Políticos Veracruzanos dormitando en un evento de Cultura...
Nunca, enredado en la fallida bursatilización fidelista —de nefastos resultados, provocadora de deuda y cero desarrollo—, se le vio mayor destello a Javier Duarte de Ochoa en un terreno que se suponía, sólo se suponía, era lo suyo: las finanzas.
Opaco, sin lustre, donde menos brilló fue, paradójicamente, en la Secretaría de Finanzas, hincado a los pies de Fidel Herrera Beltrán, su antecesor en el gobierno de Veracruz, maestro e inventor, cuando contratar créditos multimillonarios con cargo al erario e hipotecar el futuro, era el deporte sexenal.
Fue siempre un segundón en el fidelato, útil solo para suscribir las tretas financieras y justificar el derroche infinito de su patrón, haciendo malabares, mientras se cocinaba en su entorno cercano el gran descalabro económico, producto del endeudamiento bancario, la falta de controles presupuestarios, adeudos con proveedores y contratistas, y todo aquello que fue delineando la quiebra moral y el desastre de las instituciones de Veracruz.
Arquitecto de la crisis, hoy Javier Duarte paga con creces la nefasta herencia financiera que él mismo ayudó a forjar. Y es ahí, en el manejo de los dineros, en la transparencia y, sobre todo, en la eficiencia, donde el gobernador Duarte no da una ni halla la fórmula para oxigenar el caos en que se ha metido y tiene metidos a los veracruzanos, atascado su “estado próspero” en un lodazal de compromisos incumplidos, deudas pendientes, cancelados los niveles de bienestar hasta que el destino nos alcance.
Javier Duarte lidia con una deuda impagable de 35 mil millones de pesos oficialmente reconocidos, la deuda fiel cuyo desglose implica 17 mil millones en adeudos con proveedores y contratistas y el resto con obligaciones bancarias y la bursatilización del impuesto por tenencia de vehículos.
Esa, créase o no, es la arista más suave del poliedro. Los enemigos —gratuitos o no— de Fidel Herrera y Javier Duarte, entre ellos el futuro candidato panista al gobierno de Veracruz, Miguel Angel Yunes Linares, refieren que el mal es mayor: la deuda real ronda los 60 mil millones de pesos, incluidos créditos oscuros y adeudos con organismos oficiales, entre ellos Pensiones del Estado, de los que ni el anterior ni el actual gobernador quisieran acordarse. Ellos no, pero el pueblo sí.
Javier Duarte anda metido en la cueva de la serpiente, con un endeudamiento criminal, y lo único que se le ha ocurrido es suscribir más créditos para renegociar la deuda bancaria, herencia del fidelismo, la mayoría suscrita por él mismo, y recurrir a una nueva bursatilización, con cargo a las participaciones federales.
Si aquella bursatilización, la del fidelato, fue un fracaso, lo que asoma en el horizonte es equiparable a un cuento de terror. Aquel embuste fidelista ofrecía que los recursos de la bursatilización generarían obra pública y obviamente desarrollo. Lo contaron tan bien, que nadie se los creyó. Usaron entonces los métodos más socorridos por cualquiera mafia. Le torcieron la mano a los alcaldes y, así le entraron casi todos los municipios veracruzanos; sólo se resistieron los que advirtieron que la farsa habría de provocar un boquete financiero, como finalmente ocurrió.
Unos, los del club de los honestos, usaron la bursatilización para campañas políticas, como denunció el ex diputado Dalos Ulises Rodríguez, y otros, los pillos, se los embolsaron. Los municipios quedaron atados a una deuda por 25 años, que rasuran mes con mes su presupuesto. El desarrollo no llegó, la obra tampoco; la deuda, sí.
Como hoy, Javier Duarte ofrece la bursatilización como un bálsamo a la crisis financiera de Veracruz, pero esta vez con peor enfoque, o mejor dicho, con un enfoque más cruel. No esgrime que los 6 mil 900 millones de pesos que habría de colocar en bonos bursátiles sean para obra pública, sino para renegociar deuda. O sea, pagaría deuda vieja y lo que se obtenga de la bursatilización se cubriría con los recursos de las participaciones federales, mermando el dinero para obra y desarrollo.
Duarte es, además de un mal financiero, un político insensible. Su proyecto de bursatilización contempla afectar participaciones federales por 4 mil 600 millones a 15 años y otros 2 mil 300 millones a 25 años. Es el tiro de gracia para Veracruz.
Por otra parte, no se puede negar que la bursatilización es un negocio redondo, pero para el que lo instrumenta. Veracruz, en tiempos de Fidel, fue de los estados que mayor dinero pagó a quienes la diseñaron y colocaron los certificados bursátiles. Un personaje que metió la mano fue Carlos Jair Jiménez Bolaños Cacho, supuestamente el que la ideó, hoy secretario de Finanzas del gobierno de Chiapas, y a quien se le acusa de haberse embolsado 71 millones de pesos por hacer faena con los recursos de los chiapanecos.
Se ve venir, pues, un negociazo al amparo de la bursatilización, que en términos reales es endeudamiento, del que no será ajeno el gobernador Javier Duarte, a costa, desde luego, de los veracruzanos y de su hipotecado futuro.
Es cuestión de esperar.
