miércoles, 6 de mayo de 2015

Mar de fondo en Operación Jalisco

Mar de fondo en Operación Jalisco 

Por: Jaime Avilés (@Desfiladero132)

5 de mayo de 2015. Había una vez un helicóptero militar lleno de soldados y policías federales, que cierto día volaba tranquilamente sobre una zona rural del estado de Jalisco, a 240 kilómetros de Guadalajara, cuando de repente, zaz, vio la polvareda que levantaba un convoy de camionetas en una brecha y descendió a 30 metros de altitud sobre el nivel del suelo como una águila pescadora en pos de una sardinita.
Las camionetas iban con las luces apagadas porque ya estaba amaneciendo y, según testimonios, estaban repletas de hombres armados hasta los dientes. Algunas incluso iban con las puertas abiertas. Los militares comenzaron a tirarles pero, de repente, zaz, un cohete disparado desde el convoy pegó en la cola del helicóptero y lo derribó como una paloma, cosa que nadie niega: hay evidencias.
Más adelante, cerca de un pueblo llamado Villa Purificación, las camionetas quedaron abandonadas, incluso con armas adentro. ¿Para dónde huyeron quienes las ocupaban? Sólo ellos lo saben. Tres horas más tarde, en Guadalajara y 31 municipios más de Jalisco, en forma sorpresiva, unos 500 paramilitares empezaron a despojar de sus vehículos a traileros y automovilistas, para prenderles fuego y bloquear numerosas carreteras.
¿Qué no encaja en esta historia, que desató el miedo generalizado, causó pérdidas de vidas humanas y daños materiales no cuantificados aún? En una palabra: nada. Sí, nada parece tener lógica en esto que ampulosamente se anunció como “Operación Jalisco” y resultó un desastre.
¿El helicóptero militar derribado andaba paseando al amanecer del viernes primero de mayo en una acción de simple rutina o cumplía una misión concreta? ¿Atacó el convoy de camionetas por órdenes externas o fue una iniciativa espontánea de sus tripulantes?
Desde la Presidencia de la República se presuma constantemente el crecimiento de efectivos del ejército mexicano y de equipamiento bélico.
Desde la Presidencia de la República se presuma constantemente el crecimiento de efectivos
 del ejército mexicano y de equipamiento bélico.

