El presidente Enrique Peña Nieto inauguró ayer la 76 Convención Nacional
Bancaria. En la imagen lo acompañan Luis Niño de Rivera, director de
Banco Azteca; Agustín Carstens, gobernador del Banco de México, y Jaime
Ruiz Sacristán, presidente saliente de la ABM Foto María Luisa Severiano
Nunca
creí que escribiría estas palabras, pero debemos agradecer a Rosario Robles su
actuar como política profesional. Gracias a sus malos manejos siguiendo las
reglas tradicionales de la política de desarrollo social clientelista, los
partidos por fin se ponen a discutir de manera diferente la corrupción pre
electoral. Porque todos los han hecho y lo hacen: Miguel Ángel Yunes padre e hijo,
antes por el PRI, luego por Alianza y por el PAN, Fidel Herrera y Duarte por el
PRI, y la lista sigue, incluye claro al PRD regalando despensas y bastones para
las viejitas; también Movimiento Ciudadano entregando tortas y sillas de
ruedas. Nadie se salva, todos llevan a cabo las mismas prácticas, la única
diferencia radica en la cantidad de recursos que cada partido tiene para
comprar sus votos.
Los
ayuntamientos y estados no están quebrados solamente por el latrocinio
político, que ha sido cuantificado ya; además los políticos tienen tan claro
que no podrían ganar un puesto público gracias a su credibilidad que han
sistematizado y normalizado el método del clientelismo cíclico que les permite
comprar el puesto con cada elección.
Y hay que
agradecer el Chayo-gate, porque nos permite analizar de fondo cómo funciona en
todos los estados la compra de puestos populares. Porque creer que las
elecciones son otra cosa es fingir demencia. Algunos se ríen, otras se indignan
ante las emotivas declaraciones de Peña Nieto sobre cómo nadie utilizará los
programas de gobierno para fines electorales, nadie por encima de la ley. Llegó
tarde a declarar el Presidente viajero, porque en realidad nos consta que todos
los programas estatales tienen fines de perpetuación de los partidos. Aunque
algunos se utilizan con estrategias que benefician en realidad a la sociedad,
la mayoría tienen como fin favorecer a ciertos grupos sociales.
Resulta
importante entender en qué estados el voto libre representa a una rara minoría
y en cuales el riesgo de ser evidenciados cometiendo delitos electorales es
siempre menor que el peligro de perder el control territorial. Después de todo
si algo han hecho bien los gobernadores del PRI durante décadas ha sido
asegurar que los consejos electorales locales estén a su servicio.
Cada vez
que algún gobernador, o ahora Peña, nos recuerdan que “nadie pasa por encima de
la ley” me imagino su versión de ilegalidad como un túnel bien iluminado por el
cual transitan los gobernadores y las y los alcaldes. Efectivamente no pasan
por encima, sino por debajo de la ley, todos los días, frente a las miradas de
quienes vivimos en provincia. Ante el desgaste y hartazgo social.
El
Chayo-gate parece recordarnos que los partidos (que mientras escribo esto
regalan todo tipo de despensas, baratijas y promesas de empleo o puestos de
aviador) no quieren dejar de comprar puestos políticos, sino pedir que la
compraventa electoral sea un poco más justa dentro de “lo que viene siendo un
desaseo muy injusto”, como dijo un insigne perredista quintanarroense.
La normalización de la venta de políticos
chatarra ha llegado a tal grado que ni los que parecían buenos pierden el
tiempo en promoverse a la buena. Para muestra un botón: Quintana Roo ha sido
coto priista desde que dejó de ser territorio para convertirse en estado, pero
por razones casi inexplicables desde hace varios trienios Cancún, la joya de la
corona estatal, ha sido gobernada por el PRD gracias a las alianzas entre PAN,
PVEM, PRD y sus satélites. Estamos a punto de las elecciones por el municipio
hotelero más potente del país, y el PRI seleccionó a un joven bastante
respetable que podría plantear nuevos esquemas políticos y muy probablemente
ganar, sin embargo la maquinaria oficial no le dio ni chance. El estado está
tapizado de anuncios espectaculares en verde y rojo, con un enorme logo del PRI
con la leyenda “mi gobernador me cumple” presentando todos los programas
sociales como programas del PRI, diseñados especialmente para esta temporada
electoral primavera-verano.
El remate
consiste en lograr que el diario oficialista Quequi montara cientos de anuncios
en espectaculares, camiones y panfletos con la fotografía y el nombre del
candidato priista en portada, anunciando su éxito político. Lo genial es que
los abogados del PRI pactaron con el periódico que el candidato los demandaría
por el “uso indebido de su imagen”, así cuando llegara, y llegó, la denuncia de
la oposición por publicidad prohibida, el Instituto Estatal Electoral argumentó
libertad de expresión periodística y que el pobre candidato había sido víctima
de una multimillonaria publicidad involuntaria. Como este hay un centenar de
casos para Ripley en todo el país.
En este
montaje nacional electoral participa una parte de la sociedad que entiende
perfectamente que las elecciones son un negocito temporal. No creo que sean
cínicos y cínicas profesionales, son más bien millones de personas sometidas al
hambre histórica, hambre por la ausencia de derecho, de tierras, de educación
formal, de trabajo digno, de trato en igualdad. A ellos y ellas el aparato
político les ha enseñado cómo funciona el changarrito éste de la política. Así,
desde su perspectiva vender votos en las comunidades no es un acto de
corrupción, sino un acto de mercadotecnia popular. Hoy fulanito del PRI no
promete regularizar terrenos invadidos, pues a votar rojo. Mañana fulanita del
PAN nos ofrece un paguito de Procampo para levantar la milpita, pues a votar
azul. Hoy menganito amarillo nos asegura asilos de ancianos todo incluido para
sus abuelitos, pues por el hijo pródigo. Si la gente sabe que son chatarra,
nadie cree que los partidos vendan un sano alimento nutritivo, lo importante es
lo que se gana en el momento, no lo que se pierde a la larga.
Luego
están los otros, los ambiciosos que sí ganan, y mucho, con mantenerse en el
poder. Y en medio millones de empresarios y empresarias que han aprendido a
jugar el juego de los intereses que permitan que su negocio funcione. Como me
dijo un hotelero: estamos hartos de las elecciones, entre las extorsiones de
“Los Zetas” y las de los políticos la industria se debilita y nuestra economía
también.
El hambre
de democracia la van a paliar con lo que llena la barriga de la nación pero no
la alimenta ni la nutre. Y con ella se sacrifica la seguridad, porque no es una
casualidad que los profesores se lancen a destruir instalaciones y violentar la
ley sin que el gobernador actúe, porque los sindicatos educativos son parte del
entramado que maneja las elecciones estatales y municipales. No es casualidad
que a pesar de que en Quintana Roo y Baja California esté demostrado que los
cárteles tienen el control de la cúpula del sindicato de taxistas y que cientos
de vehículos son usados para el trasiego de droga en toda la franja turística,
los gobernadores ordenen que no se “vulnere” a los transportistas, porque ellos
manejan otro porcentaje de voto corporativo. Y podríamos seguir enumerando cómo
la maquinaria electoral en cada estado facilita la corrupción, fortalece la
ilegalidad, el poder de los cárteles, la inseguridad y claro, la pobreza y el
hambre. Peña, Chayo Robles y los gobernadores pueden construir puentes para el
diálogo, pero nunca van a bloquear sus propios túneles, porque ahora y siempre
hay elecciones por venir.
Ojalá me
equivoque y en el respeto a su pacto, los partidos pongan candados efectivos a
los procesos electorales, nada me gustaría más.
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