A las tres de la madrugada sonó el teléfono en el departamento de Sergio Flores Armida en la ciudad de México.
‘‘La ranita todavía mueve la ‘colita’’’, dijo sonriente Mario Vargas Saldaña a su amigo y paisano.
‘‘¿Qué?’’, preguntó dormitado Flores Armida.
‘‘¡Muévete, vamos por la candidatura!’’ (a gobernador de Veracruz).
En la mañana anterior, el periódico Excélsior, de don Julio Scherer García, había publicado su noticia a 8 columnas.
‘‘Yo, como veracruzano, no he votado por (Manuel) Carbonell’’ revelaba un Jesús Reyes Heroles, líder nacional del PRI, a su también paisano, el famoso y legendario reportero político, Angel Trinidad Ferreira.
Y a Carbonell, no obstante el apoyo del presidente Luis Echeverría Alvarez y del gobernador Rafael Murillo Vidal, se le cayó la candidatura.
Ese mismo día, en la tarde, Reyes Heroles maniobraba el segundo paso y en Excélsior se publicaría al día siguiente:
‘‘En Veracruz hay jóvenes priistas valiosos para gobernar. Y uno de ellos es Mario Vargas Saldaña’’.
Así, el último ideólogo de la revolución, el tuxpeño Reyes Heroles, había destapado, de hecho y derecho, a Vargas Saldaña, uno de los políticos más cercanos a su afecto.
En Veracruz, Ignacio Vázquez Torres fungía como el delegado del CEN del PRI en la sucesión de Rafael Murillo Vidal y apenas desplomado Carbonell, habló con el entonces todopoderoso subsecretario de Gobierno. Y aclararon paradas:
‘‘Todos, dijo Carbonell, refiriéndose al candidato sustituto, menos Vargas Saldaña’’, condicionó.
Y por más que Vázquez Torres insistió, cabildeó y trató de convencer a Manuel Carbonell, Carbonell se mantuvo en su línea, pues desde meses atrás habían peleado con Vargas Saldaña.
Entonces, Vázquez Torres hablaría con Reyes Heroles para cancelar su periplo al otro día en Veracruz para impulsar a Vargas Saldaña, y luego marcó el teléfono de su amigo:
‘‘Mario, Carbonell te vetó. Ya no serás candidato’’.
Vargas Saldaña estaba acompañado por Sergio Flores Armida:
‘‘Carbonell me vetó. Ya no seré candidato’’.
Mario, dice Flores Armida, tomó la desventura con serenidad, como siempre debe actuar un político, con mesura, mucha mesura y prudencia.
TODAVÍA ESPERA TELEFONEMA DE FIDEL
A los 26 años, con el gobernador Fernando López Arias, Flores Armida fue agente del Ministerio Público y coordinador de la Policía Judicial.
A los 28 años, con el gobernador Rafael Murillo Vidal, director del Registro Público de la Propiedad.
Años después, con Jesús Reyes Heroles, secretario de Gobernación, formaría parte del equipo político más completo y experimentado de que se tenga memoria en el palacio de Bucareli en la ciudad de México:
José Luis Lamadrid, ‘‘El jefe Lama’’, subsecretario de Gobernación.
Ignacio Vázquez Torres, oficial mayor.
Mario Vargas Saldaña, director de Investigaciones Políticas.
Y Flores Armida, coordinador de la Comisión Federal Electoral, operando en los estados de Tlaxcala, Puebla, Oaxaca y Veracruz.
Ex alcalde de Boca del Río en los sexenios de Rafael Hernández Ochoa y Agustín Acosta Lagunes, hace un recuento de su vida pública y recuerda, por ejemplo, que un mediodía, Fidel Herrera Beltrán senador, le habló por teléfono:
‘‘Sergio, hermano, ven para acá’’.
‘‘¿Dónde estás?’’.
‘‘En el Río de la Plata, aquí en Veracruz, echándome una cerveza’’.
Flores Armida dejó todo lo que estaba haciendo y fue al bar.
En la segunda cerveza, Fidel le diría, semanas antes de su destape como candidato priista a gobernador:
‘‘Estás en mi agenda. Nos irá bien. Yo te busco el primero de enero’’.
Dice Fores Armida:
‘‘Todavía sigo esperando’’.
‘‘¡ES USTED UN PENDEJO!’’
Vargas Saldaña acariciaba la candidatura a gobernador, pero al mismo tiempo, sabía, estaba consciente de que el diputado federal, Rafael Hernández Ochoa, figuraba en la recta final.
Entonces, en la prensa defeña apareció un desplegado de un montón de políticos veracruzanos apoyando a Manuel Carbonell de la Hoz, subsecretario de Gobierno de Rafael Murillo Vidal y que, incluso, contaba con el visto bueno del presidente Luis Echeverría.
