lunes, 16 de agosto de 2010

El político se marea con el poder

* Presidente municipal por tercera vez en Tlacotalpan, Hilario
Villegas cuenta la historia oculta de su candidatura, cuando hablara con el gobernador y con el presidente del PRI para aclarar paradas


A los 17 años se casó y el primer hijo traía torta bajo el brazo, porque a los 23 años tuvo acceso al poder político y al poder económico, cuando fuera nombrado tesorero municipal.
Entonces, ni modo, enloqueció. ‘‘Tenía poder, tenía dinero, tenía gente a mis órdenes, me compré un automóvil y el poder me transformó”.
Pero luego, la vida lo fue alivianando, y más cuando fue alcalde por vez primera y por segunda vez, y ahora, será por tercera ocasión.
‘‘Mi negocio es comprar y vender ganado. Y, claro, engordar vacas y toretes. Cruzarlos. El otro día, el contador Mario Tejeda Tejeda me vendió un semental, y días después, de plano, le hablé molesto y le dije:
‘Mario, te cambio el semental. Me salió puto y únicamente juega con las vacas, pero no les hace nada’’.
Desde hace 28 años habita la misma casa, con tres recámaras y un patio chiquito, donde hay pasto sembrado y a las 3 de la tarde canta un gallo desorientado que siente que apenas está amaneciendo.
En la pequeña sala de la vivienda hay dos juegos de sala con sillones tlacotalpeños, donde Hilario Villegas se bambolea como si fuera la montaña rusa. A un lado tiene un perchero de madera de cedro con 12 cachuchas, todas, rojas, con la leyenda de Javier Duarte, y 9 sombreros de diferentes estilos.
En un altar, la esposa del alcalde, próximo a ganar el récord Guiness, ha colocado 3 Cristos, dos crucificados y uno en la última cena con los apóstoles, donde Judas, el traidor, aparece en primer plano.
Dos acuarelas con el río Papaloapan cuelgan de la pared, arriba de donde hay una mesita de cedro repleta de licores en botellas a medio consumir.
Hilario Villegas, el político del pueblo, tiene una cualidad que fascina y encanta a las mujeres. Sabe cocinar. Este mediodía, por ejemplo, ha guisado ensalada de camarón, caldo largo de pescado y pescado a la veracruzana, que él mismo (rengueando, porque cayó de una escalera pintando la casa) sirve a los invitados, acarreando a una mesa en el patio plato por plato, hasta las tortillas y el pan.
En el patio, con el olor del pescado, dos moscas solitarias sobrevuelan alrededor, reconociendo el terreno para ver si se zambullen de sorpresa en el plato con consome de pescado.
Diez figuras de soles y 4 figuras de mariposas en artesanía tlacotalpeña, y la virgen de la Candelaria, la reina de los fieles, cuelgan en la pared de la cocina que da al patio, donde una hamaca está tendida y en donde el presidente municipal descansa la siesta.
A Hilario Villegas se le quedaron 700 paraguas envueltos en sus fundas que el CDE del PRI le envió ‘‘cuando ya había terminado la campaña electoral’’.
¿Y por qué alcalde por tercera vez, ya no hay otro priista? se le pregunta.
Hilario Villegas entrecierra los ojos y los ojos parecen espadas de fuego desentrañando la pregunta y luego de un silencio prolongado cuenta la historia:

‘‘ENTENDÍ EL MENSAJE. PERO SEGUÍ LUCHANDO’’


