lunes, 24 de mayo de 2010

Sobre los reclamos de un clero respondón



Cuando el clero engallado reclama de voz y por escrito que los legisladores locales veracruzanos hicieran el vacío –por ausencia– a la segunda votación para aprobar o rechazar una ley que penalizaba la interrupción del embarazo –aun en las magras condiciones en las que es legal– descubre una actividad que ha venido haciendo desde antes que el tema se ubicara en la discusión pública. Un intenso cabildeo en las legislaturas y gobiernos de los estados de la República para impulsar legislaciones antiaborto suficientes que puedan revertir la del Distrito Federal.

Con la aprobación reciente sintieron posible alcanzar metas de largo soñadas, como la de la educación religiosa en las escuelas públicas, la prohibición de la educación sexual y echar al bote de los deshechos el odiado libro de texto oficial, por lo menos.

Esto es posible porque para el PAN de Felipe Calderón y su grupo los intereses de sus concepciones religiosas son antes que los intereses de la República. Lo mismo pasó con Vicente Fox, quien desperdició el bono democrático y dejó pasar la gran ocasión para convocar a la reforma del Estado integral. Desde que la reforma salinista que eufemísticamente “normalizó” las relaciones con el estado Vaticano, el clero ha logrado posiciones de influencia y poder que permiten aberraciones tan imprudentes como ilustrar el vestido de una concursante de belleza con escenas de batallas y fusilamiento de cristeros, o tan graves como financiar con dineros públicos la construcción de un templo católico en Jalisco.

Ahora en Veracruz un por lo pronto frustrado clero ofende y amenaza con acciones de inducción al voto en caso de que los candidatos no definan su postura respecto a la interrupción del embarazo. Sin especificar quiénes, el director de Comunicación Social de la Arquidiócesis de Xalapa ha definido a funcionarios públicos como racionalmente débiles y de pobre capacidad argumentativa. Sorprendente afirmación cuando viene de alguien que asegura sustentar en “bases científicas” la idea de que la vida humana empieza desde el momento de la concepción.

Lo que hace al ser humano es la capacidad de pensar y sentir (no necesariamente en ese orden) de una forma particular que permite distinguirlo del resto de los mamíferos y primates superiores. La habilidad manual que le permite manipular instrumentos, y la abstracción tal para concebirlos y fabricarlos, es uno de los resultados de esa particularidad. En el cerebro humano los patrones de activación neuronal se dan con base en conexiones estructurales subyacentes que forman una red muy densa de fibras y vías de vinculación entre todas las regiones de la corteza cerebral. Se han hecho análisis de esas redes de conexiones corticales y resultan estar muy conectadas y muy centralizadas. Son esas conexiones y ese desarrollo cerebral lo que nos distingue como especie humana, como humanos, frente al resto de las especies.

Pero tanto la densidad de conexiones como su centralización son el resultado de un proceso de formación que empieza a darse a partir de los noventa y tantos días de gestación. Sólo a partir de ahí es cuando puede hablarse de cierta base potencial humana. Nunca desde el momento de la concepción por la sencilla razón de que no existen ni los circuitos ni la materia que hará tales conexiones. Hay vida, desde luego, pero no es aún vida humana.

Un poco de la misma forma en que un espermatozoide tiene vida, y no es una vida humana, es un espermatozoide que lleva el código genético del que lo produjo, punto. Igual pasa con el óvulo. Tiene vida pero es la vida de una célula con el código genético de la madre. Ninguno de los dos, ni óvulo ni espermatozoide, son humanos. Si se juntan, el momento de la concepción, tampoco es humano, primero tendrá que darse la febril producción y especialización de células que den la base de un cerebro sobre el que habrá de desarrollarse el córtex, la corteza cerebral, y sólo entonces podríamos hablar de un ser humano en potencia, pero faltan aún las conexiones que lo caracterizarán como tal. Vida humana.

