miércoles, 16 de febrero de 2011

Represión en Oaxaca

Resguardos por militares y policías, el Presidente y el gobernador Gabino Cué signan acuerdos

Al iniciar la nueva era, Oaxaca recibió entre protestas a Calderón

El mandatario federal saludó la esperanza que se abre para la entidad con el gobierno entrante

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Uno de los enfrentamientos entre profesores de la sección 22 del SNTE y fuerzas federales y estatales en el centro de la ciudad de Oaxaca. Se reportaron varios heridos de ambos bandosFoto Ezequiel Leyva
Claudia Herrera Beltrán
Enviada
Periódico La Jornada
Miércoles 16 de febrero de 2011, p. 5

Oaxaca, Oax., 15 de febrero. Con un walkie talkie pegado a la oreja, el jefe del Estado Mayor Presidencial (EMP), general Jesús Castillo, corrió hacia las vallas y las cruzó para aproximarse a los manifestantes. Quería cerciorarse de que no había riesgo adicional para el presidente Felipe Calderón, protegido tras los muros del palacio de gobierno.

Así, resguardado en un edificio cercado por militares y policías que se enfrentaron a la protesta de cientos de maestros de la sección 22, se inició una nueva era para Oaxaca, como bautizó el presidente Calderón el inicio del gobierno de Gabino Cué.

Quien llegó al poder por la alianza del partido del Presidente, el PAN, con el PRD, el PT y Convergencia, le había tendido la mano al michoacano en la inauguración del área pediátrica de un hospital, mientras en el centro de la ciudad se daban los primeros enfrentamientos que permitieron arrinconar a los manifestantes para que el visitante pudiera llegar al corazón de la capital oaxaqueña.

Intercambio de elogios

La primera visita presidencial a uno de los estados que revivió a panistas y perredistas rumbo a la lucha electoral con el PRI en 2012, estuvo marcada tanto por las movilizaciones que el mandatario federal no alcanzó a ver –gracias al despliegue de seguridad– como por el intercambio de elogios entre Cué y Calderón.

Pasada la una de la tarde, ambos llegaron al palacio de gobierno. A esa hora ya habían presidido dos ceremonias, mientras los medios locales difundían información sobre tres lesionados a causa del choque de fuerzas oficiales con profesores de la sección 22, quienes se oponían a la presencia de Calderón y a su decreto de deducción de impuestos en el pago de colegiaturas en escuelas privadas.

La estancia del Ejecutivo federal en ese lugar duró 41 minutos. El tiempo justo para que cientos de efectivos del Estado Mayor Presidencial, de las policías federal y locales, contuvieran a los manifestantes. Entre ellos había mezclados algunos oficiales vestidos de civil, como dos mujeres que se refugiaron detrás del cerco cuando comenzaron a volar petardos y las fuerzas policiacas lanzaban gas lacrimógeno. En el atrio de San Agustín, los inconformes coreaban: Gabino represor, traidor para el trabajador y “‘Calderón, borracho, la estás regando gacho”.

Otro grupo fue replegado en la calle Guerrero, a una cuadra de Bustamante, por donde fueron cruzando policías –con toletes y cascos– que se quejaban de haber sido golpeados por algún artefacto. En ese momento un militar cruzó la valla y dijo: Mario, tráete tres escopetas.

Detrás de las paredes del palacio de gobierno la firma de un acuerdo para la construcción de infraestructura en zonas indígenas se desarrolló con premura. Mientras seguía la lucha en las calles, el Presidente deseaba suerte a su anfitrión y prometía estar codo con codo con los indígenas de Oaxaca.

Este ambiente distinguió la primera parte de la gira a la que, por cierto, fue invitado el ex gobernador Diódoro Carrasco, otrora priísta y diputado por el PAN en la pasada legislatura. En el municipio de San Bartolo Coyotepec, Cué fue deferente con Carrasco, considerado su padrino político, al manifestar que su presencia le daba mucho gusto y recordar que su padre, Diódoro Carrasco Palacios, y su hermano José, fueron promotores del primer hospital de la niñez.

Desde la apertura de un campus de la Universidad La Salle, el Presidente prometió que sería la primera de muchas visitas y dio plena certeza a su amigo y aliado, como llamó al gobernador, de que contará con su decidido apoyo.

Tras recorrer el lugar junto con el empresario Alfredo Harp, reconoció la precariedad en que operan muchas escuelas en la entidad y sin importar que este servicio está descentralizado ofreció su respaldo también para dotarlas de equipo de cómputo en un esquema en que cada quien pone su parte.

Fue cuando aludió al triunfo de la alianza en Oaxaca, al decir que la entidad está deseosa y con todo derecho de una nueva etapa, de una nueva era, que a mi parecer se abre con el inicio, con la esperanza de un nuevo gobierno. Vamos a responder desde el gobierno federal a este anhelo y a esa esperanza de justicia, de equidad para los oaxaqueños, en la educación, en la salud y en la atención a los pueblos indígenas.

Dejó ver que no había mucho entendimiento con el anterior gobernador, el priísta Ulises Ruiz, ya que muchas cosas no estaban en orden.

Su anfitrión no perdió la oportunidad de destacar los resultados de la alianza política que lo llevó al poder. La sociedad oaxaqueña, señor Presidente, ha trascendido en el ámbito nacional por haber protagonizado un proceso de alternancia política y civilizada de altura.

En tres ocasiones, Cué se adhirió a las metas históricas presidenciales, como la del Seguro Popular, pero también pidió la solidaridad del gobierno federal para atender el creciente malestar provocado por la carencia de personal, equipo médico y abasto de medicamentos.

Nueve horas duró la estancia del Presidente, la que, según Gabino Cué, alentaba el nuevo curso de paz y de progreso en la entidad. Cuando abandonó el estado en el aeropuerto de Oaxaca había aún dos grandes aviones de la PF disponibles para llevar de regreso a los elementos que contuvieron la protesta.

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