Según se supo y se dijo ese mismo día en todos lados, menos en las instancias de “seguridad” federal, el gobierno de Peña Nieto había mantenido en el secreto más grande su “plan” para detener a Nemesio Oseguera Cervantes, el Mencho, jefe del cartel Jalisco Nueva Generación (CJNG).
Suponiendo que esa madrugada hubiese puesto en marcha una estrategia contra el capo, que según el número más reciente de Proceso no es el jefe sino el número dos de CJNG, ¿por qué no había un cerco militar en torno de la zona rural donde estaba el Mencho? Si el helicóptero ya lo tenía en la mira, ¿por qué el alto mando no le ordenó que lo siguiera a prudente altura y reportara su ubicación constantemente, mientras se desplazaban las tropas terrestres para sitiarlo?
Si para no poner en riesgo a las tropas terrestres el alto mando decidió acabar con el Mencho en un ataque aéreo, ¿por qué no acudieron más helicópteros para apoyar al que había detectado el objetivo? ¿Qué temían los señores del alto mando o los militares librados a su propia suerte en el helicóptero? ¿Que el Mencho y sus camionetas desaparecieran como topos en los hoyos del campo?
Si en ocasiones anteriores, los intentos fallidos para detener al Mencho provocaron bloqueos de carreteras, ¿por qué la mañana del primero de mayo el alto mando no tomó precauciones para evitar lo que finalmente fue la repetición, a escala mayor, de un modus operandi bien conocido?
¿Es tan endeble el aparato de seguridad del Estado que mil hombres pueden desquiciar en minutos la segunda ciudad más importante del país, así como así? Un video obtenido por Polemón ilustra cuán fácil fue quemar una sucursal de Banorte en Puerto Vallarta. Tres camionetas se estacionan frente al banco, unos tipos lo rocían de gasolina, arrojan un cerillo y se van.
Una pregunta recurrente en redes sociales: ¿por qué no había policías estatales, federales, gendarmes, soldados o marinos en ninguna parte? ¿El alto mando acuarteló a las fuerzas de seguridad y dejó indefensa a la población? ¿Por qué? ¿Para qué?
Pregunta finalísima. ¿La verdadera Operación Jalisco corrió a cargo del Cártel Jalisco Nueva Generación y el gobierno de Enrique Peña Nieto actuó como simple comparsa para crear terror, terror de Estado?
Mar de fondo –si entendí bien– es el fenómeno que se produce cuando en una región del océano, muy alejada de la costa, el viento provoca un sistema de olas, conocido como “oleaje”, que se estrella con la tierra firme sin que lo impulsen los vientos locales, imperantes, digamos, en las bahías cercanas a las playas.
Durante estos días, en algún punto del Pacífico de cuyo nombre nadie tiene idea, se formó un oleaje que azota las costas de Guerrero y está ocasionando graves daños. Contrario a lo que se cree, el mar de fondo no proviene de los negros abismos del océano sino de la superficie.
La gente, sin embargo, está acostumbrada a decir “mar de fondo” para referirse a asuntos políticos turbios y los periodistas, explica Umberto Eco-eco-eco-eco, en su libro más reciente –Número Cero, editorial Lumen, México, 2015– debemos respetar esos lugares comunes.
Pero si nos atenemos a la definición científica del fenómeno, el mar de fondo que detonó el caos en Jalisco el primero de mayo, bien pudo haber sido engendrado en Los Pinos, donde a la luz del más elemental de los análisis, la mala planificación, el show mediático y el terror lograron su propósito: amedrentar a los habitantes de una ciudad, la segunda más importante de México, que el PRI bien puede perder el 7 de junio.
Imagen de un bloqueo en Jalisco el pasado primero de mayo.
Imagen de un bloqueo en Jalisco el pasado primero de mayo.

Mar de fondo, en el sentido clásico, es la violencia que está cobrando vidas de militantes de Morena en distintos lugares, ayer en Comalcalco, Tabasco, anteayer en el estado de Oaxaca, por ejemplo, o la guerra declaradamente abierta por el regente Miguel Ángel Mancera y los mafiosos del PRD en delegaciones como Tlalpan, Coyoacán, Iztapalapa y Cuauhtémoc, donde pueden ganar los candidatos del partido que encabeza Andrés Manuel López Obrador.
Abominado por la mayoría de los mexicanos, el PRI –sus cuatro sectores (PAN, PRD, Verde y Panal), sus tilingos del INE, las televisoras, las almorranas podridas como Ricardo Alemán, Pablo Hiriart, Ciro Gómez Leyva y demás columnistas al servicio del cártel de Los Pinos–, han hecho todo lo que está a su alcance para que el primero de junio vote el menor número de personas.
No contento con promover el abstencionismo bajo la fórmula “todos son iguales”, que repiten el EZLN, Sicilia y demás colaboradores objetivos del régimen que lo defienden desde el ultraísmo –ratificando lo que decía Reyes Heroles: todo lo que resiste apoya–, el PRI tiene preparado para el 7 de junio un México-Brasil, millones de pesos en despensas, un ejército de acarreables vendedores de votos y muchos recursos más, pero nada le basta para sentirse tranquilo.
De ahí que la violencia contra Morena, el miedo sembrado en Guerrero, los candidatos y militantes que pierden la vida en todas partes y la Operación Jalisco, a cargo del cártel Nueva Generación en contra de Enrique Alfaro y Movimiento Ciudadano, forman un mar de fondo que proviene de Los Pinos, seguramente debido a los vientos del norte que soplan desde la Casa Blanca, a saber si la de Las Lomas, o la de Washington DC, o desde ambas.


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