. Sólo confirma que su familia no apelará.
"Mi padre tiene 85 años, mi madre un poco menos. Ambos siguen desgarrados y desconsolados. El trauma del resto de la familia es inmenso. Respetamos la voluntad de Regina de mantenernos apartados de todo. Yo sólo me encargo de asuntos administrativos ligados a su fallecimiento", recalca.
Es un poco más elocuente al recordar su niñez en su pueblo natal, Rafael Lucio, en la zona montañosa central de Veracruz. Ángel fue el séptimo de 11 hermanos y Regina, que nació el 7 de septiembre de 1963, era la tercera.
Escaseaba el dinero en la casa. Florencio Martínez Romero, el padre, era empleado de una empresa. María Lorenza Pérez Vásquez, la madre, crió a los hijos.
"Mi señor padre nos impuso una disciplina muy estricta –enfatiza Ángel Martínez–. Todos teníamos que ayudar en la casa. Llovían castigos para quienes no obedecían. También nos inculcó la idea del trabajo y de la honestidad. Nos enseñó a valernos por nosotros mismos y a odiar el dinero mal habido. Nos incitó a estudiar. Nos decía: ‘La única herencia que les dejo es el estudio’. Nuestro padre nos brindó techo y comida, pero los gastos de la escuela corrieron por cuenta nuestra."

SITUACIÓN DIFÍCIL
Al cumplir los cinco años, los muchachos salían a vender chicles y lustrar zapatos en las calles. Después trabajaron en carpinterías o fabricaron sillas de montar. Las muchachas conseguían empleo en las tiendas del pueblo. Los mayores protegían a los menores. Regina tomaba muy a pecho su papel de hermana grande.
Ángel la recuerda rebelde, no con sus padres sino con el destino:
"Ella siempre quiso superarse, salir del pueblo, construir su propia vida. En el lugar donde vivíamos había una radioemisora con la que colaboró siendo aún muy jovencita. Creo que fue allí donde agarró el virus del periodismo. Después se fue al puerto a estudiar esa carrera en la Universidad Veracruzana.
"Seguí su ejemplo y también salí del pueblo con la intención de estudiar educación física. La alcancé en el puerto. Tenía 50 pesos en el bolsillo y la colegiatura costaba 500. Renuncié a mi sueño y busqué cómo ganarme la vida. Luego Regina se fue a trabajar a Tuxtla Gutiérrez como periodista. Me dejó su departamentito. Nos perdimos de vista durante el tiempo que vivió en Chiapas y nos volvimos a encontrar cinco años después, en Xalapa."
Regina impresionó a su hermano cuando regresó de Chiapas más templada, apasionada por su profesión y comprometida "hasta el tuétano" con las causas sociales.
En Xalapa se movió mucho para encontrar trabajo. Al principio consiguió contratos con medios oficiales, pero no duró mucho con ellos. Aguantó un mes en Comunicación Social del gobierno del estado y su colaboración con el canal estatal Cuatro Más fue efímera.
Una de sus amistades de varias décadas recuerda:
"Poco tiempo antes de que la mataran me hizo una confidencia muy personal, lo cual me asombró porque casi nunca hablaba de ella misma. Me contó que uno de sus jefes en Cuatro Más la discriminaba por su origen indígena y que no quería que saliera al aire. Se indignó y dejó esa chamba. Me dijo: ‘Mi madre es indígena, yo soy indígena, y por lo tanto siempre voy a estar al lado de ellos. Es mi gente’."

SÉ QUE ME VAN A MATAR
A mediados de los años ochenta empezó una etapa importante en la vida profesional de Regina Martínez: entró a trabajar en el diario Política, fundado y dirigido por Ángel Leodegario Gutiérrez Castellanos, Don Yayo, un priísta atípico que, según ex colaboradores de ese periódico, destacaba por su apertura, su deseo de ejercer un periodismo crítico y la libertad con que trabajaban sus reporteros.
Sin embargo, dicen estas mismas fuentes, que a partir de 2001, después del fallecimiento de Don Yayo, sus sucesores se dejaron cooptar por el poder y convirtieron en "fuente de negocios" un espacio periodístico "único en la historia de Veracruz por sus denuncias y su libertad".
Recuerda Andrés Timoteo Morales: "Regina Martínez y Guadalupe López eran las dos reporteras estrellas de Política. Se disputaban la primera plana con reportajes de fondo sobre la vida política de Veracruz y sus problemas sociales. Regina recorrió todo el estado, se metió en las comunidades más alejadas. Se adentraba y denunciaba. Hizo eco de múltiples reivindicaciones, atropellos, catástrofes naturales y epidemias".
Confía Ángel Martínez: "Don Yayo la apoyaba mucho. A pesar de su decisión de no mezclar la familia con sus asuntos de trabajo, de vez en cuando Regina me pedía llevarla en mi coche a zonas de difícil acceso. Después reporteó con un fotógrafo que tenía vehículo, volvió a su regla de seguridad y me apartó de su trabajo".
Varios reporteros que entraron muy jóvenes a trabajar en Política se forjaron en el oficio bajo las órdenes de Regina y con el paso de los años se volvieron sus mejores amigos.
Ellos la describen como una jefa intransigente que los mandaba a rehacer 10 veces sus notas, les exigía mucho cuando reporteaba con ellos y les encargaba fuentes difíciles. En suma, una jefa "cabrona" y "mañosa para cuestionar a sus entrevistados", y a ellos les enseñó a amar y respetar su trabajo.
¿Presintió Regina su fin trágico? Otro de sus amigos muy cercanos relata:
"Algún tiempo antes de su muerte, Regina aceptó dormir en casa de mi familia después de un reportaje que habíamos hecho juntos en un lugar un poco alejado de Xalapa. Todo el mundo la trató como si fuera de la familia. Eso la conmovió mucho. Por la mañana desayunó a solas con un pariente mío. Platicaron. De repente Regina le soltó: ‘Sé que me van a matar’. Según me contó ese familiar, lo dijo con una extraña sencillez y luego, sin darle tiempo de reaccionar, "La Regis" empezó a hablar de otro tema".

 ANNE MARIE MERGIER

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