A Pancho Nacho Taibo y Paloma
Han transcurrido siete meses desde
que Enrique Peña Nieto se puso la banda tricolor al revés (con el rojo
para arriba) que le heredó ilegal e ilegítimamente Felipe Calderón, y el
país sufre una sequía económica que semana a semana es más inquietante.
Todo está paralizado. No hay obra pública, no hay creación de empleos,
la inflación semestral es de 4.7 y los productos de la canasta básica
suben y suben.
En el mismo lapso la Bolsa Mexicana
de Valores ha retrocedido 9.28 por ciento (sólo en mayo, nuestros
fondos de ahorro para el retiro perdieron 90 mil millones de pesos y el
saldo que se reporte una vez concluido junio será igualmente negativo) y
todas las monedas del mundo han registrado altibajos, debido a los
erráticos movimientos y declaraciones de la Reserva Federal de Estados
Unidos (Fed), pero según Rafael Camarena, economista de Santander, la
“volatilidad” persistirá por el resto del año (El Financiero, 28/06/13).
Hasta el pasado 21 de junio, las
reservas internacionales del Banco de México ascendían a 166 mil 377
millones de dólares. Según filtraciones no confirmadas, el presidente en
funciones, Luis Videgaray, ha retenido alrededor de 5 mil millones de
pesos, del presupuesto de egresos de 2013, para tapar una fuga
equiparable en las arcas del Tesoro Nacional.
Así, para que la economía se
reactive y la sequía desaparezca, Videgaray y su gabinete confían en que
la privatización de Pemex como remedio de todos los males. Sin embargo,
según cálculos que hace dos meses eran del dominio público, esa
“apertura” de la industria petrolera nacional a los inversionistas
privados, significará una reducción de 150 mil millones de pesos en los
ingresos de la paraestatal, que afectarán los gastos que el gobierno
cubre actualmente con ellos.
No olvidemos que, de cada peso que
el gobierno paga para afrontar sus múltiples compromisos económicos, 40
centavos provienen de Pemex. Pero en la genial jugada de pizarrón que la
tecnocracia ha diseñado para engañarse a sí misma, porque su plan no es
sólo absurdo sino inviable, Videgaray estima que el aumento del IVA, de
16 a 19 por ciento, incluyendo alimentos y medicinas, cubrirá ese hueco
de 150 mil millones de pesos.
Nada checa. Para evitar que el peso
continúe cayendo ante el dólar, las reservas del Banco de México deben
permanecer estables. Para que permanezcan estables, Videgaray debe
meterle el dinero presupuestado para gastos. Al congelar esos recursos,
la economía se paraliza. Por otra parte, el aumento mensual de los
combustibles, eleva los costos de producción y los precios de todos los
productos. Y encima de esto, intentarán aumentarnos el único impuesto
que no podemos evadir: el Impuesto al Valor Agregado.
El presidente Videgaray aguarda a
que pasen los comicios del próximo siete de julio, para iniciar la
segunda tanda de reformas: la del IVA y la de Pemex, o la de Pemex y la
del IVA. ¿A cuál se atreverá primero? Por lo que toca a los tres grandes
partidos políticos de la derecha (PAN-PRD-PRI), cuenta con votos más
que suficientes para que ambas iniciativas se aprueben en el Congreso.
El único factor que no controlan, y
cuyo comportamiento no pueden predecir, es el de las calles. Por
supuesto que habrá multitudinarias manifestaciones encabezadas por
Andrés Manuel López Obrador, quien no ha cesado de viajar semana a
semana por todo el país para organizar el Movimiento de Regeneración
Nacional (Morena), que aspira a convertirse en partido con registro.
Pero la fuerza que logre movilizar
Andrés Manuel, ¿será suficiente para que senadores y diputados rechacen
las iniciativas del FMI que Videgaray, y su muñeco de ventrílocuo
anuncian como transformadoras? La historia reciente nos ha mostrado que,
siendo tan amplia y extendida la base social que confía en AMLO, no
bastará para frenar este que parece el golpe de muerte contra nuestro
país.
