miércoles, 4 de agosto de 2010

Enfurece a Duarte la derrota priista


‘‘Estoy esperando los 80 mil votos que me ofreciste’’ revira a Elizabeth Morales, alcaldesa electa de Xalapa


Muchas cosas sucedieron entre la noche del 4 de julio y la madrugada del día 5. Entre ellas, a las 6 de la mañana, Javier Duarte era otra persona y otro político.

Para entonces, el candidato priista a la gubernatura tenía en sus manos las copias del 95 por ciento de las actas de las 98 mil casillas instaladas de norte a sur de Veracruz y estaba seguro de su triunfo.
Pero al mismo tiempo, ocupado y preocupado.
Duarte se despidió del diputado federal, Felipe Amadeo Flores Espinoza, que había permanecido, toda la noche como en los buenos tiempos de Rafael Hernández Ochoa, en el bunker del partido dando seguimiento a la llegada de actas.


Y fue a su casa.

En el traslado fue revisando acta por acta y cuando llegó a su domicilio particular, de inmediato habló por teléfono con Elizabeth Morales, candidata priista a la alcaldía de Xalapa. Y sin más, le dijo:
“Sigo esperando los 80 mil votos que me ofreciste”.
Y colgó, sin dejar de mirar en silencio la estadística.
Elizabeth Morales, 93 mil votos en Xalapa. Duarte, 30 mil.
Pero su memoria, que papaloteaba en la historia, recordó que el candidato priista a gobernador desde siempre ha perdido los comicios en Xalapa, la capital de Veracruz, donde residen los poderes centrales.
Luego, mentalmente sumaría los 64 mil sufragios que en el distrito de La Antigua, de donde es diputado local, Héctor Yunes Landa, obtendría Miguel Ángel Yunes Linares como candidato a gobernador.
Y haría una mueca, y como él mismo ha dicho, ‘‘no soy rencoroso... pero tengo memoria’’.
Al rato, sin poder conciliar el sueño, revisó actas distrito por distrito y advirtió el apocalipsis electoral.
Mientras él como candidato priista ganaba (en una primera lectura) en 14 distritos (por cierto los más poblados), el contendiente azul obtendría la victoria en 16 distritos.
En sus cuentas, Duarte se detuvo en las 260 casillas que sabía anuladas, con un total de 65 mil sufragios.
Un priista le diría (horas más tarde):
“Más de la mitad de esos votos... son a favor del PRI”.
Sabía que dos millones de veracruzanos se habían abstenido de salir a las urnas.
Hojeó la prensa que le acababan de entregar y se retiró a dormir.


LA SEMANA MÁS DIFÍCIL DE SU VIDA

En el transcurso de los días siguientes, Javier Duarte padecería la semana más difícil de su vida. Incluso, la noche en que el tribunal estatal le entregaría la constancia de mayoría, dijo en corto a un grupo de sus 50 amigos:
“Los días que he vivido... no se les deseo ni a mi peor enemigo”.
Los datos duros habían ido apareciendo en el Programa de Resultados Preliminares, constatando los datos de las actas.
El PRI llegaría a perder 129 presidencias municipales y apenas y quedaría con la mitad de las curules en el Congreso. 25 para el tricolor. 25 para la oposición en su conjunto.
Pero en cambio, los focos rojos estaban encendidos en la elección de gobernador.
Duarte, por ejemplo, aventajaba a sus adversarios en Córdoba, con Francisco Portilla Bonilla, candidato priista a la alcaldía, y Orizaba, y en Zongolica y una parte de la Cuenca del Papaloapan.
Y de Acayucan a Coatzacoalcos, el sur de Veracruz, el candidato priista avasallaba a la oposición.


Carro completo para el partido rojo.

El informe manifestaba que el PRI se había salvado, además, por el voto de los petroleros y de los antorchistas, que supieron estar a la altura de la contingencia electoral, pues, por ejemplo, ninguna casa encuestadora había previsto que Yunes Linares obtuviera un millón 300 mil votos, a tal grado que en la semana siguiente, la señora Karime Macías de Duarte diría a Jorge Buendía, en son de broma:
--Te comisionaré en el Acuario para que el pulpo te ilumine--, refiriéndose al famoso ‘‘Pulpo’’ del Mundial de Sudáfrica.


5 RAZONES DE UNA DERROTA
En el cuarto de guerra del PRI, los generales analizarían las (presuntas) razones por las cuales el candidato azul a la gubernatura obtendría, en efecto, un millón 300 mil sufragios, que en términos electorales significan un número apocalíptico.
1. Las 120 mil familias que en los últimos meses fueron beneficiadas con programas de la secretaría de Desarrollo Social.
2. La (posible) compra de credenciales electorales que llegarían a cotizarse en 5 mil pesos por persona, de tal forma que si en una familia había 5 ciudadanos, recibían de inmediato 25 mil pesos.
3. El dinero se pagaba en efectivo, contante y sonante.
4. El exceso de confianza de las elites priistas, basadas en las encuestas que pronosticaban hasta un carro completo del PRI en las alcaldías y diputaciones locales.
5. Los cambios repentinos que desde la cúpula tricolor se hiciera en las candidaturas a las presidencias municipales y regidurías y que se convirtieran en carne de cañón para el partido Acción Nacional y sus operadores.
Nadie hablaría de los caciques priistas que impusieron a sus familias como candidatos a la silla edilicia, porque las buenas conciencias así son.
Entre ellos, Heliodoro Merlín Alor, en Cosoleacaque, que favoreció a su hijo como candidato, cuando su hija era alcaldesa.
Nemesio Domínguez Domínguez, dos veces ex alcalde de San Andrés Tuxtla, ex diputado federal y ex director del DIF, quien impuso a su esposa como candidata (por segunda vez) a la alcaldía.
Juan René Chiunti, el alcalde de Cosamaloapan, que peleó hasta el último momento para que su esposa fuera candidata y perdiera.
Por mencionar tres casos.

PRIISTAS A LA DERIVA

Una priista consultada para el presente texto asegura que a partir del 4 de julio, todos y cada uno de los perdedores (delegados, subdelegados y operadores) están incapacitados para reclamar un cargo público a Javier Duarte en el gabinete, como es el caso, por ejemplo, de David Velasco Chedraui, alcalde de Xalapa, quien sueña con la secretaría de Desarrollo Económico.
Cada priista derrotado en las urnas, pues, quedó sin esperanzas para seguir en el trono, pues como dijera el gobernador electo en el domicilio de Gilberto Bravo Torra, presidente de la Unión de Gasolineros, en la cena en honor a Duarte, “el gabinete será nombrado en base a hechos y resultados”.
Por eso mismo, el diputado local, Erick Lagos, y quien aspira a la secretaría General de Gobierno, exclamó la semana cardiaca después del 4 de julio:
“Yo no perdí todo el distrito. Cuando menos gané la alcaldía en Angel R. Cabada”, ufanándose, quizá, de que vapuleó al senador perredista, Arturo Herviz, en su feudo.


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