Para panistas de
buena voluntad
Poco antes de las elecciones
legislativas de 1973 (mediados de Echeverría) algunos chavos de
izquierda no tan radical, no guerrilleros ni mucho menos, salían a
la calle por las noches para destruir toda la propaganda electoral
que pudieran. Era la única manera que tenían para expresar su
rechazo a la farsa electoral, al fraude hegemónico y a una
formalidad política dominada por el PRI y aderezada con partidos
paleros. Los únicos carteles que esos chavos respetaban eran los del
Partido Acción Nacional, porque entendían que esa organización no
cabía en la clasificación de “palera” –luchaba por una
democracia real– y porque en algunos carteles blanquiazules se
hacía memoria de la masacre del 2 de octubre de 1968.
Una década después, la reforma
política de tiempos de López Portillo ya había incorporado a otros
partidos reales a la vida republicana. Para entonces, en época de
elecciones, los chavos de la izquierda radical –pero no tan radical
como para ser guerrilleros– seguían saliendo por las noches a la
calle, pero ya no para arrancar carteles de los postes sino para
pegar la propaganda de los partidos Socialista Unificado de México,
Mexicano de los Trabajadores y Revolucionario de los Trabajadores.
Acción Nacional, por su parte, empezó a ganar elecciones estatales
en el centro y el norte del país, en parte gracias al impulso
logrado con la incorporación de los llamados “bárbaros del
Norte”. Creo recordar que el Pelón Rosas dio una batalla
formidable en Sonora, Francisco Barrio hizo lo propio en Chihuahua y
Manuel J. Clouthier se alzó con el triunfo en Sinaloa. Por esos
mismos años, el doctor Salvador Nava, líder independiente, fue
impulsado a la gubernatura bajo el emblema del PAN. En todos esos
casos, el régimen recurrió a lo que se llamó “fraude
patriótico”. Recuerdo con claridad el argumento disparatado de que
debía impedirse a toda costa que un panista ocupara la gubernatura
de algún estado de la franja norte porque desde esa posición de
poder podría declarar la independencia de la entidad en cuestión
para luego anexarla a Estados Unidos. La gran ironía es que quien
anexó de golpe 32 entidades a Estados Unidos fue un priísta: Carlos
Salinas de Gortari.
El PAN es de derecha desde su
fundación, en 1939, pero durante su primer medio siglo de existencia
conformó una derecha democrática y, en varios sentidos,
nacionalista. En esos dos puntos coincidía con las izquierdas que
buscaban instaurar en el país una institucionalidad verdaderamente
democrática y que desde el alemanismo veían con alarma los
coqueteos y las concesiones del priísmo gobernante hacia
Washington. Por esos puntos en común y acaso también por otras
razones coyunturales, las izquierdas respaldaron muchas de las
movilizaciones poselectorales blanquiazules.
Los panistas nunca han tomado el Paseo
de la Reforma, pero en respuesta a alguno de los fraudes electorales
de aquellos años realizaron una acción mucho más radical:
bloquearon los puentes internacionales que comunican a Ciudad Juárez
con El Paso y emprendieron acciones de resistencia civil pacífica y
de desobediencia civil, en la línea de Henry David Thoreau. El
cierre de esos pasos fronterizos sí que causó daños económicos,
pero desde la izquierda no se censuró tal acción, porque se
entendía perfectamente que era necesaria para abrir las puertas de
la democracia, cuya instauración resulta mucho más relevante que
unas pérdidas monetarias coyunturales. Cuando don Luis H. Álvarez
se puso en huelga de hambre por el fraude perpetrado contra Francisco
Barrio (1986), Heberto Castillo viajó a Chihuahua para convencerlo
de que abandonara esa medida extrema porque la lucha por la
democracia lo necesitaba vivo.
En los días posteriores a la elección
del 6 de julio de 1988 se vio a Cuauhtémoc Cárdenas, Manuel J.
Clouthier y Rosario Ibarra, hombro con hombro, protestando por la
distorsión de la voluntad popular perpetrada por el priísmo. Aquí
está la foto:
Foto: Ireri de la Peña
En un segundo plano aparece un
personaje turbio y torvo: Diego Fernández de Cevallos, quien para
entonces negociaba con Salinas el respaldo del panismo a la
imposición. Mientras con una mano participaba en el gabinete
alternativo de Clouthier como secretario de Política Interior, con
la otra tendía vínculos hacia el régimen espurio. La dirigencia de
Acción Nacional terminó por reconocer a Salinas como presidente.
Para 1991, Fernández de Cevallos empezó a operar, en su calidad de
coordinador de los diputados panistas, como operador del régimen.
Fue él quien dio el respaldo decisivo a la incineración de las
boletas de la elección de 1988, con lo que ayudó a Salinas a
desaparecer las pruebas del fraude.
Tras el extraño fallecimiento de
Clouthier se impulsó una fusión de facto, nunca confesada, entre la
dirigencia panista y la presidencia tricolor, cuyos primeros frutos
fueron las “concertacesiones”: gubernaturas que fueron entregadas
a panistas tras conflictos poselectorales. El priísmo gobernante
adoptó sin tapujos lo más importante de la propuesta económica
blanquiazul, satisfizo su demanda de normalizar las relaciones con la
iglesia católica y con El Vaticano y para 1994 la relación ya era
tan estrecha que Acción Nacional tuvo a su primer candidato
presidencial “destapado” por el presidente priísta: el propio
Fernández de Cevallos.
