La muy vaticinada victoria abusiva del PRI en cuatro estados transfirió sus condiciones de inequidad delictiva al escenario de un año delante, cuando esos mismos ingredientes altamente sucios podrán reaparecer, potenciados y afinados, para hacer inútil, como ahora sucedió, todo esfuerzo de oposición.
La casa dinosáurica con sede en Toluca apostó al peor de sus pasados para prometer que puede construir el mejor de sus futuros y, en ese lance excesivo, ha exhibido sin pizca de pudor en cuatro estados los entretelones del monigote que pretende habilitar como opción de competencia
y cambio
, colocando así al panismo felipista en la triste condición de usufructuario formal del poder federal que sin embargo no puede contender exitosamente con el cártel de los gobernadores (y, en especial, de los ex gobernadores recientes), y al lopezobradorismo en el riesgo de llegar a los mismos resultados en 2012 si se empeña en mantener los mismos discursos, esquemas y propuestas.
Ganó (es un decir) el esquema del fraude tejido y definido aún antes de las elecciones, en un giro de máxima maestría de los artesanos de la mapachería clásica que, mediante el abuso del erario, más las contribuciones oscuras de donadores peligrosos, lograron comprar el voto ciudadano valiéndose de la necesidad social extrema que fue cultivada con pasión por el gaviotismo copetón durante su sexenio y que fue aprovechada en sus más recientes expresiones anegadas para comprometer y chantajear la conducta cívica, haciendo ver a los damnificados de estos días y estas décadas que su única fórmula de salvación inmediata es el apego a los dictados de los miles de operadores electorales económicamente bien pertrechados que hacen temer a los votantes el perder su miseria ínfimamente llevadera si alteran en las urnas ese sistema probadamente injusto.
Y perdieron (es un decir) Felipe Calderón y Andrés Manuel López Obrador, entendidos ambos como jefes de las principales corrientes no priístas que compitieron este domingo. El ocupante fallido de Los Pinos vio caer a su compadre del alma, Guillermo Anaya, en Coahuila de los Moreira, y a su no demasiado querido ex secretario particular, Luis Felipe Bravo Mena, en el estado de Peña Nieto. Por su parte, el (todavía) perredista no pudo sacar adelante a Alejandro Encinas, y su victoria de ayer sobre las tesis aliancistas en esa entidad le será cargada hoy en el rubro negativo por el marcelismo-camachismo y los Chuchos siempre al acecho.
Ganan las chapas de Eruviel, por papá Quique, pero con acompañamiento especial de la arreglista Elba Es-ther Gordillo a través de su hija ejecutante, Mónica Arriola y el Panal. Gana el hermano del presidente nacional del PRI, con lo que doce años de la política coahuilense estarían dominados por dos hermanos. Gana en Nayarit un priísta al que no quería el necio e impopular gobernador priísta actual pero que fue empujado adelante por el supremo interés copetón. Ganó en Hidalgo el caciquismo tradicional, montado como siempre en el catálogo básico del fraude electoral pero aderezado con rifles y pistolas, para darle ambientación campirana.
Pero no gana absolutamente nada de lo que puedan estar orgullosos los ciudadanos mexicanos. El tráfico electoral de la miseria ensucia a quienes diseñan las estrategias de conversión de la desgracia social en voto o credencial de elector: las despensas y el billete en mano degradan el de por sí endeble esquemita electoral vigente, y las autoridades que emergen de esos sótanos y pantanos están predestinadas a satisfacer los intereses de esos mafiosos de la política y a sostener el modelo de injusticia.
Sin embargo, los resultados de esas cuatro entidades, y en especial en el Reino de Atlacomulco, muestran una realidad que los opositores al PRI deberían leer sin cantaletas justificatorias ni simpleza panfletaria. Hay una base social que está encontrando justificación y acomodo en el PRI y sus mecanismos de control. Dicho de otra manera, las propuestas del PAN y del PRD, o del conjunto de la izquierda electoral, no están prosperando entre un segmento del electorado que lo que desea con urgencia es solución inmediata a sus problemas básicos (así esa solución fuera manipulada, indigna y más dañina a la larga) y promesas más o menos creíbles de que se puede remontar la trágica situación actual.
Los panistas no han podido convencer ni a la totalidad de su núcleo duro de que se han hecho bien las cosas durante la administración calderonista y de que la guerra
contra el narco ha sido bien planteada y llevada. No obstante, el panismo de base ha sido secuestrado por la nueva clase política felipista, de bajo nivel intelectual y poco oficio político pero plena de cargos, favores y presupuesto para doblegar y cooptar. No se conoce públicamente ningún movimiento de militantes blanquiazules que busque rescatar a su partido de los despropósitos del circulito felipista (lo del expulsado Manuel Espino no tiene fuerza ni respetabilidad interna) y, de seguir las cosas como van, sólo les quedará aceptar en 2012 la derrota tan cantada o ensuciarse más en locuras que pretendan cancelar comicios o usar al narco con sentido partidista.
La izquierda electoral enfrenta un panorama que debería empujarla a una profunda autocrítica y una verdadera reformulación. Cierto es que la delantera de EPN puede cambiar (como a la mala fue cambiada oficialmente la de AMLO). Pero lo sucedido ayer es una advertencia a tiempo de que la maquinaria peñanietista va dispuesta a utilizar cuanto recurso pueda (incluso los válidos) para arrasar. Si un cuadro valioso como Encinas, con fotos de unidad
y el apoyo económico de Ebrard, no pudo remontar esa mole de inequidad, algo parecido puede suceder en 2012 si no se amplía la base de apoyo de ese movimiento, si no se moderniza el lenguaje y las propuestas, si no se vincula lo social con lo electoral y no se construye colectivamente. Y, mientras el dinosaurio festeja, ¡hasta mañana, con los asesinatos en Guerrero de las hermanas Ayala Nava, una de ellas, viuda de Lucio Cabañas!
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