PANEGIRICO PRONUNCIADO EN EL TEATRO DE LOS HEROES DE LA CIUDAD DE CHIHUAHUA EL 21 DE MARZO DE 1906.
…..En esta tierra heroica consagrada a la gloria por el martirio de Hidalgo, mis padres me enseñaron, siendo yo muy niño, una cosa sencilla y admirable: que Juárez era un hombre que había salvado a la Patria. Y desde la infancia amé a Juárez, porque mis padres lo amaban.
Después, en el estudio incesante de mi juventud ávida y curiosa, los libros y la palabra de maestros sabios y buenos, me hicieron conocer la figura del gran mexicano en su realidad histórica. Gracias a esas enseñanzas, logre comprender su vida accidentada y trágica. Penetrar al fondo de su espíritu sereno y noble, apreciar sus actos rectos y fírmes, definir su papel y determinar su puesto en la vida nacional; y mi amor inconsciente de niño, se trocó en el amor exaltado del joven que con entusiasta pujanza; justaba contra los calumniadores de Juarez, para transformarse, al fin, en el amor plenamente reflexivo del hombre que sabe que todos los calumniadores no son sino los miserables esclavos de la verdad y de la virtud, que creen destruir y construyen, que piensan opacar y lustran, que se proponen manchar y límpian, pues en justo castigo de su audacia y rebeldía, tienen el torrnento de mirar que el lodo perecedero con que amasan sus envidias, se les convierte en sus propias manos en la arcilla eterna de las glorificaciones humanas; como se convierte cada gesto de Satan en una sonrisa de Dios!
Al volver a esta tierra magnánima que es mi orgullo, a estos benditos lugares para los que anhelo todos los bienes del progreso humano, a donde el Benemérito llegó ileso del ultraje, encarado a la adversidad, sin haber perdido a lo largo del camino hostil una sola esperanza–trayendo envuelta y custodiada en su fé a la República, y donde encontro aliento y apoyo y corazón, repito emocionado y reverente las palabras de verdad que me enseñaron mis padres: Juarez fue el salvador de la Patria.
Sí, palabras de verdad que justifican el apotéosis. A medida que el tiempo pasa, Juárez asciende como un astro de vida en la conciencia nacional. Cada día, el amor que el pueblo le profesa se depura y crece. La fecha de hoy es una fecha sagrada, La Patria cumple un deber religioso, y lo cumple magnificamente. Lo que hacemos ahora, lo que en estos momentos se conmemora en ‘la extension del pais, es más que una fiesta, es más que un acontecimiento. Lo que celebramos es el natalicio de la República, de nuestra República, de la República mexicana. Por eso, todas las bocas pronuncian con amante respeto el nombre definitivamente divino del Patricio. En la tribuna, en el libro, en la prensa, en la escuela, en el hogar, el pensamieuto lo evoca y el corazón lo resucita. Los niños aprenden la historia de su vida, los jovenes la estudian , los viejos la recuerdan. La poesía y la historia, musas hermanas, enaltecen a Juárez ante el altar de la patria resplandeciente de purísimo fuego. Así, en las solemnidades de Athenas y de Olímpia, Pindaro cantaba con acentos de victoria las hazañas de los héroes, y Herodoto leía ante el pueblo palpitante las historias de las ciudades gloriosas.
Juárez fué una de aquellas almas complexas y ricamente dotadas de la más alta humanidad, como sabe darlas la gente nuestra en sus producciones fatales; y es el más popularmente glorioso de los mexicanos, porque él, más que ninguno otro, sintió y reflejó el suplicio moral de la patria; porque él, más que ninguno otro, creyó en la patria; porque él, más que ninguno otro, tuvo la seguridad de que nos restituiría la patria: porque él, más que ninguno otro, adivinó el porvenir de paz y de trabajo de la patria. Los que creen que la psicología de Juárez es una psicología elemental, de breves caracteres. Simplista entre los cuales predomina la pasividad, se engañan lastimosamente: pretendiendo destruir los que llaman con desdén “la leyenda de Juarez” No han logrado más que sustituirla con otra, “la leyencla del hombre inerte,’ del heroe por fuerza«. Esta si es una leyenda; y pobre y estéril: no la anima la historia, ni la decora el arte, ni la fortalece la ciencia. Y creyendo huber roto en mil pedazos la figura del Benemerito, dicen enfáticamente que son obreros del progreso y de la civilizacion, porque la verdad no le hace daño a nadie. En esto, opino como ellos, por lo cual creo que lo que dicen no es la verdad. Concepción por concepción, prefiero a la de estos «sabios» la de alguno que otro pobre de espiritu, que aun se imagina que Juárez es la encarnación de Satanás. Esto, a lo menos, es mas poética y menos ofensivo a la memoria de Juárez.
Evocad un instante, señores, la popular figura típica del Patricio. Ante ella, queramos o no, nos sentimos en presencia de un poder, de una fuerza, de una fascinación, Si hablara, obedeceriamos. Su banda tricolor de Presidente cruzada sobre el chaleco, impone más que la espada heroica del general Zaragoza. Su cabeza ancha y robusta, vigorosamente apoyada sobre las espaldas inflexibles, denota la franqueza de una alma franca y resuelta; en su frente, que tiene el severo horizonte de los cielos de Anahuac, parece que un pensamiento de libertad abre al vuelo sus alas de águila; sus ojos de mirada honda y benigna, son de quien transforma el presente y lo domina; y sin embargo, el que mire bien, su figura estupenda, sorprendera entre ceja y ceja, en la contraccion de los severos lineamientos, verá una sombra de fatiga y de tristeza. No es la fatiga de los innumerables combates, no es la tristeza del deber desfalleciente o del ideal expirante, no: es la experiencia de los desengaños, es el sentido de la vida cruel, es el dolor de la ingratitud de muchos, es el conocimiento amargo del mal humano que se encaja como un clavo de lumbre en el cerebro de los grandes y de los buenos; pero que ellos, por mucho que sufran, lo disimulan con el esfuerzo de la sonrisa o con el Heroísmo de la impasihilidad.
Para ser grande, es preciso que el hombre logre hacerse dueño de sí mismo. Dentro de nosotros habitan nuestros más terribles enemigos: el que sabe combatirlos y vencerlos, hace más por la gloria, según el juicio de los sabios, que si conquistara el universo. No domina a sus semejantes sino el que ha dominado ya dentro de su propio espíritu, las pasiones en una lucha en la cual se cree morir de angustia y de dolor… , He aquí lo que puede la fuerza del alma: es capaz de amplificar el genio y de dar energía y vigor a todas las otras virtudes; llega hasta suplir las que nos faltan, porque el que no sea ni valeroso, ni justo, ni moderado por instinto, logrará serlo por la razón apenas haya sujetado sus pasiones y vencido sus prejuicios, convenciéndose de que no es posible hacer la felicidad propia sino trabajando por la felicidad de los demás. Las otras virtudes nos libran de la dominacion de los vicios, dice Bacon; pero solo la fuerza de alma nos protege contra la tiranía de la fortuna. .…(fragmento)
Jesús Urueta
Revista Moderna de México
1906
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