‘‘La gente aquí en el pueblo me llama por mi nombre. ‘‘Hilario’’ me gritan en el parque y en el mercado. Yo voy al mercado a comprar los alimentos del día para que mi esposa guise, o en todo caso, yo mismo guiso. Unicamente me falta ir al mercado con el delantal puesto. Si una gente viene aquí a la casa y necesita para comprar medicinas, útiles escolares, la ayudo. Si un chamaco quiere un peso para una golosina, se lo doy. Si alguien toca a mi puerta porque tiene un problema, lo recibo en casa como a todos y a todos ayudo’’.
Vestido con un pantalón y una camisa sencillita, deja la historia a la mitad porque las tortillas ya se enfriaron y él mismo se levanta a la cocina, enciende la estufa y acerca el bastimento. Luego, sigue:
‘‘La gente me dijo: ‘tírate otra vez a la alcaldía’. La gente me decía: ‘mira lo que han hecho con el pueblo. Mira lo que hicieron con la obra pública que tú dejaste’. Y un día, de plano, me convencieron, cuando supe que la balanza de arriba se estaba inclinando por un general retirado, que enviaba cartas al gobernador con copia al secretario de la Defensa Nacional, promocionándose’’.
Hilario Villegas tiene un perrito, llamado ‘‘El menuso’’, pero el alcalde le dice ‘‘hijo’’ y el perrito mueve la cola, acostado a su lado abajo de la mesa.
Pero el alcalde también es dueño de un rancho de cien hectáreas, ‘‘El marqués’’, que ha ido comprando en abonos y en donde tenía 350 vacas. Pero en la tercera campaña electoral para presidente municipal, como nadie le soltó un peso, necesitó vender 150 vacas y ahora únicamente le quedan 200.
Así, Hilario decidió tentar el agua a los tamales y habló con el gobernador Fidel Herrera para checar si podía lanzarse de candidato. Y el gober le dijo que en Tlacotalpan había un problema de seguridad, pues, en efecto, algunos paisanos han sido secuestrados. Y por tanto, el gober le insinuó que se necesita una gente para solucionar la inseguridad. Y nada mejor que un general.
Dice Hilario:
‘‘Más claro, ni el agua. Entendí el mensaje. Pero seguí luchando’’.
Y su lucha se redobló cuando, incluso, la alcaldesa, Esperanza Burelas Villegas, lanzó a su candidato, Rafael Domínguez Vergara, a quien en Tlacotalpan conocen como ‘‘El mariachiloco’’.
Un día, Hilario fue a Xalapa para hablar con Jorge Carvallo Delfín, el presidente del PRI.
‘‘Me citó a las 9 de la mañana y eran las 8 de la noche y no me recibía. Le dije al secretario particular: ‘mire usted, yo no traigo problemas, traigo soluciones, y si Carvallo no me recibe en 15 minutos, me largo’. A los 5 minutos, me recibió. Y fui claro. Si hay un compromiso por otra parte, lo entiendo y no me lanzo. Yo soy claro. Nada de andar con rodeos. Y Carvallo me autorizó que la buscara.
‘‘Y como es natural, la alcaldesa protestó. Ella dijo: ‘todos, menos, Hilario’. Ella no me quiere. Nunca me ha querido. Y yo tampoco. He pintado una raya. Y ojalá y termine bien. Por el bien de Tlacotalpan.

‘‘HAY QUE ESTAR PREPARADO PARA DEJAR EL PODER’’


‘‘Además, yo no odio. Yo no sé odiar. Tampoco pierdo el tiempo odiando ni mirando para atrás. Hay un Dios que todo lo mira y todo lo premia. Y todo lo que aquí se hace... aquí se paga. Yo, por ejemplo, vivo de comprar y vender ganado. He comprado un ranchito en abonos. Y no soy corrupto, porque mi trabajo es una herencia para mis hijos. Incluso, me pueden investigar cuando quieran y en donde quieran’’.
El contador Mario Tejeda Tejeda y el abogado Rodolfo Molina saborean el caldo largo de camarones y uno de ellos se lame el dedo índice. El caldo del alcalde electo se está enfriando. Y una de las moscas solitarias está lista para el ataque. A lo lejos, desde un rincón, oculto en la maleza, el gallo vuelve a cantar. ‘‘Cuando el partido me eligió candidato y me lancé, tanto la alcaldesa como el general (Homero Gamboa Sosa) protestaron por todos lados. Me armaron una grilla espantosa. Presionaron para que hubiera marcha atrás. Incluso, hasta donde estoy informado, el gober pidió a la alcaldesa que se aplacara. Pero ella siguió. Es más, convirtió a su delfín en candidato del PT y el general maniobró para que su hermana, Rosa Gamboa, fuera candidata de Convergencia. Ninguno de los dos ganó. Ahí están los votos. Apenas y cien sufragios para ella.
‘‘Soy gente sencilla. Aquí nací y aquí sigo viviendo. Tengo la misma esposa y los mismos hijos. No tengo ningún hijo de temporal. Mi hijo está construyendo su casita desde hace 4 años y no termina. Apenas y le he dado dos, tres sacos de cemento, porque lo que en la vida se regala, no se valora ni se aprecia.
Además, la única herencia a los hijos es enseñarles a trabajar. Yo soy hijo del trabajo, del esfuerzo, de la friega, de la lucha diaria.
El dinero no me interesa. No es mi objetivo. No es mi fin.
Y en la vida ando solo. Sin guaruras. En una camioneta vieja, pintarreajeada, que nunca me ha dejado tirado.
Y en la política se aprende mucho. Y más cuando nos damos cuenta que el poder dura tres años. Seis años en el caso del gobernador. Y así, uno cae desde lo más arriba. Y es dura la caída. El ramalazo. Por eso hay que estar preparado para llegar, pero más todavía, para dejar el poder, porque con frecuencia, uno se marea. Se pierde. Pierde el piso’’.


Jugar con el escore
Dice Hilario Villegas, alcalde electo de Tlacotalpan:
‘‘A todos los ediles, sean del partido político que sean, les daré juego como siempre lo he hecho, porque la política es conciliación, acuerdos, entendimientos.
Y, claro, si das juego y te responden, tendrán más juego, pero si se quieren pasar de vivos, entonces, para eso está la autoridad firme, pues la política es como el beisbol, hasta que no cae el último jonrón, el juego sigue y se sigue jugando con el escore’’...


Luis Velásquez Rivera / Veracruz / 15 de Agosto del 2010

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