Esa mañana, Hernández Ochoa fue al edificio del PRI, donde Vargas Saldaña despachaba al lado de Reyes Heroles.
‘‘¡Don Rafael, le dijo, es usted un pendejo! ¿Por qué se suma a Carbonell en el desplegado? ¡Usted puede ser el candidato!’’.
Horas después, Hernández Ochoa sería destapado como el favorito del PRI para suceder en el cargo a Murillo Vidal, reseña Flores Armida.
LOS AMIGOS PERIODISTAS DE VARGAS SALDAÑA
Vargas Saldaña está considerado como el político más político de todos los tiempos en Veracruz.
4 veces diputado federal, amigo de un montón de gobernadores del país, amigo de Jesús Reyes Heroles y del legendario periodista, el tabasqueño José Pagés Llergo, vivió en la medianía y murió en la pobreza.
‘‘Eso sí, coinciden Flores Armida y Mario Tejeda Tejeda, todo el dinero que le caía lo invertía en periodistas’’.
Pero no porque les diera subsidios ni embutes, sino porque comía, desayunaba y cenaba con ellos y a quienes, como es natural, no obstante que era abstemio, sufragaba el consumo de vinos y alcohol.
‘‘Fumaba un cigarro tras otro y tomaba hasta 30, 40 tazas de café, hablando de política, haciendo política, haciendo grilla’’.
En su primera boda, por ejemplo, los testigos fueron el gobernador Fernando López Arias, el senador de la República, Rafael Murillo Vidal y José Pagés Llergo, director de la revista Siempre! y quien entrevistara en exclusiva a Adolfo Hitler en un desfile militar en Alemania.
Y su grado de amistad con el trío puede medirse a partir de lo siguiente, recuerda Flores Armida:
‘‘Murillo Vidal dijo de pronto: ‘‘vamos a felicitar a Mario por su boda’’.
Y Pagés Llergo reviró:
‘‘No, vamos a felicitar a la señora por haberse atrevido a casar con este hijo de la chingada’’.
En los días de Mario Vargas como alcalde jarocho, a cada rato Pagés Llergo pasaba fines de semana en el puerto y Vargas Saldaña comisionaba a Flores Armida para su atención.
En la ciudad de México, en el café La Habana, cerca del edificio de Bucareli, de la Secretaría de Gobernación, se encontraban políticos y reporteros.
Allí, Vargas Saldaña conoció a, entre otros, Pagés Llergo, con quien inaugurara una amistad fuera de serie, excepcional.
Y luego, encaminada la relación, Pagés Llergo invitaba a Mario Vargas a la calle Vallarta número 20, oficina de la revista Siempre! a jugar dominó, y en donde aterrizaba el resto de periodistas de la época (Víctor Rico Galán, Alberto Domingo, José Natividad Rosales, Jacobo Zabludowsky, etcétera), con quienes Mario trabó una amistad singular.
En el café La Habana, también inauguró amistad con los reporteros políticos más prestigiados en la historia del país, Angel Trinidad Ferreira, su gran cuate, cuate entre los cuates, y Francisco Cárdenas Cruz.
‘‘Era su nivel de relaciones periodísticas’’ recuerda Flores Armida.
‘‘¡MARIO, NO SEAS CABRÓN!’’
En sus días como secretario general del PRI, un ayudante de Mario Vargas era Patricio Chirinos Calero, a quien incluso agarraba hasta de chofer para que pasara por el jefe de Redacción de El Heraldo de México, José Pablo Robles Martínez, para cenar en el restaurante ‘‘Los guajolotes’’.
Y en la oficina del PRI nacional, cuando organizaban eventos y ceremonias, había dos veracruzanos especialistas en trepar los pendones. Eran José Luis Lobato Campos y Miguel Angel Yunes Linares.
‘‘Oye, Mario, no seas cabrón’’ le decía Flores Armida.
‘‘¡Ahí, dejálos, así se empieza!’’, reviraba el ex alcalde jarocho.
LA CAÍDA DE REYES HEROLES
Enviado por Jesús Reyes Heroles, Mario Vargas Saldaña era delegado del PRI en Yucatán, cuando Francisco Luna Khan fungía como candidato priista a la gubernatura.
En una parte de la negociación para planchar a los grupos se reunieron en el hotel Príncipe Maya, de Mérida, con el político, escritor y periodista, Carlos Loret de Mola, quien por alguna razón de la vida odiaba y guardaba rencor a Víctor Cervera Pacheco, quien sería diputado federal y senador, líder nacional de la CNC, secretario de la Reforma Agraria y gobernador (en dos ocasiones) de Yucatán.
