En tiempos de Felipe Calderón el periodismo se ha convertido en
un oficio de muerte. No para todos. Hay quienes intercambian silencio o
complicidad por seguridad. Otros, muchos, optan por no tomar riesgos.
Regina Martínez, asesinada atrozmente la madrugada del sábado 28 en su
casa de Xalapa, Veracruz, formaba en las filas de los periodistas que
incomodan al poder. A nuestra querida compañera la mataron, en
conjunción, la mente asesina que urdió el crimen y la mano presta que lo
ejecutó. Pero la privó de la vida también la descomposición que invade
como cáncer el organismo nacional y, en este caso particular, el estado
de Veracruz, donde crímenes semejantes se repiten en medio de la
impunidad. A Regina la mató de igual forma el clima de hostilidad
manifiesta en el que desempeñaba su trabajo como corresponsal de Proceso.
Lastimados e indignados, el domingo 29 acudimos a la sede del Poder
Ejecutivo de Veracruz y fuimos recibidos por el gobernador y sus
colaboradores. Pocos minutos duró el encuentro. Julio Scherer García
atajó la retórica vacua de Javier Duarte: Es inútil, señor gobernador,
no le creemos…
XALAPA, VER.- Ante la tragedia, el derroche, la ostentación del poder. La retórica por delante del gobernador Javier Duarte de Ochoa.
Helicópteros de la Secretaría de Seguridad Pública y el espacioso aparato tipo Bell
en que él mismo se traslada, camionetas Van blindadas, una sala de
juntas en el hotel Crown Plaza local…, todo a disposición de Proceso.
Hacia
el mediodía del domingo 29 de abril, en la Casa de Gobierno de esta
ciudad el ambiente era abrumador. Más que dar confianza, apantallaba con
el peso del aparato gubernamental y el uso de los recursos públicos. En
la mesa de la sala de recepción, desplegada en forma ostensible, la
reciente edición especial de Proceso dedicada a Los Zetas.
Ese
día, a la residencia oficial que Duarte amplió el año pasado, comprando
casas vecinas, había llegado un nutrido grupo de funcionarios de
seguridad y justicia encabezado por el procurador Felipe Amadeo Flores
Espinosa. Estaba también un fiscal que lo mismo atiende delitos
electorales que “denuncias contra periodistas y/o comunicadores”.
Duarte los sentó a su izquierda en una larga mesa de juntas. A su derecha, el fundador de Proceso,
Julio Scherer García, el director Rafael Rodríguez Castañeda, el
subdirector Salvador Corro, el fotógrafo Germán Canseco y este
reportero.
Erguido, cuidadoso de que no se le arrugara su
guayabera blanca, el gobernador comenzó a “lamentar el doloroso
asesinato” de Regina Martínez Pérez, la corresponsal de la revista en
Veracruz, muerta por estrangulamiento la madrugada del día anterior.
Consabidas
las frases: “Tengan ustedes la seguridad de que llegaremos hasta las
últimas consecuencias”, “destacada periodista”, “prestigiado medio que
usted dirige”…
Sólo dio una información: la solicitud que hizo a
la Procuraduría General de la República (PGR) y a la Comisión Nacional
de los Derechos Humanos (CNDH) para que junto con Proceso coadyuvaran en la investigación. Una “comisión interinstitucional” la llama, y promete transparencia.
Luego
pide a sus funcionarios convocados que enlisten sus actuaciones desde
que se conoció el asesinato, la tarde del sábado 28 de abril. Después de
las explicaciones técnicas, Duarte vuelve a hablar.
Lo interrumpe
Julio Scherer. Sus palabras, le dice, son “retórica ritual”. “Lo que
usted nos está diciendo y lo que acabamos de escuchar no es más que la
superficie. No hay explicación alguna de las aguas profundas en las que
ocurrió el asesinato de nuestra reportera”.
Un silencio espeso en la sala de juntas. Quizás, la respiración entrecortada del gobernador.
Continúa el también presidente del Consejo de Administración de la revista:
“La
muerte de Regina Martínez es producto de la descomposición del estado y
del país. Queremos saber qué es lo que hay debajo de esa superficie.
Aunque en suma, señor gobernador, no les creemos”.
Por segundos nadie habló.
Ante
el silencio del gobernador y sus colaboradores, Rodríguez Castañeda les
dijo que en Veracruz ha existido un “ambiente de hostilidad” hacia la
revista. Le mencionó la frecuente desaparición de ejemplares cuando
contienen información sobre seguridad en el estado. La más reciente,
apenas el 8 de abril pasado, cuando se publicó información sobre dos de
los candidatos a diputados federales por el PRI bajo el título “Dos
regresos peligrosos” (Proceso 1849).
Duarte
siguió sin decir nada. En el silencio quedó implícita también la
incautación de los ejemplares de la edición 1821 en septiembre de 2011,
cuando se daba cuenta del violento reacomodo de los grupos de
delincuencia organizada desde su llegada al gobierno en diciembre de
2010 y cuya primera expresión fueron los 35 cuerpos arrojados a una vía
rápida, al lado del Centro Comercial Plaza de las Américas, en Boca del
Río.
También fue “desaparecida” la edición 1736, del 7 de febrero
de 2010, sobre las actividades en el estado de la organización delictiva
que se conoció como La Compañía durante el sexenio de Fidel Herrera Beltrán, que acabó en diciembre de 2010.
(Extracto del texto principal que se publica esta semana en la revista Proceso 1853, ya en circulación)
Para sembrarte de guitarra, para cuidarte en cada flor, y odiar a los que te castigan, mi amor, yo quiero vivir en vos./Serenata para la tierra de uno (María Elena Walsh)/
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