Cuando las historias cumplían una función importante, se transmitían de generación en generación. Con el fortalecimiento de las lenguas y las letras indígenas a través del rescate oral, los escritores adquirieron posturas claras ante la cultura mestiza, dominante porque no considera como literatura a la oralidad ni las expresiones escritas en lenguas originarias.
La literatura indígena desde su comienzo ha sido marginada y desfavorecida, no tiene difusión y pocas instituciones culturales y editoriales publican libros de formato bilingüe. Si bien existen libros de poesía y narrativa, y últimamente novelas, falta demostrar que contienen múltiples riquezas poéticas y literarias, además de elementos culturales que enriquecen la literatura mexicana.
La antecede un proceso histórico desfavorable. En México, al igual que en otros países hispanoamericanos, se viven dos mundos opuestos, consciente e inconscientemente divididos: el de los que tienen acceso a una mejor educación y el de los que padecen pobreza y son obligados a estudiar en un idioma que no es su lengua materna. Guillermo Bonfil Batalla señaló en México profundo que la descolonización fue incompleta, “se obtuvo la independencia frente a España, pero no se eliminó la estructura colonial interna, porque los grupos que han detentado el poder desde 1821 nunca han renunciado al proyecto civilizatorio de occidente ni han superado la visión distorsionada del país que es consustancial al punto de vista del colonizador”.
Los indígenas sufren una transformación mental desde que los colonizadores modifican su pensamiento a través de la religión, las prácticas sociales y políticas. En los primeros intentos de evangelización los frailes les arrebataron la palabra, el poder y el conocimiento con la destrucción material de los libros que contenían y sustentaban creaciones de gran valor científico, religioso y artístico. Además de imponer una nueva manera de pensar, implantaron otra forma de hablar. A los indígenas se les exigía que dejaran de ser ellos mismos. Les ha costado muchos años recuperarse del choque cultural y recobrar el derecho de serlo, aunque en la actualidad aún se cuestiona el rescate de la identidad pues se sigue discriminando y marginando al indígena.
En este proceso de recuperación el parteaguas más importante en Chiapas ha sido el movimiento armado del ezln en 1994, cuando los indígenas alzan la voz para demandar el reconocimiento de sus derechos y su identidad lingüística y cultural. Los escritores comienzan a organizarse para desarrollar proyectos culturales y artísticos. En San Cristóbal de Las Casas se realizan diplomados en creación literaria, y en 1999 se publica Palabra conjurada: Cinco voces, cinco cantos, que contiene trabajos creados por indígenas en versión bilingüe.
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Entre 1940 y 1970, estudiosos extranjeros y escritores mestizos exploraron las culturas indígenas a través de trabajos de investigación y recreación literaria. Bruno Traven se había hecho famoso con Macario, La rebelión de los colgados y Canasta de cuentos mexicanos, con temas como la pobreza, la ingenuidad y el “barbarismo” de los indígenas. Sobresalen Ramón Rubín (El callado dolor de los tzotziles), Rosario Castellanos (la trilogía Balún Canán, Oficio de tinieblas y Ciudad Real), Eraclio Zepeda (Benzulul), y Ricardo Pozas (Juan Pérez Jolote). Estas obras siguen presentes en la literatura mexicana con sus retratos de los “indios” chiapanecos, la mayoría chamulas, que actúan con ignorancia y brutalidad contra sus opresores.
Josías López ha publicado en tseltal-español tres libros de cuentos y una novela, y Nicolás Huet Bautista, tsotsil, los cuentos de La última muerte, que llaman la atención por su alta capacidad narrativa y reflexiva. No sólo retrata el mundo indígena en su propia complejidad cultural y religiosa, sino que modifica la visión que tiene de ellos la sociedad mestiza. Si algo lo diferencia de la tradición oral es su estructura y el planteamiento de problemas, al lograr una notable intensidad en la narración, un tono alto en el lenguaje, fluidez y limpieza léxicas. Muestra capacidad creativa al plasmar la condición social y existencial de los bats’il viniketik (hombres verdaderos).
Huet no examina la brutalidad del indígena, sino su humildad, su condición humana relacionada con la naturaleza. Denota un replanteamiento en la actitud de la víctima. En el cuento “La última muerte”, el protagonista se encuentra con el asesino de su familia: “Durante veinte años he robado el aire en este espacio, he ensuciado la madre tierra, el esplendor de la palabra me ha fortalecido, aprendí del rugir del viento y del canto de las aves que el respeto a los pequeños dioses de la tierra es más poderoso que la venganza”. La preocupación de Huet toca la parte humana de los tsotsiles para cuestionarlos mediante la literatura.
A esta preocupación literaria se le puede denominar la responsabilidad del arte, que Bajtín discute cuando habla de la importancia de sentirse cómplice y culpable en el desarrollo del arte, y no hacer de las obras objetos desechables: “El arte y la vida no sólo deben cargar con una responsabilidad recíproca, sino también con la culpa. Un poeta debe recordar que su poesía es la culpable de la trivialidad de la vida, y el hombre en la vida ha de saber que su falta de exigencia y de seriedad en sus problemas existenciales son culpables de la esterilidad del arte”.
La literatura indígena surge por una necesidad de manifestación social o contracultural no inferior a las demás. Aunque desenmascara la historia y la política del país, sus obras han merecido menos atención y difusión porque no se las considera comprensibles en el idioma original. Entonces, ¿qué función cumple la traducción al español, que el mismo autor se esfuerza en hacer? La promoción de las obras de los escritores en lenguas indígenas se hace más compleja si se considera que en México, en general, existen muy pocos lectores aun en español.
Es necesario que los indígenas asuman el análisis de su propia literatura para provocar a los lectores a sumergirse en su poesía y su narrativa, explorar las propuestas de los jóvenes escritores y mejorar la visión que se tiene sobre la literatura indígena, que no es antigua sino nueva, y seguramente surgirán de ella propuestas innovadoras para las letras de nuestro país.
Mikel Ruiz, escritor tsotsil originario de San Juan Chamula.
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