¿Si se abre Pemex al capital
privado de Estados Unidos e Inglaterra esto detonará la creación de
empleos? Posiblemente, mas no para nosotros, sino para los técnicos y
obreros calificados de las empresas extranjeras que de hecho ya trabajan
en las plataformas de la Sonda de Campeche y perciben salarios diez
veces más altos que el de los mexicanos.
Para impedir que nos roben los
yacimientos, la industria y los mercados petroleros es preciso que se
produzca una erupción social de proporciones jamás vistas. Y que actúen
en forma conjunta todas las fuerzas que luchan contra las reformas que
respectivamente las afectan, como los maestros de la Coordinadora
Nacional de Trabajadores de la Educación, los estudiantes normalistas
(cuyas escuelas la reforma laboral en el ámbito educativo condenó a
desaparecer), los jóvenes de YoSoy132, las amas de casa, los
desempleados, los subempleados, los que resisten contra la Comisión
Federal de Electricidad y sus tarifas desmesuradas, los despedidos del
SME, los que exigen el regreso de Mexicana de Aviación, los que combaten
contra la mega minería tóxica, los que denuncian a diario la violencia
contra las mujeres, los defensores de derechos humanos en beneficio de
migrantes, las personas dedicadas al trabajo sexual, los animalistas,
los antitaurinos, los taurinos y un largo etcétera o un breve etc.
¿Sueños de opio? Sin duda. En
términos realistas, quizá volvamos a las calles los que estamos en
resistencia contra el neoliberalismo, por lo menos, desde 2005. Y
seremos de nuevo muchísimos. Y de todos modos las reformas pasarán. ¿Y
después qué?
¿Bajaremos la cabeza? Sí.
¿Pagaremos impuestos por enfermarnos o por querer comer por lo menos dos
veces al día? Sí. ¿Obedeceremos todo lo que nos ordenen y manden? Sí.
¿Veremos impotentes cómo se recrudece la violencia del crimen organizado
por Felipe Calderón y sus actuales secuaces? Sí. ¿Nos llevará la
chingada? Sí.
Estoy casi seguro de que lo peor
está por sucederle al pueblo de México, y de que no saldrán millones a
las calles como en Brasil. De lo que no estoy para nada seguro es de que
tanta postración, tanta resignación colectiva, la previsible y masiva
decisión de conformarse con las migajas que buenamente nos den para no
meternos en problemas con nadie, perdure más allá de los próximos doce
meses.
Durante la pasada campaña electoral
lo dijimos y lo repetimos. Los neoliberales que nos oprimen y exprimen
desde 1982, han agotado su ciclo histórico. Su proyecto, o más bien, la
prolongación de su proyecto de saqueo, ya topó con pared porque ya nos
quitaron todo. Lo último que les falta por arrebatarnos es el petróleo. Y
si lo hacen, el país se caerá. Por lo demás, tampoco tienen cuadros
capaces de gestionar con eficacia la cosa pública, y mucho menos
candidatos atractivos para ganar elecciones limpiamente: éstos contraen
deudas secretas con los dueños de todo, éstos les dan toneladas de
millones de pesos para comprar los votos de los hambrientos, y después
siguen robando para cumplirle a sus patrocinadores.
Bien sabemos que así fue como
Videgaray llegó a la Presidencia manejando tras bambalinas a su muñeco
de ventrílocuo. Sin embargo, el deterioro cerebral de ese pobre hombre a
un voluminoso copete unido, avanza y día a día nos confirma que no
podrá mantenerse mucho tiempo más como la principal atracción del
circo.
Para los cambios que requiere el
país, la clase política no está preparada: esta muerta y en estado de
putrefacción. Hoy como ayer y anteayer, desde las calles y con la gente
(cuando la gente quiera, no antes ni después), tenemos que construir un
nuevo pacto social para fundar una nueva República. Para ello debemos
prepararnos y saber desde ya que habrá en contra nuestra múltiples
provocaciones. Pero como dijo Hernán González, “la consigna es no
angustiarse”. Yo estaré en @Desfiladero132, por si ocupan.
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