Aunque el grupo de potentados surgidos de las privatizaciones (sobre todo en el salinato) siempre mantuvo y fue acrecentando su influencia política, es al calor de las elecciones presidenciales de 2006 cuando termina de consolidarse y se convierte de facto en un supremo poder oligárquico. ¿Quiénes son estos personajes? En primer término, considero que forman parte de esta élite los hombres más ricos de México; es decir, los multimillonarios que aparecen en 2010 en la lista de la revista Forbes. Estoy hablando de Carlos Slim Helú, Ricardo Salinas Pliego, Germán Larrea Mota Velasco, Alberto Bailleres, Jerónimo Arango, Emilio Azcárraga Jean, Roberto Hernández Ramírez, Joaquín Guzmán Loera y Alfredo Harp Helú.
También forman parte del grupo dominante otros empresarios y banqueros, de menor rango o venidos a menos, que siguen manteniendo influencia política, como Roberto González Barrera, Lorenzo Zambrano, Lorenzo Servitje, Claudio X. González, Gastón Azcárraga, Carlos Peralta, Dionisio Garza Medina y José Antonio Fernández. Hay, desde luego, hacia abajo muchos otros, pero los principales son muy pocos. En el porfiriato eran 300 familias las que dominaban en el país, ahora son menos pero con mucho más poder económico y político. En total, sostengo que son alrededor de 30 los que conforman el Comité Central de la oligarquía de México.
Durante el tiempo que fui jefe de gobierno de la Ciudad de México (2000-2005), conocí a casi todos los integrantes de esta élite de poder, por lo que tengo una idea de cómo piensan y actúan. De modo que puedo dar un breve testimonio de cada uno de ellos. Empiezo con Carlos Slim, al que traté por primera vez en el año 2000. Él formó parte del Consejo Consultivo integrado por Jacobo Zabludovsky, el cardenal Norberto Rivera y Guillermo Tovar y de Teresa para la restauración del Centro Histórico que llevamos a cabo, de manera coordinada, la iniciativa privada, el gobierno federal y el gobierno de la ciudad. Slim es bastante sencillo aunque es el hombre más rico del mundo. (…)
En reuniones con él nunca trató el tema de Salinas, aun cuando siempre ha existido la sospecha de que su fortuna es compartida con el expresidente. Cuando se privatizó Teléfonos de México, era un secreto a voces que esta empresa pública se había vendido a Carlos’n Charlie’s. Incluso, se ha llegado a sostener que Salinas tiene acciones anónimas o al portador en Telmex. También se comenta que las acciones que recién compró del periódico The New York Times son realmente de Carlos Salinas. Pero todo esto sigue siendo un enigma que con el tiempo seguramente se despejará, o tal vez el mismo Slim, en congruencia y en honor a la verdad, lo aclare en definitiva y de cara a los mexicanos por tratarse de un asunto de interés público. (…)
Aunque Slim tiene evidentemente peso económico y político, no actúa con arrogancia y tampoco con mucho protagonismo en asuntos públicos. Además, no se ha sumado a la guerra sucia contra nosotros.
Distinto es el comportamiento de otros personajes de este grupo de potentados. Menciono el caso de Roberto Hernández. Él sí ha venido incidiendo de manera facciosa en la vida pública del país y, desde hace años, ha sido uno de los principales promotores de la campaña para detenernos políticamente. Una prueba del papel de Roberto Hernández y de cómo la mayoría de los políticos de México no son más que achichincles de los potentados, se desprende con mucha claridad de la conversación telefónica que fue difundida, en agosto de 2003, por los enemigos de Elba Esther Gordillo, cuando estaba a punto de ser coordinadora del grupo parlamentario del PRI en la Cámara de Diputados. En esa conversación, el banquero, actuando como El Padrino, le decía, desde Londres, que había que impulsar las reformas estructurales; léase, aumentar los impuestos a la mayoría de los mexicanos y privatizar la industria eléctrica y el petróleo. (...)
Ricardo Salinas Pliego es uno de los más influyentes del grupo, pero, al igual que Slim, actúa en solitario. Su poder dimana de ser concesionario de la segunda televisora más importante del país. Lo conocí durante la campaña a la Jefatura de Gobierno en 2000. Entonces me veía con recelo por mi admiración y respeto a Samuel del Villar, quien fue procurador en el gobierno del ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas y de Rosario Robles, y lo había interrogado con severidad en el caso del asesinato de Francisco Stanley. Su desconfianza hacia mí lo llevó a utilizar a Televisión Azteca para enfrentarnos en esa campaña. En vísperas de las elecciones eran frecuentes los reportajes contra Samuel del Villar, así como del gobierno de la ciudad y del PRD. (…)
Aunque esta campaña nos quitó votos, no les alcanzó para evitar que ganáramos. Al día siguiente de nuestro triunfo me buscó, y se sinceró diciéndome que, aunque era evidente que no estaba conmigo, reconocía que sería la autoridad en la ciudad y estaba dispuesto a colaborar. Desde entonces, la relación ha sido de respeto en el marco de las limitaciones que le imponen sus convicciones e intereses.
