Miguel Angel Granados Chapa
14/05/2010
El 13 de mayo de 2009 Carmen Aristegui difundió la entrevista hecha días atrás al ex presidente Miguel de la Madrid, en que éste puso en su lugar a su sucesor. Justamente un año después, la prestigiada periodista recibió su merecido: una vez más, el Premio Nacional de Periodismo, otorgado por un jurado de periodistas y ciudadanos seleccionados a su vez por el Consejo del Premio, integrado sobre todo por rectores universitarios de todo el país.
Desde Londres donde entonces se hallaba, Carlos Salinas procuró controlar los daños generados por la sinceridad de su antecesor. Envió un impertinente reproche postal a la entrevistadora e hizo que el entrevistado se desmintiera a sí mismo, aunque para ello se auto agraviara también. En la persuasión a la familia De la Madrid para acallar e infamar a su jefe contó la influencia que conserva ante él quien fuera su secretario particular en la Presidencia, Emilio Gamboa Patrón, quien telefoneó al ex presidente no precisamente para sólo saludarlo.
En ese cargo, de 1982 a 1988, Gamboa Patrón aprendió la política palaciega cuya práctica tanto éxito le ha proporcionado y hoy lo tiene en la antesala de la presidencia del PRI. Para llegar a ella con un mínimo de formalidad aceptó hacerse cargo de la Confederación Nacional de Organizaciones Populares (CNOP), uno de los tres sectores, el popular, que aún integran formalmente al partido que está dominado por un pequeño grupo de gobernadores y coordinadores parlamentarios en funciones o que, como Gamboa, lo fueron hasta apenas hace unos meses.
Gamboa no ha ganado una elección ciudadana y sin embargo ya fue senador y diputado, y líder de su bancada en san Lázaro. Ducho en negociaciones y maniobras no siempre apegadas a la legalidad para ascender al poder, conservarlo y ensancharlo, por primera vez hace campaña para llegar a un cargo. Pero la hace sin adversario al frente, como candidato único a fin de que no haya batallas para las cuales no habría tropas. Porque la CNOP es el más difuso, el menos asible de los sectores priístas. Su base más ancha, la más sólida, es la endeble federación burocrática (la FSTSE), tan debilitada por la gran fractura que le infligió Elba Ester Gordillo, que su líder permanente, Joel Ayala, que fue senador y varias veces diputado federal, hoy lo es a la Asamblea legislativa del D.F., un órgano con menores capacidades y competencias que cualquier Congreso estatal.
Gamboa llegará al liderazgo priísta sin siquiera los títulos de quienes serán sus predecesores inmediatos. Si contamos sólo a los que han encabezado al PRI durante la alternancia, tenemos que Dulce María Sauri Riancho, Roberto Madrazo y Beatriz Paredes habían gobernado a sus estados, y adquirido con ello la experiencia del trato, por distante que fuera, con la gente de verdad, con los ciudadanos de a pie. Gamboa en cambio se ha movido sólo en las vastas oficinas de la alta burocracia, en los restaurantes de lujo, en los pasillos del poder, en los lugares de recreo. Eso imprime un carácter que será el estilo que imponga al PRI cuando se le coloque en la presidencia partidaria a fin de que organice el certamen, como el suyo con cartas marcadas, para escoger el año próximo al candidato que logre reponer al PRI en Los Pinos en 2012.
Audaz secretario de un presidente débil, Gamboa adquirió facultades de tal rango que se le llamaba, no en son de broma, el vicepresidente de la república. Aprovechó esa circunstancia para favorecer a Carlos Salinas de Gortari en el proceso anímico y político que condujo a De la Madrid a hacerlo su heredero. Y Salinas retribuyó con creces el servicio: lo nombró sucesivamente director general de órganos del estado tan relevantes como el Infonavit y el IMSS y terminó designándolo secretario de Comunicaciones y Transportes. Responsable de los aeropuertos en un momento que marcó el auge de transportación de droga por aire —el apogeo del Señor de los Cielos, nada menos—, fue también el encargado de llenar la piñata de fin de sexenio para los concesionarios de radio y televisión más importantes, que de esa manera sellaron su pacto con Salinas (y con su intermediario, Gamboa).
Aunque a la hora del conflicto entre Salinas y Zedillo, Gamboa tomó partido por el segundo, que lo mantuvo en los altos cargos a que se había acostumbrado, y Salinas lo consideró traidor, han hecho las paces después, quizá explicada la extraña propuesta que, según Salinas mismo, le hizo el ex presidente Echeverría. Lo visitó tras el asesinato de Luis Donaldo Colosio para sugerir que el candidato sustituto fuera Gamboa.
Antes que Gamboa, sólo Alfonso Martínez Domínguez pasó por la CNOP previamente a presidir el PRI. Además de ese antecedente, la vulgaridad de su trato en confianza los asemeja también. La de Gamboa quedó manifiesta en una conversación con Kamel Nacif, tan célebre como la sostenida entre ese empresario y el “gober precioso”, Mario Marín.
Metido Nacif en problemas conyugales, le fueron grabadas sus conversaciones, de entre las cuales sobresalió una en que participaron los senadores Gamboa y Fidel Herrera, éste para aproximarse a la generosidad con que el empresario patrocinaba candidaturas y Gamboa para tratar asuntos de alta importancia legislativa. Hablaron en cabroñol, como bautizó el también laureado Carlos Monsiváis a la parla con que se expresa la ruindad: “Papito, ¿dónde andas, cabrón?, inquirió cariñoso Gamboa antes de prometer que cierta ley en curso “va pa’tras”, porque “lo que tú digas, cabrón”.— México, Distrito Federal.
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