Antes también hay vida, incluso antes del óvulo fertilizado, pero no es vida humana por la simple razón de que no existen las conexiones que permiten las emociones y el pensamiento humanos. Una vez que se desarrollan esas conexiones, habrá en el vientre materno una criatura que será capaz de pensar sobre sí mismo, pensar sobre su mundo y pensar sobre su propio pensamiento. Tendrá los recursos necesarios para crear sus propias herramientas, procurarse los satisfactores que le hagan falta para cubrir sus necesidades (tanto personales como de grupo) e inclusive, inventar necesidades y persuadir a sus semejantes para que las experimenten y deseen así eliminarlas posteriormente como si se tratara de algo urgente y poder ofrecerles, casi de inmediato, el satisfactor idóneo que por supuesto también será de su invención. Habrá un ser que aparte de hábil será económico. Del Homo habilis al Homo economicus. Pero ésa es otra historia.

No sorprende el enojo del director de Comunicación Social de la Arquidiócesis de Xalapa, José Juan Sánchez Jácome, y tampoco sorprende que el hombre sostenga afirmaciones que trata de pasar como verdades. Manipulador, menciona al raciocinio para afirmar que el discurso clerical tiene “bases científicas y racionales”, cuando ningún científico, biólogo o neurólogo que compartan su fe sería capaz de afirmar que lo humano se da “desde el momento de la concepción”; no hay ninguna base o conocimiento científico capaz de sostener eso. Habría que preguntar en todo caso, qué es lo que el vocero entiende por método científico.

Pero ésa es la historia del comportamiento institucional de la Iglesia. Retrógada y en contra del bienestar humano. El Concilio Vaticano II potenciaba la reconciliación de una institución con su misión histórica manifiesta. Duró apenas hasta la muerte de Paulo VI. Luego vino la gran contrarreforma de Juan Pablo II, carismático y hábil político de conservadurismo extremo aunque sin los grados de abyección de Pío XII, el del concordato con la Alemania nazi.

En fin, ya en el colmo del autoritarismo, el sacerdote se abroga la patente de exclusividad para el uso de las frases contenidas en los evangelios, particularmente aquella de “al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios”. Frase utilizada por algunos diputados para ilustrar la separación entre los asuntos del Estado y lo de la fe. “Se atreven”, dice el cura comunicador, a “usar a textos propiamente religiosos”. No tiene desperdicio, el sentido patrimonialista de Sánchez Jácome es para Ripley. La frase es usada para aludir a la separación entre los asuntos de Estado y de gobierno de los asuntos religiosos. Dado que los evangelios del Nuevo Testamento son del dominio público, hace mal el comunicador clerical en reclamar exclusividad de uso religioso para la frase de marras que, por lo demás, aparece en el evangelio de Mateo (22.21). Dice que la descontextúan, pero no es así; al aludir a la diferencia de las esferas religiosa y civil, lo que dicen los diputados es que una y otra son de naturaleza distinta, cosa que es cierta, y que la Iglesia hará lo correcto si se abstiene de introducir elementos de fe en una decisión civil que es vital para la salud pública y para la seguridad de las mujeres.

Pero probablemente el contexto religioso al que alude Sánchez Jácome se refiera al asunto de la legitimidad del poder gentil (no judío), “pagano” para el catolicismo. Concretamente a la discutible legitimidad de la dominación romana para los judíos, toda vez que el pueblo de Israel tenía sólo una autoridad soberana que reconocer: Dios. Reconocer la autoridad del César equivaldría a socavar la alianza del pueblo de Israel con Yaveh. Y aún así, el uso de la frase por los diputados es correcto.

Con el sentido de propiedad en exclusiva de los textos evangélicos del sacerdote, no resultaría extraño que perteneciera a esa corriente ultra reaccionaria dentro del clero que quiere volver a las misas en latín. En fin.

Lo que hay que tener muy claro es que la jerarquía actual del clero mexicano pertenece toda a la corriente conservadora de Karol Wojtyla y sus operadores en aquel momento de “normalización” de relaciones: Girolamo Prigione, confesor e intermediario de criminales organizados, y Marcial Maciel, ambos de infausta memoria.

*Es Cosa Pública
lepoldogavito@gmail.com

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