Tolstói nos muestra cómo la Iglesia ha pervertido
las enseñanzas de Jesús y ha hecho posible conciliar dos conceptos
totalmente incompatibles: violencia y religión. La tarea de la Iglesia
ha consistido en mantener a los hombres engañados, en ocultar el
verdadero mensaje de Jesús –que se puede resumir en el Sermón de la
Montaña–, en hipnotizar al pueblo e idiotizarlo, y en alentar el
paganismo más burdo en forma de adoración de los ídolos.
Tolstói sitúa el inicio de la perversión y corrupción de la Iglesia en el momento en que ésta se unió al poder estatal (siglo IV), ya que a partir entonces la Iglesia se movió por unos intereses puramente terrenales que nada tenían que ver con Dios.
El escritor ruso considera que nuestra vida es una
pura contradicción, porque nos hacemos llamar cristianos, pero obligamos
a la juventud a servir en el ejército, a luchar en unas guerras que
sólo responden a unos intereses de ciertas personas que se encuentran
en el poder. El servicio militar obligatorio es anticristiano y
antinatural, y los cristianos tendrían que revelarse pacíficamente y
negarse a ser cómplices de toda esta maquinaria bélica.
El Estado –aún si admitimos que en un tiempo fue
necesario para agrupar a los individuos en comunidades y así
defenderlos de otros enemigos– actualmente ha dejado de tener sentido.
Para lo único que sirve es para, mediante la violencia, oprimir a la
población, mantener un orden social que beneficia a unos pocos
(gobernantes, terratenientes, comerciantes, clero…) en detrimento de
una inmensa mayoría (obreros, campesinos, pobres…). Tolstói afirma
sobre el Estado: “Ni la banda de malhechores más despiadada y
aterradora es tan terrible como el Estado.”
Tolstói cree firmemente que hay que abolir este
orden social, pero nunca mediante la violencia –tal y como pretenden
los revolucionarios y anarquistas–, sino mediante el establecimiento
del reino de Dios en la Tierra.
Tolstói llama a la desobediencia civil, a la
insumisión ante a un Estado que nos pide, para su propio beneficio, unos
sacrificios imposibles (que reprimamos o matemos a nuestros hermanos)
contraviniendo la ley de Dios. Existen, por un lado, las leyes
estatales, hechas por los hombres, que son temporales, cambiantes y
arbitrarias; y existe, por el otro, la ley divina del amor, que es
eterna, inmutable. El cristiano sólo puede someterse a esta ley divina,
y no debe infringirla en ninguna circunstancia, aunque con ello
desobedezca las leyes estatales.
La traducción al español de esta obra fue publicada
en 2010 en España y Latinoamérica por la editorial Kairós,
coincidiendo con el centenario de la muerte del escritor.
Se incluyó al final del libro la interesantísima
correspondencia que mantuvieron Tolstói y Gandhi, quien quedó muy
impresionado por el contenido de esta obra, especialmente por la
cuestión de la “no resistencia al mal con la violencia”, que después
aplicaría exitosamente en su lucha contra los ingleses. Gandhi
escribió: “El reino de Dios está en vosotros me abrumó. Me
marcó para siempre. Comprender su pensamiento independiente, su
profunda moralidad y la veracidad de este testimonio, hizo que todos
los libros que antes me había dado Mr. Coates me resultaran
insignificantes.”
Tolstói escribiendo el 7 de noviembre de 1910,
trece días antes de morir
trece días antes de morir
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