viernes, 11 de junio de 2010

ELECCIONES 2010 - Compra de votos













¿Qué significa la compra de votos?

Comprar votos, en sentido literal, es un sencillo intercambio económico. Los candidatos “compran” y los ciudadanos “venden” votos, como compran y venden manzanas, zapatos o televisores. El acto de comprar votos, conforme a esta perspectiva, es un contrato, o tal vez una subasta, en la que los votantes venden sus votos a la oferta más alta.

Sus aspiraciones comerciales, sin embargo, pueden toparse con barreras objetivas e intersubjetivas. Por el lado objetivo, no existe certeza alguna en cuanto al cumplimiento del vendedor, puesto que la compra de votos es un negocio ilícito y, como tal, no se realiza dentro de un mercado “normal” protegido por normas sociales y legales. Por el lado intersubjetivo, las cuentas empíricas de las perspectivas de los participantes revelan que las prácticas electorales que describimos como “compra de votos” pueden tener diferentes significados dependiendo del contexto cultural.

La compra de votos como un intercambio de mercado

Por el lado objetivo, es posible que los votantes no voten como se espera en las elecciones. Por el lado intersubjetivo, es posible que los votantes no sean capaces de leer las propuestas que se les hacen como ofertas comerciales.

Incertidumbre en cuanto al cumplimiento Por lo regular, los presuntos compradores de votos no cuentan con garantías de que los votantes que acepten sus ofertas materiales corresponderán debidamente el día de las elecciones. Esta incertidumbre se debe al hecho de que la compra de votos, aunque es parecida a una operación mercantil, se realiza en un mercado "negro" no autorizado de intercambio ilícito, y no en un mercado “normal” de consumidores dentro de una red de mecanismos legales de protección. Por lo tanto, garantizar el cumplimiento de los votantes tiende a ser problemático debido a cuatro razones inherentes a la mayoría de los acuerdos de compra de votos, y que no existen en la mayoría de las operaciones celebradas en el mercado de consumidores:

- Imposición problemática: La imposición de obligaciones “contractuales” de voto es problemática desde sus raíces. En general, la compra de votos crea los problemas de compromiso asociados a la entrega diferida de bienes y servicios. Puesto que los compradores de votos y los vendedores no se comprometen a un intercambio instantáneo de mercancía y dinero, los primeros enfrentan la difícil tarea de conseguir que los últimos cumplan sus obligaciones en el futuro, y deben lograrlo sin recurrir a ninguna acción legal.

Mientras que los mercados lícitos son esferas institucionalizadas de intercambio creadas y protegidas por la ley, los Mercados de votos carecen de regulación y de sanciones aplicadas mediante normas formales. Si los votantes sólo toman el dinero, votan de acuerdo a su conciencia y corren, los partidos y candidatos no cuentan con sanciones legales para castigarlos.

-Monitoreo problemático: Desde la perspectiva de los compradores, el negocio de la venta de votos implica problemas de vigilancia tan profundos y complejos como los problemas de imposición. La mayoría de los mercados de consumo son transparentes en el sentido de que es relativamente sencillo verificar el cumplimiento de los contratos. Sólo se requiere determinar si una de las partes entregó bienes y servicios de la calidad especificada y en la cantidad indicada. Los mercados de votos, por el contrario, son opacos. Bajo el velo del voto secreto, la conducta de los votantes está protegida de cualquier inspección directa. Los compradores de voto pueden enfrentar grandes problemas para saber si los presuntos vendedores de votos en realidad cumplieron con su compromiso el día de las elecciones.

-Obligación personal. Los intercambios clientelares de recompensas materiales a cambio de apoyo político, en general, se alimentan de la expectativa de reciprocidad. Cuando el clientelismo toma la forma de patronazgo, los patrones ayudan a sus clientes, les hacen favores y les dan regalos, y esperan recibir su pago más adelante, con la moneda del apoyo político. Al recibir ayuda, favores y regalos, se crean deudas morales. En los intercambios más efímeros y centrados en las elecciones que distinguen el comercio de votos, es posible que los compradores de votos también intenten crear obligaciones morales de reciprocidad que se pagarán en las casillas.

