viernes, 18 de abril de 2014

Gabriel García Márquez, siempre

 

 El fallecimiento de Gabriel García Márquez, ocurrido ayer en esta capital, ha puesto de luto a América Latina. Varias generaciones de este continente se asomaron por primera vez al milagro de la literatura en las historias urdidas por ese colombiano y mexicano mundial que al mismo tiempo fue, durante toda su vida, tan fiel a su región natal en el Caribe. Están de luto los lectores, en general, pero también diversos gremios: el literario, el periodístico y el cinematográfico, en particular, en los cuales Gabo dejó una huella de creación, trabajo y generosidad.
Como se ha dicho, millones de personas de habla española vivieron su primer deslumbramiento literario, o bien momentos de placer entrañables, en tanto que adictos a la narrativa, en las novelas El coronel no tiene quien le escriba, La mala hora, Cien años de soledad, El otoño del patriarca, El amor en los tiempos del cólera o El general en su laberinto, por mencionar algunas de sus novelas, o en los volúmenes de relatos Ojos de perro azul, La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y de su abuela desalmada, El rastro de tu sangre en la nieve o Doce cuentos peregrinos. Muchos otros lectores conocieron el lado fascinante del periodismo en reportajes como los de Relato de un náufrago, Cuando era feliz e indocumentado; Chile, el golpe y los gringos, Operación Carlota, De viaje por los países socialistas o La aventura de Miguel Littín, clandestino en Chile.
Menos conocida es la faceta de García Márquez como guionista de cine y televisión, en la que escribió libretos para Roberto Gavaldón, Arturo Ripstein, Alberto Isaac, Luis Alcoriza, Miguel Littin, Jaime Humberto Hermosillo, Felipe Cazals y Ruy Guerra.
Pero el legado del colombiano-mexicano no se agota en los textos: fue también fundador de publicaciones (como la revista Alternativa, que circuló en Colombia entre 1974 y 1980) e instituciones como la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de Los Baños, fundada en 1986 en la localidad cubana de ese nombre, y la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano, establecida en 1994 en Cartagena de Indias, Colombia, dos centros que hasta la fecha son inestimables para la formación y el apoyo a proyectos de cineastas, videoastas e informadores jóvenes procedentes de diversas regiones de América Latina.
Por el impacto y la trascendencia de su obra narrativa, García Márquez gozó de una preminencia pública sin parangón en el continente, incluso desde mucho antes de que le fuera otorgado el Premio Nobel de Literatura (1982). Ello lo llevó a conocer y a trabar amistad con estadistas y dirigentes como Fidel Castro y el ex presidente estadunidense Bill Clinton. Sin traicionar los principios de la amistad personal, el novelista supo emplear esa red de contactos para impulsar, con discreción, inteligencia, orientación progresista y sensibilidad social, causas de paz y entendimiento entre naciones y gobiernos. Sin ostentar una filiación partidista específica, Gabo permaneció siempre, de manera inequívoca, en el ámbito de la izquierda, y en algún momento ello le valió la persecución del gobierno de Julio César Turbay Ayala (1978-1982) en su natal Colombia, así como la prohibición de ingresar a territorio estadunidense, levantada por el propio Clinton a principios de la década antepasada.
En otro sentido, la presencia, el apoyo y el afecto de García Márquez fueron decisivos en el momento fundacional de La Jornada. Cuando este diario empezó a circular, en septiembre de 1984 –hace casi 30 años– , Gabo era ya un escritor de renombre mundial, había recibido el máximo galardón y su pluma era una de las más cotizadas del planeta. Pero, además de acompañar con visitas frecuentes al periódico naciente y de alentar personalmente a sus directivos en aquellos momentos inciertos –y en muchos otros posteriores–, ofreció colaborar con artículos y textos especiales escritos y entregados ad honorem en prenda de amistad, solidaridad y fe en este proyecto informativo. De modo que, además de la admiración y el reconocimiento a la vastedad y calidad de su obra, La Jornada guarda a García Márquez entre sus presencias más agradecibles y entrañables.
Fue un hombre generoso con los demás, coherente con sus principios, fiel a la verdad como periodista y profundamente leal, como escritor, para con la imaginación y la poesía. Es, y seguirá siendo, un caribeño, un colombiano, un mexicano y un latinoamericano enorme. Si ahora hay razones para juntar tantos lutos en el momento de su muerte, las hay muchas más para celebrar y agradecer su vida.

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