Durante la sucesión
pontifical, algunos movimientos seglares, ciertas congregaciones y
grupos religiosos tienen un papel activo y silencioso en el proceso del
cónclave que merece la pena guardar atención. Se mueven sin ser
detectados en los pasillos, con bajo perfil y sigilo, juegan un rol
importante en el proceso de escrutinio, promoción y negociación de los
principales aspirantes al pontificado. Estos grupos se convierten en
eficaces redes de cabildeo que pueden incidir en el resultado final de
un cónclave. Hay que advertir que estos grupos no quieren poseer como
tal el poder eclesiástico, sino un posicionamiento ventajoso que les
facilite su expansión, privilegios y consolidar así su misión. La
mayoría de estos grupos son conservadores y han crecido al amparo de más
de 35 años de dos pontificados que los han venido consintiendo y
arropando. Por ejemplo, en el cónclave de 2005, el Opus Dei emprendió un
intenso y eficiente cabildeo en favor de Ratzinger, mientras los
legionarios de Cristo se la jugaron vanamente por Angelo Sodano, el
secretario de Estado de Juan Pablo II; para algunos especialistas, este
hecho marca su deterioro, pues cayeron en desgracia cuando equivocaron
su apuesta. En un precónclave, el papel que puedan desarrollar estos
grupos eclesiales como los Caballeros de Colón, el Opus Dei, la Comunión
de Liberación, los Focolares, Renovación en el Espíritu o la Comunidad
de San Egidio, es de suma importancia en la compleja promoción que debe
darse de manera delicada, así como procurar la concertación en torno a
un candidato. Estos grupos también, en su defecto, pueden torpedear o
bloquear el desempeño y la imagen de un aspirante que esté repuntando
peligrosamente. Pueden ser portadores de guerra sucia de baja intensidad, como en los procesos electorales seculares.
Uno de los principales aspirantes pontificales, Angelo Scola,
arzobispo de Milán, tiene fuertes apoyos de Comunione e Liberazione, al
cual perteneció; Scola es discípulo distinguido de Luigi Giussani,
fundador de este movimiento político-religioso neoconservador. Tiene
casi 50 mil adherentes, principalmente en Italia, y fuertes nexos
políticos con posturas de democratacristianas a teocráticas. Los
cardenales estadunidenses Timothy Dolan, de Nueva York, presidente de la
Conferencia de los obispos en Estados Unidos, y Sean O’Malley, cardenal
de Boston, cuentan con apoyo y cabildeo de los Caballeros de Colón y de
las redes de Pro Vida. La confrontación que estos cardenales con Barack
Obama y núcleos del Capitolio rompe con la tesis de imperialismo
estadunidense que se extendería a la Santa Sede. La vieja guardia
wojtylana, encabezada por Sodano, Leonardo Sandri y el cardenal Paolo
Sardi –por cierto, patrón este último de la Orden de Malta–, recibe
apoyo de grupos que tienen nostalgia del pontificado de Juan Pablo II;
entre ellos están los legionarios de Cristo, que ahora tienen mucho
menos fuerza, pero su cabildeo apunta a fortalecer la curia italiana con
la que se entendió muy bien en el pasado reciente, según las
investigaciones de Jason Barry, con base en cuantiosos sobornos. Los
legionarios estarían también cerca del ex secretario de Juan Pablo II,
el cardenal polaco Stanisław Dziwisz. Por otra parte, tenemos a la
poderosa comunidad de San Egidio, muy cercana al pasado gobierno de
Mario Monti, en que su líder Andrea Riccardi fue ministro sin cartera
para la cooperación internacional. Este grupo de más de 30 mil laicos en
el Trastevere se ha centrado discretamente en el cónclave. En 2005
apostaron intensamente por Dionigi Tettamanzi, quien perdió. Sus
movimientos ahora son cautelosos; Riccardi, muy cercano a Georg
Gänswein, secretario de Ratzinger, pareciera que apuesta a posicionar al
arzobispo de Nápoles, Crescenzio Sepe. Según Marco Ansaldo y Paul
Rodari, en un artículo recién publicado en La Repubblica
(“Dall’Opus Dei a Sant’Egidio la sfida all’ultimo voto”), la prelatura
del Opus Dei sabe cómo influir en los cónclaves. Un peso enorme tiene el
cardenal Julián Herranz, presidente del expediente secreto preparado
por el Papa en Vatileaks; aunque no participa en el cónclave,
sus opiniones fueron son importantes. Ahora su apuesta está más
diversificada con cardenales afines; para el cónclave están apuntalando
las candidaturas de Angelo Scola y Marc Ouellet, así como ven con buenos
ojos al primado de Hungría, Peter Erdo. Los también poderosos grupos
focolares y algunos otros de espiritualidad de corte carismático son
cercanos al salesiano cardenal Tarcisio Bertone, quien los ha apoyado a
posicionarse en las políticas de Roma. Tiene fuerte presencia en la
curia, especialmente en la Secretaría de Estado. Es también focolare el
cardenal brasileño Joao Braz de Aviz, a quien se considera papable.
Entre los focolares podrían seguir los candidatos de Bertone; uno
cercano es el cardenal Gianfranco Ravasi.Para sembrarte de guitarra, para cuidarte en cada flor, y odiar a los que te castigan, mi amor, yo quiero vivir en vos./Serenata para la tierra de uno (María Elena Walsh)/
martes, 12 de marzo de 2013
Los movimientos de presión en el Vaticano ante el cónclave
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