-Múltiples Significados

Pueden considerarlo, por ejemplo, un regalo sin obligaciones, una muestra de virtudes, una amenaza disfrazada o una señal de corrupción, para nombrar sólo algunas posibilidades. Esta diferencia potencial entre lo que se observa y lo que se experimenta hace importante explorar el rango de significados que puede tener una oferta para quienes la reciben. Dichos significados incluyen los siguientes:

Un anticipo: Los ciudadanos que se colocan dentro de los parámetros del modelo clásico de mercado pueden percibir las ofertas materiales como anticipos por concepto de servicios electorales. Tales pagos son parte de una relación mercantil. Si los votantes aceptan la oferta material, saben que se espera que cumplan con su parte del trato en las casillas. Como un votante del área rural de

México expresó la lógica directa del intercambio mercantil: “Aquí, si le das a alguien un pollo, vota por el pollo” (Schedler 2004, 84).

Un salario: Los ciudadanos pueden interpretar las ofertas materiales de campaña no como el principio de una relación de intercambio, sino como el final de la misma. En tales circunstancias , los pagos se hacen por lo regular como salarios derivados de la prestación de servicios concretos nominales durante la campaña o el día de las elecciones, como la colocación de pósters o la observación de casillas.

Aceptar una oferta, en otras palabras, es la forma en que los filipinos pobres obtienen algo de una reclamación debida de los recursos de quienes se encuentran en posiciones superiores. Es una oportunidad momentánea para que los ciudadanos ordinarios transformen relaciones desiguales, en ocasiones coercitivas, en relaciones más equitativas y justas. Es un acuerdo que permite al votante no sólo obtener una ganancia material, sino también alcanzar algo de dignidad (Ibana 1996, 130 –131).

-Una afrenta: Una oferta puede ser ofensiva. Aceptar la oferta dañaría el respeto que la persona se tiene a sí misma. Muchos votantes pobres de áreas rurales de México “perciben la venta de derechos políticos como un ataque a la dignidad personal” (Schedler 2004, 88). De igual manera, los filipinos pobres de la zona urbana consideran que aceptar el pago es “entregar su derecho a votar” o “vender sus principios” (Schaffer 2002a).

-Un signo de fortaleza: Una oferta puede señalar que el candidato está seguro de ganar. La exhibición pública de la riqueza crea expectativas de triunfo electoral. En Nigeria, “los ciudadanos que desean apoyar a un ganador considerarán el pago como prueba de que el candidato es muy poderoso o cuenta con el apoyo de fuerzas poderosas” (van de Walle 2002, 16). Tal info rmación tiene un gran valor para los votantes porque respaldar a un perdedor puede tener como consecuencia perder el acceso a los recursos del Estado.

Un votante que considera una oferta una expresión de benevolencia y cuidado estará más predispuesto a votar por el candidato designado que un votante que considera la misma oferta una compensación por errores pasados, o un votante que la considera un ataque a su persona o su dignidad.

Conclusión

Las actividades distributivas que convencionalmente describimos como "compra de votos" - los compradores de votos entregan un puñado de dinero a ciudadanos individuales - al principio parecen sencillas transacciones comerciales. Al parecer, los votantes, impulsados por un sencillo cálculo de ganancia económica, venden sus servicios electorales al mejor postor. Incluso, lo que parece una comercialización de los derechos de voto frecuentemente es cualquier otra cosa, menos eso. La comercialización del voto, entendida literalmente, es un negocio demandante cuyos requisitos objetivos e intersubjetivos son difíciles de cumplir. Del lado objetivo, la compra de votos exige que los ciudadanos efectivamente cambien su comportamiento electoral en respuesta y de conformidad con las ofertas materiales particulares que reciben. Salvo que los votantes acepten y correspondan en forma recíproca a las ofertas que reciben, la transacción comercial permanece trunca. Del lado intersubjetivo, la comercialización del voto exige que ambos socios comerciales entiendan su interacción como una relación comercial.

Para los compradores de votos, la falta de sanciones formales, la opacidad del acto de votación, el peso de las normas de anulación, y la naturaleza ilegal de la compra del voto hacen que el cumplimiento del votante sea un esfuerzo más engañoso de lo que sería bajo condiciones "normales" del mercado.



Frederic Charles Schaffer (Universidad de Harvard, EUA) y

Andreas Schedler (Centro de Investigación y Docencia Económica, CIDE)

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