
No mucho después, el samba viajó a París. Y París enloqueció. Era irresistible esa música donde se encontraban todas las músicas de una nación prodigiosamente musical. Pero al gobierno brasileño, que por entonces no aceptaba negros en la selección nacional de fútbol, esa bendición europea no le cayó nada bien. Eran músicos negros los más famosos, y se corría el peligro de que Europa creyera que Brasil estaba en África.
El más músico de esos músicos, Pixinguinha, maestro de la flauta y el saxo, había creado un estilo inconfundible. Los franceses nunca habían escuchado nada igual. Más que tocar, jugaba. Y jugando invitaba a jugar.
Espejos
Eduardo Galeano
Eduardo Galeano
No hay comentarios:
Publicar un comentario