En la plática, alguien mencionó a Cervera Pacheco y Loret de Mola pegó el brinco y dijo a Sergio Flores Armida, el binomio de Vargas Saldaña en aquella comisión:
‘‘A este cabrón le voy a publicar todo lo que sé y todo lo que le voy a inventar’’.
Estando en Yucatán, la noticia llegó por teléfono a Vargas Saldaña:
‘‘El presidente Echeverría acaba de renunciar a Reyes Heroles y entra Porfirio Muñoz Ledo en el PRI’’, le dijo su amigo, José Luis Lamadrid.
Ahí acabó la misión y también la chamba.
En el sexenio siguiente, José López Portillo se convertiría en el presidente y Reyes Heroles en secretario de Gobernación y quien fuera el operador para exiliar en las Islas Fidji, en Australia, a Echeverría.
Vargas Saldaña sería nombrado director de Investigaciones Políticas y Flores Armida titular de la Comisión Electoral.
“¿DÓNDE TE ROBASTE LOS PUROS?’’
En aquellos tiempos, un fin de semana, Flores Armida viajó exclusivamente a Cuba para comprar varias cajas de puros y regalarlos a Reyes Heroles.
‘‘¿Dónde te los robaste?’’, preguntó el secretario de Gobernación al subalterno.
‘‘No, jefe, no me los robé, se los compré en La Habana’’.
‘‘¿Fuiste?’’.
‘‘Exclusivamente por los puros’’.
NO ENTENDIÓ LA JUGADA
José López Portillo presidió una reunión en Mérida como secretario de Hacienda de Luis Echeverría.
Y como era su costumbre, mientras escuchaba ponencias dibujaba monigotes.
Entonces, hizo una caricatura de Francisco Luna Khan, gobernador, y en plena asamblea, se la entregó:
‘‘¡Guárdala, le dijo, porque te vas a acordar de ella!’’.
A los 8 días, cuenta Flores Armida que le contaba Luna Khan, López Portillo fue destapado como candidato presidencial.
‘‘Luna Khan se daba de topes con la pared, porque no había visto venir la estampida de búfalos’’.
LE MATARON A COLOSIO
Jorge Carpizo era el secretario de Gobernación y el doctor José Narro, actual rector de la Unam, despachaba como subsecretario.
Fidel Herrera Beltrán operaba como el jefe de asesores de Carpizo y un día, Sergio Flores Armida llegó ahí con una tarjetita de Luis Donaldo Colosio para trabajar en el palacio de Covián que había obtenido con la bendición de Heriberto Galindo.
‘‘A ver la tarjeta’’ dijo Fidel Herrera a Flores Armida.
Fidel la leyó y echó el brazo a Flores Armida.
‘‘Te acompaño con Carpizo’’, dijo.
Luego de la presentación y las loas de Fidel a Sergio, quedaron de verse en los días siguientes para buscar un espacio, un cargo, una oficina.
El 24 de marzo de 1994, en la colonia popular ‘‘Lomas Taurinas’’, de Ciudad Juárez, Luis Donaldo Colosio fue asesinado.
Y en automático, todos los sueños de Flores Armida quedaron en el aire, y también siguió desempleado.
FLORES ARMIDA TRUENA CONTRA GARCÍA MÁRQUEZ
Gobernador Antonio M. Quirasco, tenía un sobrino que vivía a plenitud las horas en el poder. Un día del sexenio tuvo dos invitados de lujo, que apenas iniciaban la carrera literaria. Uno, Gabriel García Márquez, premio Nobel de Literatura, y quien apenas había escrito su primera novela, La hojarasca, y ninguna editorial se la quería publicar. Y dos, el colombiano Alvaro Mutis, amigo de Sergio Galindo, director de la editorial de la Universidad Veracruzana.
Una tarde, en un callejón de la ciudad de Xalapa, Sergio Flores Armida cruzó con ellos, acompañados del escritor Juan Vicente Melo, autor de la novela ‘‘Los muros enemigos’’ y el más bohemio de todos los bohemios de la época.
‘‘Ven, Sergio, incorpórate’’ pidió el sobrino de Quirasco a Flores Armida.
‘‘¿De qué se trata?’’
‘‘Vamos a echarnos unos tragos’’.
En el bar, apenas servidas las primeras copas para encender el ánimo y calentar el estómago, García Márquez empezó a fumar un cigarro tras otro, como dicen en Macondo, como un ‘‘chacuaco’’.
‘‘¡Ya, chingao, deja de fumar, me estoy ahogando’’ dijo furioso Flores Armida a García Márquez.
Y el autor de Cien años de soledad, El otoño del patriarca (una de las novelas preferidas de Fidel Herrera) y Memorias de mis putas tristes, arrojó el cigarro al piso, remoliéndolo con la suela de su bota izquierda.
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