Archivo muerto
Domina a Leopoldo Torres la mentira y la marrullería. Casi con enfado, seco, cortante, dice que su hijo no está ni estuvo secuestrado; que nadie lo levantó; que fue un rumor surgido entre sus compañeros de escuela. Miente el alcalde de Minatitlán, ex diputado local de penoso desempeño y triste andar. Su hijo, Marlon Torres Fuentes, que no es de ninguno de sus dos matrimonios, sí fue secuestrado, la mañana del martes 2 de octubre, cuando se dirigía a la escuela en su auto Bora, color negro.
Hoy se sabe, luego de un golpe asestado por el Ejército y la Marina, que sus captores, ya encarcelados, son policías: el subinspector de la Intermunicipal, Félix Méndez Flores; su escolta y chofer, el oficial Fidel Sánchez Jiménez, y elementos de la patrulla marcada con número IC-242, de acuerdo con la versión difundida por el diario Notiver, del puerto de Veracruz. Oficialmente, a los detenidos sólo se les acusa por espionaje, de ser parte de una red de información al servicio del crimen organizado y de cinco homicidios.
Lo hacen así para no reconocer que la policía veracruzana está infiltrada hasta el tuétano por el narco. Leopoldo Torres, que aseguraba que su hijo —o sobrino, como ha hecho pasar— estaba en su casa, en ningún momento lo presentó públicamente para acallar los rumores. Y no lo hizo porque lo real es que Marlon Torres permanecía cautivo, mientras el alcalde de medio tiempo que sufren los minatitlecos seguía teniendo a su lado a la policía secuestradora y por enterado.
Grave que a estas alturas, con el operativo Minatitlán Seguro en marcha, atestado de soldados y marinos el municipio, un grupo de policías criminales hayan levantado al hijo del presidente municipal. Peor, aún, que éste lo niegue cuando los hechos lo exhiben… Cuatro días, de los siete que tiene la semana, se los vive Marco César Theurel Cotero en la ciudad de México.
A control remoto gobierna Coatzacoalcos. Dice que si Javier Duarte lo hizo con Veracruz, desde Europa, cuando los Juegos Olímpicos, por qué él no, si es más inteligente, tiene mejores padrinos y también Messenger y What’s App. Theurel, que primero residió en el hotel Fiesta Inn, Reforma, hoy ya tiene un departamento de lujo.
Instaló oficinas cerca de Polanco, a la vuelta del centro de mando de Luis Videgaray Caso, el coordinador del equipo de transición del presidente electo Enrique Peña Nieto, al que le baja el sol y las estrellas para que lo maquille de peñista, creyendo que van a olvidar cómo los hizo perder en la elección federal en el distrito de Coatzacoalcos.
El agresivo Theurel —“Te rompo tu puta madre”— contrató los servicios de una empresa de mercadotecnia y otra de imagen pública para concretar la presentación del proyecto del Corredor Transístmico, impulsado por el ex secretario de Hacienda de Carlos Salinas de Gortari, Pedro Aspe Armella, dueño de la consultora Protego, que también diseña bursatilizaciones desastrosas, que luego provocan deudas impagables y que son ilegales, como la del estado de Sonora, que la Suprema Corte de Justicia de la Nación echó para atrás porque la pretendían presentar con la etiqueta de que no era deuda. ¿Sabrá el gobernador Javier Duarte que Theurel lo rebasó o ya le gustó que le coman el mandado?...
Nada sutil, la ambición a flote, Víctor Andrade López quiso sacarle provecho a los trabajos de pintura en el edificio del PRI en Coatzacoalcos. Deslizó el líder priísta la obesa factura; pasó una aduana, pero en la siguiente fue frenada.
Cuenta uno de los empleados del área financiera que el sablazo era de un millón 300 mil pesos; uno en el área política asegura que iba por un millón 700 mil. Unos y otros, dicen que eso siempre ha ocurrido. Los demás, el pueblo, está seguro que eso es desvío de recursos públicos, esta vez a favor del PRI, al que el Ayuntamiento le paga nómina, teléfono, energía eléctrica y hasta mantenimiento, todo extraído de los sobres de pago del “personal fantasma”, los aviadores, de la plantilla municipal, pues.
Nada hace por el PRI Víctor Andrade, como no sea la derrota de Peña Nieto y los senadores Yunes en la elección federal, pero a cambio quiere que el tricolor sea un negocio rentable.
No tanto, claro, como venderle plazas a los trabajadores electricistas, pero al fin negocio… Ahorrativas como ellas, no hay. Son dos secretarias, con salario apenas para sobrevivir, quienes incursionan en el negocio del alimento.
Son dos secretarias, allegadísimas al tesorero municipal de Coatzacoalcos, Daniel Jiménez Medina, las de confianza, las manipulables, que ahora se convierten en empresarias restauranteras. Adquirieron Puerto Café, sobre el Paseo Miguel Alemán, llegando a la playa, por el que pagaron una traspaso de 100 mil pesos.
Ahora invierten una millonada en remodelarlo, ponerlo ad-hoc, haciendo maravillas con el salario exiguo que perciben. Magas de las finanzas, ambas empleadas son la envidia del Ayuntamiento de Coatzacoalcos.
Y hay quien dice que el restaurantero es realmente Daniel Jiménez, así, con banderita de yo-no-fui, parloteando que él está congelado, que no maneja un centavo, que es tesorero de membrete, don cero a la izquierda, un simulador. Buen provecho…
Mussio Cárdenas Arellano
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