lunes, 5 de septiembre de 2011

Cordero, pan y queso

Es el consentido. Fernando Larrazabal, alcalde de Monterrey, es uno de los grandes preferidos de Felipe Calderón. Más aún, es uno de los patrocinadores especiales de Ernesto Cordero en su precampaña a la candidatura para la Presidencia de la República.

“Las manos limpias del PAN” resultaron estar sucias. Los escándalos de corrupción que implican al partido en el poder recorren los gobiernos estatales y municipales del territorio mexicano. Mal augurio para el próximo año electoral.

El escándalo de corrupción del PAN de Monterrey se mezcla con la tragedia. No se trata sólo de malversación de caudales públicos, ni de tráfico de influencias o extorsiones; sino de la vida de seres humanos, o mejor dicho, de la muerte. Las víctimas, como siempre, son los ciudadanos. El triángulo parece perfecto en el imaginario colectivo, testigo de los últimos acontecimientos. Pensemos en cualquier ciudad de México: un alcalde amenaza a los casinos con clausurarlos, su hermano cobra el soborno y si los dueños no pagaban, los Zetas, hacen el trabajo sucio: incendio con clientes incluidos.

A los hermanos Larrazabal los une la polémica, no sólo la sangre. Jonás cobraba en las mesas de los casinos los quesos que vendía en las casas de apuestas. Si el pago fue de 400 mil pesos, hubo miles de quesos repartidos. Pero el hermano cabeza de turco, no pudo acreditar su negocio de quesos y se apegó al artículo 20 para no declarar. El silencio es más significativo a veces.

El largo historial de Fernando Larrazabal en acusaciones de corrupción ofrece un contexto más claro. El alcalde de Monterrey fue mostrando desde hace once años su gran capacidad para mezclar “negocios” privados con obra pública, claro, siempre con testaferros, amigos y familiares, valga la redundancia. Como dueño de la Constructora Labre junto a su primo Laffitte Bretón fue investigado por la PGR por recibir pagos excesivos al construir un laboratorio de la Facultad de Ciencias Químicas de la Universidad Autónoma de Nuevo León en 1997.

Cuando fue alcalde de San Nicolás de los Garza fue acusado de malversación de fondos a través de la expedición de facturas falsas, pero blindó las cuentas públicas, amparándose, para que el Tribunal Contencioso de lo Administrativo y la Contaduría Mayor de Hacienda no lo auditara.

Vicente Fox lo premió por su fomento a la transparencia y a la honestidad. Y lo nombró director del Comité Administrador del Programa Federal de Construcción de Escuelas (CAPFCE), encargado de construir la Biblioteca José Vasconcelos. La frase de “No me des, ponme donde haya” cobra vigencia. Su salto a la escena nacional llega cuando se conoce que del presupuesto asignado de 900 millones de pesos, cambió a 2,300 millones para la edificación del inmueble. Las investigaciones concluyeron con el despido de varios funcionarios menores, pero a Larrazabal no se le tocó.

El alcalde de Monterrey ha tenido buena estrella. Y parece que ha salido victorioso de las manchas de corrupción que se extienden por donde camina. El Partido Acción Nacional le apoya y protege y lo sigue premiando. Fue diputado, presidente del Congreso y ahora alcalde. Su ambición no tiene límites. Seguramente sueña con la Presidencia de la República, mientras sigue incrementando su fortuna e invirtiendo en la creación de nuevas empresas como la constructora de San Antonio, Texas, o en la compra de casas y terrenos.

La relación de Fernando Larrazabal con los casinos viene de lejos, particularmente desde que inició una estrecha amistad con el millonario Juan José Rojas Cardona, conocido en Monterrey como el “Zar de los casinos” y relacionado con la trata de mujeres con fines de explotación sexual. Rojas Cardona, junto a su hermano Arturo, recibieron 60 permisos para abrir este tipo de negocios. Al principio de este año, el diputado priísta Felipe Enríquez acusó al alcalde de Monterrey de proteger los intereses de su amigo por la clausura de otras casas de apuesta y la prohibición de nuevos casinos. En Monterrey, “el Zar” opera el casino las Palmas Miravalle, en la avenida San Jerónimo, y el Sportzone, en Garza Sada. En San Nicolás de los Garza donde Larrazabal fue alcalde, le ayudó a abrir el Bella Vista, en el Hotel Granada Inn, y otro Palmas, en Plaza Fiesta Anáhuac.

La simulación forma parte de la vida de Fernando Larrazabal. Ha logrado adeptos entre la ciudadanía con un discurso duro contra la corrupción y promesas de transparencia que no cumple. Tiene más seguidores que detractores en el PAN nacional. A pesar de su cuestionada carrera política, sus relaciones llegan a la Presidencia de la República. Sus dineros han servido nada menos que al precandidato Ernesto Cordero a quien ha organizado distintos actos proselitistas en Monterrey. El alcalde le entregó una lista de 7,000 firmas de apoyo. Y eso cuesta.

¿Cuántos quesos de los Larrazabal han financiado la precampaña política del actual secretario de Hacienda? Santiago Creel, poco favorecido por el dedazo presidencial, es el único que se atrevió a denunciar la posible connivencia entre el dinero recolectado por Jonás Larrazabal con Ernesto Cordero.

Organizaciones civiles han demandado la renuncia del alcalde de Monterrey. Al panista Fernando Larrazabal lo sostienen desde arriba. La pregunta queda en el aire: ¿Hasta cuándo?


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