viernes, 10 de junio de 2011

La caravana de la paz, "en el epicentro del dolor"

Centenares de habitantes de Ciudad Juárez salieron al encuentro de la Caravana por la Paz con Justicia y Dignidad, encabezada por el poeta Javier Sicilia, en los suburbios de esa castigada urbe fronteriza. Luz María Dávila, reconocida por su desafiante postura ante el presidente Felipe Calderón tras la matanza de Villas de Salvárcar, donde asesinaron a sus dos hijos, fue la encargada de dar la bienvenida. Conforme se acercaba la marcha, decenas de banderas blancas aparecieron y en una pancarta se leía: No te rajes, Sicilia Foto Víctor Camacho


Ciudad Juárez, Chih., 9 de junio. En los suburbios de esta ciudad, una pancarta da ánimos cuando la Caravana por la Paz con Justicia y Dignidad asoma su llegada: No te rajes Sicilia.

Conforme se acercan los vehículos aparecen decenas de banderas blancas, la algarabía de los juarenses es inocultable. Son centenares de habitantes que se han reunido en la entrada de la ciudad. Javier Sicilia y su caravana han llegado tras miles de kilómetros recorridos.

La gente se agolpa en la camioneta del poeta para manifestar su alegría por la llegada. Se diría que lo ven como un redentor que, al menos, les prodigará consuelo con sus palabras en esta ciudad que, como dice otra pancarta de bienvenida: no vive, sobrevive, en medio del fuego cruzado de los cárteles de Juárez y el Golfo, que se disputan la plaza y, como colofón, los federales que ponen su parte en la violencia que domina.

Luz María Dávila, reconocida por su desafiante postura ante el presidente Felipe Calderón tras la masacre de Villas de Salvárcar –donde ejecutaron a sus dos hijos– es la responsable de ofrecer la bienvenida oficial en el puente de entrada a Ciudad Juárez.

El poeta se acerca conmovido. Un beso en la mano de la dolorida madre que padeció como tantos otros la guerra de cárteles. En medio de gritos y algarabía por la llegada, Dávila coloca un rosario en el cuello de Sicilia, símbolo católico de protección.

El poeta y su gente cercana son protegidos por decenas de jóvenes juarenses –tan estigmatizados en esta tierra como sicarios o como pandilleros, hasta por Calderón–, que cumplen rigurosamente su labor. La llegada de Sicilia ha desatado un desbordado interés entre la población.

Camino a Salvárcar, la caravana atraviesa los fraccionamientos populares del sur de la ciudad y un área de maquiladoras. Conforme se acerca a la tristemente célebre colonia juarense se aprecian numerosos negocios abandonados, casas de gente que no tuvo ya otra opción que huir de esta localidad.

Son áreas, dice la gente que aún reside en la ciudad, donde prevalece la lucha de pandillas ligadas al narcotráfico, que marcan territorios con la violencia como argumento. Hay picaderos que, con la venta de droga, complementan el cuadro urbano. En los alrededores de Salvárcar hay enormes terrenos baldíos, que coexisten con casas abandonadas.

Hacia las 10 de la noche, la caravana del consuelo, como la ha denominado el poeta, concluye su travesía por la ruta del horror, colectivizando el dolor que esta guerra ha dejado entre miles de familias mutiladas por el experimento. Finalmente, diría Sicilia, hemos llegado al epicentro del dolor: Ciudad Juárez.

El evento ha sido convocado en un impecable parque deportivo: campos de futbol soccer, americano y beisbol. Todo aportado por el gobierno federal a la zona devastada por la violencia, meses después de que ejecutaron a los jóvenes. Ni los militares ni los federales han detenido la deshumanizada disputa por la plaza, la cual ha dejado miles de muertos y donde el plan federal evidenció su fracaso.

A la espera del mitin una mujer que omite su nombre asegura: no ha bajado la violencia, siguen las balaceras y la droga igual que siempre.

Pese a ello, al bajar a la colonia, Sicilia encuentra de nuevo un ambiente festivo. Lo vitorean por su presencia en Juárez. Lo reciben también cada quien con su mensaje y su propio drama, fotos de muertos y desaparecidos, leyendas peculiares que plasman otra forma de ver la violencia, a mi hijo se lo cargaron y es inosente( sic), otras más que piden la presentación con vida de tal o cual persona; los desaparecidos son tantos.

La consigna de en Juárez no se vive, se sobrevive abre el acto en este emblemático lugar, expresión de la violencia en Juárez.

Al cierre de la edición, Olga Esparza, del Comité de Madres de Jóvenes Desaparecidas, también da la bienvenida a la caravana: Señor Sicilia, lo recibimos con lo único que tenemos, este amor y valor para denunciar la injusticia en México.

Tras narrar la desaparición de su hija, estudiante de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, reclama poner fin al flagelo de la violencia en esta localidad; ya basta de este daño colateral. Asegura que el movimiento emprendido por Sicilia podrá ser histórico porque ha permitido elevar las voces contra la violencia”.

Alonso Urrutia y Rubén Villalpando
Enviado y corresponsal
Periódico La Jornada
Viernes 10 de junio de 2011, p. 3

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