–Con todo cariño para
mi querido Federico Campbell hijo, para su esposa y para toda la
familia. No se qué decir, siquiera; sólo desearles que encuentren pronto
la paz y la serenidad
Foto del 15 de marzo de
2013. En Tlalixcoyan se reportaron grupos civiles de autodefensa y la
agencia Cuartoscuro lo documentó. “Es una vacilada”, dijo Javier Duarte
de Ochoa, amenazante. Foto: Tona Navarro, Cuartoscuro
2 La omnipotente vocera del gobierno de Veracruz, Gina Domínguez Colío, tiene muchas acusaciones en su contra. Muchas. Tantas, me contaba una reportera que me entrevistó en Xalapa a propósito de la presentación de una novela, que entre los periodistas veracruzanos se ha considerado demandar a la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) que le abra un expediente en cuanto se pueda, y esto es, en cuanto se vayan ella y el Gobernador. Ahora es imposible. La reacción sería virulenta porque, me explicó, así son ellos: virulentos. La entrevista, en la que hablé mal de Duarte, no se publicó. La reportera, por demás simpática, me daba detalles de algo que ya se ha dado a conocer varias veces y con distintos casos: que la señora Domínguez tiene tanto poder, que veta a los reporteros incómodos con un método muy simple: pone a los directores de medios entre la espada y la pared con la publicidad, de la que depende en buena manera la prensa en esa entidad. Los llama, les pone en aviso, y el reportero pierde el empleo. Así. “Los reporteros que cubren a Duarte tienen miedo hasta de hacerle preguntas. El señor se puede enojar y, bueno, lo siguiente es que pierdes tu empleo”, me narró otra periodista; a ella la corrieron de un noticiero por una crítica nimia, casi infantil. Pero ni las más pequeñas críticas se valen en tiempos de Duarte. Nada. De Javier Duarte son muchísimos los episodios de ira. Muchísimos. Recuerdo de memoria dos o tres: cuando le gritó a los jornaleros que le reclamaron falta de apoyo después de un temporal (hay hasta video), cuando le gritó a los reporteros que le preguntaron sobre autodefensas (hay una foto que reproduzco arriba), cuando respondió a un líder empresarial a manotazos por el tema de las policías comunitarias. Los periodistas locales dicen que nadie tiene una sola idea de lo que ha significado el gobierno de Javier Duarte y Gina Domínguez. Me lo puedo imaginar y no, no tengo ni idea. Alguna vez dije en público, a propósito de la presentación de otro libro en Xalapa, que era una verdadera vergüenza ver los quioscos en Veracruz: una misma foto de Javier Duarte aparece TODOS los días en TODOS los periódicos con la misma nota y la misma cabeza. TODOS los días. No creo que los directores de los diarios se pongan de acuerdo TODOS los días en qué foto llevarán TODOS y qué cabeza llevarán TODOS en las portadas de TODOS. Con respeto, pero con claridad lo digo: la única manera de que aparezca TODOS los días en la portada de TODOS los diarios una misma foto y un mismo pie y una misma cabeza y una misma nota alabando las proezas del señor Gobernador, es por medio de la corrupción disfrazada, o de la publicidad encubierta, o de la información engañosa. Son notas pagadas, pues. En TODA la prensa, o por lo menos aquella que está en los principales quioscos. Y de verdad discúlpenme esos periodistas y medios veracruzanos honestos si me los llevo de corbata. Entiendo que Duarte es un tipo iracundo e irracional; lo he leído y me lo han contado. Pero un tipo así sólo puede sobrevivir a una sociedad si esa sociedad lo acepta por comodidad. Si por un pago, se hacen de la vista gorda. Por cierto: tampoco esa vez que me dije avergonzado por los quioscos de Veracruz (ante reporteros y gente en general) se publicó una sola línea. Lo entiendo. No lo justifico pero lo entiendo. También entiendo la actitud de mucha prensa en el Distrito Federal, que apenas publicó unas líneas sobre el asesinato de Gregorio Jiménez, y fueron las líneas oficiales. Meses antes, Javier Duarte pagó no se cuántos millones para aparecer a todo lo ancho en esa misma prensa, con motivo de su informe de gobierno.
3 Pocas veces lo digo pero lo he dicho: hay muchos casos de periodistas victimizados (secuestrados, asesinados, hasta torturados) que yo no compro como atentados a la libre expresión. Se lo he dicho a por lo menos dos representantes de organismos internacionales de defensa de periodistas en charlas extraoficiales y oficiales. No doy muchos detalles, pero creo que algunos de ellos –repito: algunos– estaban metidos en asuntos turbios. Me hace impopular decirlo así, seguramente. Pero no soy defensor de toda la lista de periodistas víctimas. Siento, sin ser investigador y guiado por los datos que tengo y por la intuición, que no es posible creer que Gregorio Jiménez fue asesinado por “rencillas personales”. A esas alturas, lamento decirles, incluso si se presenta la investigación concluida y apunta a que no fue atacado por razones de su oficio, no la creo. La evidencia habrá sido ya manoseada. Tenemos organismos oficiales federales (una cosa que se llama pomposamente “fiscalía”) que investigan estos casos pero no tienen ni autonomía ni presupuesto. Ríos sobre esto ha escrito mi colega Darío Ramírez de Artículo 19. Otros colegas lo han denunciado ya. No existe interés del Estado en resolver los temas de periodistas y les resulta cómoda la impunidad, por más loco que parezca esa aseveración: periodistas que viven con miedo, periodistas que se autocensuran. Yo creo que el caso de Gregorio es uno más en la lista de impunidad generada por el ambiente de irrespeto del gobierno de Duarte. Como se puede, los matan. Como nunca aparecen los asesinos, pues los matan. Que la familia de Gregorio Jiménez encuentre la paz muy pronto; es lo único que puedo desearles. Porque justicia no encontrarán. No con ese gobierno nefasto, no con ese hombre iracundo y perverso, no con esa sociedad cómoda (y su prensa cómoda) que decide agachar la cabeza antes que levantarse y decir ¡basta! Y de verdad discúlpenme esos periodistas veracruzanos honestos, que por supuesto los hay, si me los llevo de corbata.
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