–No creo que sea la solemnidad, sino la malvada intención de los gobernantes para que la escuela se convierta en una fábrica de ignorantes, todo está planificado para que los que asisten a las escuelas no se vuelvan críticos de la sociedad. Al poder no le interesa tener súbditos críticos, sino vasallos agachones que no cuestionen nada y se concreten a obedecer y callar (como en los viejos reinos), por eso no promueven la lectura. En los libros se encuentran otras versiones de la historia, muy diferentes a las oficiales de los libros de texto.
Fotos: Francisco Olvera/ archivo La Jornada |
–En mis tiempos ya estaba establecido el tipo de educación que tenemos ahora, pero no se contaba con la televisión. Ahora los mexicanos dependen de la TV (y de la peor TV: Televisa y TV Azteca) que es realmente la educadora y desinformadora. Es iluso creer que nuestro pueblo deje de ser agachado si está enajenado en todos los niveles socioeconómicos por el pan y circo de las televisoras. Ellas son los verdaderos gobernantes y “educadores” en México, y ahora hasta se dan el lujo de lanzar su candidato a la Presidencia. Y es imposible competir o tratar de competir con Televisa y TV Azteca. No hay forma de cambiar al país y a la sociedad si no tenemos “otra” televisión que les haga contrapeso.
–¿Dónde comienza la responsabilidad de un lector de formarse a sí mismo y dónde la de las instituciones educativas de brindar ese apoyo?
–No podemos esperar que a las autoridades educativas les interese cambiar el modelo educativo, ni a las televisoras les interesa hacerlo; hay que esperar, con mucho optimismo, que el interés por la lectura nazca en el seno familiar. Es rara la escuela que lo está haciendo y son raros los medios escritos que lo hagan. El resultado es que México es uno de los países donde menos se lee. Y más ahora con la feroz competencia del internet, que les resuelve a los alumnos sus tareas sin tener que recurrir a los libros. El panorama a futuro luce realmente oscuro.
–¿Qué le despertó el hábito de la lectura y cómo nació esa generosidad de compartir lo aprendido a través de sus libros?
–Nací con esa inquietud y en cuanto descubrí que la historieta y los libros gráficos eran un arma formidable y una forma de llegarle a la gente, me he dedicado desde hace más de cincuenta años a tratar modestamente –y molestamente– a decirles a mis lectores cosas que jamás se van a decir por la televisión u otros medios. Claro, lo que se ha logrado ha sido al margen de los grandes periódicos, buscando editoriales donde no haya censura y periódicos y revistas independientes. Pero ha sido difícil y los logros son mínimos en comparación con la tremenda influencia que tiene la TV. Para mí, el gran peligro para México es la TV, pero creo, desgraciadamente, que ya es un poco tarde para combatir ese peligro.
–Tuvo una formación de seminarista y se considera ateo, ¿una persona que lee puede conservar sus creencias?
–Yo no trato de que la gente reniegue de sus creencias, pero si alguien lee y ejercita el uso de la razón se tiene que dar cuenta de que todas esas creencias heredadas son falsas, y que si quiere realmente ser libre tiene que despojarse de todas esas falsedades en que se sostienen todas las religiones. Yo me considero ateo-cristiano, lo que a muchos les parece una vacilada, pero no es así: simplemente creo en Jesús como un ser humano notable, pero no lo considero hijo de Dios, ni mucho menos. Muchos creen erróneamente que no se puede tener una moral o una ética sin pertenecer a ninguna religión, pero está demostrado que muchos ateos llevan una vida más limpia sin tener que ir a ninguna iglesia. Incluso yo les digo a los amigos que si quieren creer en Dios, que lo hagan, pero que no incluyan como intermediarios a los curas...
–En El mundo del fin del mundo habla de las cosas que están acabando con el planeta, que son netamente humanas y que preferimos atribuirle a Dios. ¿Es esta la herencia de la ignorancia en el país?
–Sus libros han abarcado muy diversas disciplinas: historia, filosofía, religión, medicina popular… De joven, ¿alguna vez imaginó que se iba a dedicar a escribir y a ilustrar sus propios libros?
–Yo digo, en plan de broma, que a mí Dios me dio la misión de volver a todos los que pueda ateos, rojillos y vegetarianos, y por eso creo que los temas que más gusto me da hacer son los relacionados con la comida y la religión. Y en todos mis libros siempre está presente, a veces medio escondida, la enseñanza marxista, que para mí ha sido tratar de hacer que la gente razone, que piense, que lea, que se inconforme con las injusticias y los abusos. Cosa muy diferente, ¡otra vez!, a lo que vemos y oímos por la televisión. Mi grito de guerra siempre ha sido: apague la tele y encienda un buen libro... aunque poca gente me haga caso. Ni modo.
Eduardo del Río, Rius, (Zamora, Michoacán, 1934) comenzó a publicar sus primeras caricaturas en 1955 en la revista Ja-Já. Fundó diversas publicaciones de humor político: La Gallina, Marca Diablo, La Garrapata, El Chahuistle y El Chamuco. Sus historietas Los Supermachos y Los Agachados
han tenido eco en varias generaciones; irreverente, incisivo y, con el
humor que le caracteriza, ha abordado diversos temas de historia,
filosofía, religión y medicina popular en sus libros que ya forman
parte del itinerario de la cultura nacional.
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