Con Emilio Azcárraga ocurrió al revés. Había desde el principio una buena relación que poco a poco se fue deteriorando hasta convertirse en uno de mis principales adversarios. Cuando murió su padre, Emilio supo mantener a flote la empresa heredada e inició una etapa de mayor apertura en Televisa. Sin embargo, en la medida en que fue creciendo su ambición por acumular cada vez más dinero y poder, se fue apagando la pluralidad y el deber de informar con objetividad y profesionalismo. (…)
Con Emilio Azcárraga ocurrió al revés. Había desde el principio una buena relación que poco a poco se fue deteriorando hasta convertirse en uno de mis principales adversarios. Cuando murió su padre, Emilio supo mantener a flote la empresa heredada e inició una etapa de mayor apertura en Televisa. Sin embargo, en la medida en que fue creciendo su ambición por acumular cada vez más dinero y poder, se fue apagando la pluralidad y el deber de informar con objetividad y profesionalismo. (…)
El proyecto de Emilio Azcárraga va más allá de sus negocios. En Televisa se aglutina el grupo de intereses creados más importante de México. En esa empresa se alimentan y nutren mutuamente el poder económico y el poder político. Son socios y miembros del Consejo de Administración de Televisa, Roberto Hernández, Claudio X. González, Germán Larrea, Alberto Bailleres, Enrique Krauze (el más afanoso ideólogo de la derecha), y quien lo preside es Pedro Aspe, exsecretario de Hacienda del gobierno de Carlos Salinas de Gortari.
Germán Larrea es otro ejemplo de influyentismo e impunidad. Es dueño de una de las tres principales compañías mineras del país. Su empresa denominada Grupo México monopoliza toda la producción de cobre. El 24 de agosto de 1990, durante el gobierno de Salinas, se le entregó la histórica mina de Cananea, en Sonora. Conviene señalar que un año antes, en 1989, Nacional Financiera dio a conocer que la mina sería cotizada en 2 mil millones de dólares. Sin embargo, se le vendió en 475 millones de dólares, una cuarta parte de su valor.
Es tanta la influencia de Grupo México que, desde hace cuatro años, ha contado con todo el apoyo de las autoridades para enfrentar al secretario general del sindicato minero, Napoleón Gómez Urrutia, a quien acusa de corrupción y prácticamente obligó a exiliarse en Canadá. Independientemente de si existe o no culpabilidad de este dirigente, lo cierto es que es notorio el intervencionismo de las autoridades a favor de Larrea. A esto se agrega que a los trabajadores de Cananea, después de tres años en huelga, se les han negado todos sus derechos, mediante procedimientos francamente violatorios de la Constitución y de la Ley Federal del Trabajo. Como ya dijimos, el abogado de Grupo México fue durante algún tiempo Fernando Gómez Mont, actual secretario de Gobernación.
(…) Larrea es el tercer hombre más rico de México y ocupa el lugar 72 en la lista de los multimillonarios del mundo pero, al mismo tiempo, se trata de uno de los hombres más insensibles y de malas entrañas de la vida pública del país.
La actual oligarquía se conformó desde el gobierno de Carlos Salinas, cuando un puñado de traficantes de influencias, al amparo del poder público, inició el despojo de bienes de la nación y del pueblo, con el engaño de una supuesta modernización del país. El modelo llamado neoliberal, más bien de corrupción y saqueo, se consolidó con los gobiernos de Zedillo, Fox y Calderón. Con el paso del tiempo, este grupo de potentados fue adquiriendo poder político hasta situarse por encima de las instituciones constitucionales. En los hechos, ellos son los que verdaderamente mandan en el país. (…)
Un factor decisivo es el papel que juega Carlos Salinas de Gortari como articulador del grupo dominante. (…) Es el personaje que armoniza a los integrantes de la oligarquía. Los conoce a todos, le deben mucho y lo admiran o le tienen miedo. (…) Salinas presume de tener agarrados no sólo a los hombres de negocios, sino a casi todos los integrantes de la sociedad política. Tiene un fichero donde, además de información general, guarda copias de facturas y cheques de empresarios, políticos, opositores, comunicadores e intelectuales. (…)
La relación Televisa-salinas es la piedra angular que soporta toda la estructura de poder de las élites en el México contemporáneo. (…) Han echado a andar la operación de recambio con miras a 2012. Como el PAN y Calderón ya no les funcionan, ahora la apuesta es al PRI y a Enrique Peña Nieto, gobernador del Estado de México, un personaje mediocre y ladrón, que fue secretario de Finanzas cuando gobernó esa entidad el desprestigiado Arturo Montiel, acusado de corrupción.
Como es evidente, la mafia del poder que patrocinó al PAN en 2000 y, de manera decisiva, en 2006, ha dejado a Calderón al garete. Es más, son tan desalmados que le están echando la culpa del desastre nacional sólo a él.
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