Fue tan escandalosa la paulatina
alineación del PAN al salinato que en esa época un grupo de
dirigentes panistas destacadísimos abandonó el partido para fundar
lo que llamaron el Foro Doctrinario. Entre ellos estaban Pablo Emilio
Madero (candidato presidencial panista en 1982), Jesús González
Schmal, José González Torres y Bernardo Bátiz.
En el sexenio siguiente, el de Zedillo,
Acción Nacional ingresó al gabinete en la persona de Antonio Lozano
Gracia, quien fue nombrado procurador. Lozano tuvo un papel
protagónico en la ofensiva judicial contra los rebeldes zapatistas y
en la comedia de las imputaciones zedillistas contra Raúl Salinas de
Gortari por el asesinato de José Francisco Ruiz Massieu. En 1998 la
bancada legislativa del PAN fue presionada por la dirigencia de su
partido –el presidente del CEN era Felipe Calderón Hinojosa–
para que aprobara en bloque la inmundicia del rescate bancario: 56
mil millones de dólares de deudas privadas fueron convertidos de
golpe en deuda pública, sin una investigación previa ni posterior
de las masivas irregularidades y de los fraudes que se cometieron al
amparo de aquel atraco y que permanecen, hasta la fecha, en total
opacidad.
Para cuando Vicente Fox formalizó su
aspiración presidencial, el PRI se hallaba en un severo desgaste
histórico, caracterizado por el agotamiento total del modelo del
desarrollo estabilizador y la sustitución de importaciones, por la
aplicación salvaje del programa neoliberal, por la pugna
Salinas-Zedillo, por el pésimo resultado económico sumado de los
sexenios de ambos y por el surgimiento de una ciudadanía que ya no
encontraba acomodo en el viejo aparato corporativo y que venía
reclamando democracia real desde 1968 e incluso desde antes. Aun así,
para el empujón final que permitiera la alternancia se necesitaba
algo más que la audacia de Fox, que la tradición democratizante de
Acción Nacional, ya contaminada, para entonces, por la cohabitación
con el priísmo. Cuauhtémoc Cárdenas emprendía una tercera
candidatura presidencial sin muchas perspectivas. En tal
circunstancia, Muchas personas de izquierda, con y sin partido,
decidieron participar en la campaña del guanajuatense o, cuando
menos, apoyarlo de manera explícita o, cuando menos, votar por él.
Pasaré por alto lo ocurrido durante el
sexenio foxista, salvo por su desenlace final: una intromisión
presidencial y empresarial evidente e ilegítima en el proceso de
sucesión –así
lo describió el propio Tribunal Electoral del Poder Judicial de la
Federación en la resolución que dio por válidos los resultados
de la jornada del 2 de julio de 2006 y un proceso electoral
gravemente viciado.
Sé que tú, panista de buena voluntad,
crees sinceramente que López Obrador perdió la presidencia en
aquella fecha y que sus alegatos de fraude carecen de sustento. El
problema es que hace seis años no sólo se defraudó a los votantes
de la izquierda, sino al conjunto de la sociedad, ustedes mismos
incluidos. Porque ustedes depositaron su sufragio por Calderón, pero
no por un cogobierno de Calderón con Elba Esther Gordillo, ni por la
impunidad para personajes como Mario Marín y Ulises Ruiz. ¿Me
equivoco? Y los priístas también resultaron defraudados, porque
millones de votos tricolores fueron desviados por La Maestra –existe
la grabación de una
negociación verbal entre ella y el ex gobernador Eugenio
Martínez, de Tamaulipas, hoy investigado por nexos con el
narcotráfico– para que el segundo endosara a Felipe Calderón los
sufragios priístas obtenidos en su entidad por Roberto Madrazo.
Hoy, seis años después –tú lo
sabes, porque piensas y actúas con honestidad– la candidatura
presidencial panista no llega bien posicionada a los comicios. Así
fuera sólo por el desgaste natural de doce años en el poder, el
partido con el que simpatizas y su abanderada, Josefina Vázquez Mota
se encuentran en tercer lugar en las preferencias electorales y la
persona que puede derrotar en las urnas al producto priísta erigido
en candidato no es ella, sino Andrés Manuel López Obrador.
Sabes también que la propaganda negra
inventa muchas patrañas y que López Obrador no es Chávez ni come
niños crudos. Si vives en el Distrio Federal, e incluso si habitas
en otra parte del país, recuerdas que el tabasqueño, como
gobernante de la ciudad, estableció programas pioneros en el país
para atender a las personas con menos recursos, a los integrantes más
vulnerables y desamparados de la sociedad, pero que también hizo
obras para la clase media y que trabajó en armonía, y con
resultados, con los empresarios medianos y grandes.
Algunos panistas destacados como
Vicente Fox y Manuel Espino han optado por sumarse abiertamente a la
campaña de Peña Nieto. Otros, como Calderón, negocian con él bajo
la mesa. Mañana, las dos partes de esa negociación intentarán
repetir el reconocimiento a Salinas en 1988 y realizar una acción
inversa a la de 2006: la transferencia de votos panistas al tricolor,
acaso por medio de la misma operadora que en aquel entonces: Elba
Esther Gordillo. Pero para ti, panista de buena voluntad, la
perspectiva de un regreso del PRI a Los Pinos es moralmente
intolerable.
En estos tiempos los
jóvenes hacen cosas mucho más eficaces que salir por las noches a las
calles a destruir propaganda electoral y se muestran dispuestos a lo que
Maquío describía como "hacerle un boquete al sistema para que pase la
democracia".
Gracias por tomarte el tiempo de leer
estas reflexiones. Ojalá que votes en plena libertad y de acuerdo
con tu conciencia.