jueves, 19 de junio de 2014

Carnicería humana en Veracruz; un infierno llamado Cosamaloapan

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31 cuerpos en fosas clandestinas
Por: Luis Velázquez/@BlogExpediente

Veracruz, El martes 17 de junio, 2014.-- fue un día terrible, duro, adverso, lacerante, para Veracruz. Los marinos llegaron a Cosamaloapan y en un rancho del poblado Nopaltepec (a la fama pública porque ahí nacieron con una hora de diferencia Fidel Herrera Beltrán y Rafael “El negro” Cruz) hallaron, primero, siete cadáveres; luego, 15; después, 17, y hacia las once de la noche, iban 27; luego, 31; todos, sepultados en fosas clandestinas.
De ellos, 24 son hombres y siete son mujeres. Del total de cadáveres, 11 iban sin cabeza y un número importante sin manos, pies o alguna extremidad. Siete ya fueron reclamados; el resto, ya está en Xalapa.
En el forense de Cosa (así le llaman al pueblo de cariño quienes han emigrado, entre ellos, los gemelos Gustavo Arróniz y Tomás Carrillo junior) decenas de familias de secuestrados y desaparecidos esperaban con dolor, muchísimo dolor, desde hace uno y dos años, que por fin les entregaran los cuerpos de sus parientes.
Pudiera acaso, quizá, escribirse que ha quedado cerrado el primer capítulo de la extensa lista de personas víctimas de una banda que durante meses sembró el terror, el miedo, la zozobra y la incertidumbre en la Cuenca del Papaloapan conocida con el nombre de “Las brazas”, porque el jefe máximo, Williams Castro Sánchez, tenía cuatro taquerías con ese nombre en Cosamaloapan, Carlos A. Carrillo y Tierra Blanca, en Veracruz; y una más en Cerro Gordo, Ecatepec, Estado de México.
La gota que derramó el vaso para su captura fue el secuestro y crimen el 12 de diciembre, 2013, de la chica de 22 años, María del Carmen Molina Gamboa, sobrina del entonces alcalde de Carlos A. Carrillo, Enrique Molina Arrioja.
Entonces, la banda de “Las brazas” solicitó un rescate de 2 millones de pesos, y aun cuando sólo pagaron 300 mil pesos, fue asesinada y sepultada en una fosa clandestina.
Para entonces, en el registro oficial iban unos 26 secuestros, teniendo como epicentro Cosamaloapan y Carlos A. Carrillo.
II
Así, el alcalde movilizó amigos y relaciones sociales y políticas en el gobierno de Veracruz y el federal y desde las unidades de Inteligencia de las secretarías de Seguridad Pública armaron un operativo para seguir la pista.
Y poco a poco la banda de “Las brazas” fue detenida, a excepción, hacia el mes de enero, 2014, de dos que andaban prófugos. Se ignora si todavía.
La banda, que ninguna relación tenía con los carteles tradicionales adueñados de Veracruz, estaba formada por las siguientes personas:
Williams Castro Sánchez, alias “El Williams”. El jefe. Levantaba a los secuestrados, negociaba y los ejecutaba.
José Gustavo Enríquez Sánchez, alias “El Tavo”. Halconeaba y cuidaba a las víctimas.
Maribel Cruz Sánchez, alias “La maru”. Su chamba era halconear.
Juan Carlos Cruz Tadeo, alias “El mono”. Segundo al mando de la banda. Encargado de levantar.
Anahí Luna García, alias “Laura Cruz Castro” y/o “La güera”. Cuidaba.
Inocencio Sánchez Amador, alias “El Ino” y/o “El dino”. Levantaba y cuidaba.
Francisco Soto Cruz, alias “El Paco”. Levantaba y ejecutaba. 
Víctor Manuel Soto Cruz, alias “El Víctor”. Levantaba.
Alondra Zarrabal Yepes, alias “La cabezona”. Cuidaba. Ella se encargó de María del Carmen Molina Hernández.
Minerva Luna García, alias “La Mine” y/o “Minerva Luna Gamboa”. Cuidaba.
Gerardo Romero Lunas, alias “El Gera”. Levantaba.
Vianey Romero Luna, alias “La campana”. Halconeaba y cuidaba.
Candelaria Soto Cruz, alias “La Cande”. Halconeaba y cuidaba a las víctimas.
Jair Enríquez Sánchez. Levantaba, llevaba de comer y negociaba.
Juan Roberto Tadeo Marcelo, alias “La paca”. Halconeaba y cuidaba.
Octavio Sánchez, alias “El Octavio” y/o “Octavio Avendaño”. Levantaba.
Josué Cruz Gallardo, alias “El tribilín” y/o “El Ché” y/o “El chejere”. Halconeaba y conducía un taxi, al parecer, el número 205 de Tele-taxi.
III
Hacia el mes de enero, y atrás de la localización de María del Carmen Molina Hernández, las fuerzas policiacas detuvieron a  José Gustavo Enríquez Sánchez, de 21 años de edad, y quien identificó a la banda, diciendo que estaba integrada por unas 17 personas.
Incluso, confesó que él había participado en el secuestro de José Alberto Muñoz, donde su trabajo fue cuidar al plagiado, cuya familia pagó el rescate y no obstante fue ejecutado y sepultado en una fosa clandestina.
A cambio, “El Williams” le pagó 30 mil pesos que utilizó para un negocio de plásticos en Cosamaloapan.
También reveló que la mayor parte de la banda vivía en el estado de México, en el poblado de Lechería, donde tenían, además, un taller de laminación con razón social “S”, mientras vivían en una casa de dos plantas en obra negra.
IV
Se trata del mayor hallazgo de cadáveres en fosas clandestinas en el Veracruz del sexenio próspero.
Ni siquiera, vaya, en el norte de Veracruz, por donde, siempre ha sido afirmado, entrara la delincuencia organizada al territorio jarocho.
Incluso, superó en crudeza y barbarie el asesinato de los diez reporteros y fotógrafos y el secuestro y desaparición de los cuatro reporteros de la fuente policiaca.
Tantito peor, rebasa los hechos y circunstancias de las decenas de personas, mujeres y hombres, plagiados y desaparecidos de norte a sur de Veracruz, que se han dado uno por uno, pues aquí, en el caso de Cosamaloapan, hallar de pronto 31 cadáveres significa la más espantosa pesadilla.
Quizá, acaso, y en todo caso, la barbarie en el norte de Veracruz, en la carretera de Tempoal a Pánuco, cuando los malandros rafaguearon por vez primera en el país unos autobuses de pasajeros y mataron a un bebé que iba en los brazos de su madre, entre otros, pues el saldo fue de 15 muertos.
Y/o como cuando en Paso de Ovejas, ejecutaron a una familia completa, entre ellas, a dos niños de 7 años de edad y a un recién nacido, también en los brazos de su mami.
Y/o cuando en Manlio Fabio Altamirano, en la congregación de Mata Loma, los malosos levantaron a una familia, incluidos cuatro niños, que nunca, jamás, aparecieron.
Nada, claro, supera al horror. Desde la reportera, Yolanda Ordaz, que fuera secuestrada y decapitada y arrojada en la vía pública su cabeza por un lado y a un metro su cuerpo, ni tampoco la historia de aquel joven secuestrado en “la ciudad más bella de Mèxico”, Veracruz, y cuya cabeza decapitada fuera colocada en la mesa de un antro en el bulevar Ávila Camacho, en Boca del Río, en la madrugada de un fin de semana.
Cada episodio, cada secuestro y crimen, no obstante el pago del rescate, ha sido la noche más extensa “de los cuchillos largos” que todavía se vive y padece, a pesar de que el tercer procurador de Justicia, Luis Ángel Bravo Contreras, dijera que “apenas tomé posesión… los carteles huyeron” de Veracruz.
V
Familias velan los restos de sus parientes en la Cuenca del Papaloapan. Todos, al mismo tiempo. Quizá de igual manera en la iglesia les oficien misa de cuerpo presente. Y todos sean sepultados en el panteón al mismo tiempo en la más terrible y espantosa noche de Veracruz.
Y a todos, al mismo tiempo, en cada hogar les recen el novenario.
En Veracruz, la barbarie inició con Patricio Chirinos y se repitió con Miguel Alemán, cuando, y por ejemplo, el capo José Albino Quintero Meraz era dueño de la plaza estatal y operaba con tanta seguridad que hasta era vecino del gobernador Alemán Velazco en su residencia en el fraccionamiento Costa de Oro, en Boca del Río.
El mismo esquema se reprodujo en una parte del sexenio de Fidel Herrera, operando todos con bajo perfil.
Pero apenas llegó Felipe Calderón a Los Pinos los militares fueron sacados del cuartel y metidos a una guerra que todavía dura y que en el sexenio felipista dejara más de 20 mil desaparecidos.
Cierto, por ahora, el genocidio se ha concentrado en los estados de Michoacán, Guerrero, Tamaulipas y el estado de México, luego de que pasara por Veracruz como un huracán intempestivo y furioso.
Sin embargo, los carteles todavía disputan la plaza jarocha porque aquí han encontrado tierra fértil desde sexenios anteriores, en tanto los funcionarios de seguridad del duartismo son más protagónicos que Batman y Robin y alardean de un Estado de Derecho… bajo sospecha, con mentiras que, acaso, quizá, ni ellos mismos se creen en la soledad del poder y que sólo sirven para fanfarronear en la intimidad del tálamo.
¿Cómo, de qué manera superar, olvidar, el espantoso dolor en los 31 hogares de la Cuenca del Papaloapan, donde las familias pagaron el rescate y sus parientes fueron ejecutados con alevosía, ventaja y premeditación, toda la saña del mundo?


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