miércoles, 10 de junio de 2015

La derrota de Javier Duarte

La derrota de Javier Duarte 

* Pierde los cinco principales distritos  * Bringas temía al voto de castigo marcelista  * Fidel reventó en Boca del Río  * La votación de Erick  * Agresión a representante de Morena  * Rocío Nahle: en 2012, 70 mil votos y pierde  * A su lado el marcelismo, gana  * Escamotean pago a representantes priístas

Simulador, Javier Duarte proclama un triunfo abstracto, arrebatado, maltrecho. Dice que ganó. Y sí, ganó el PRI en 16 distritos electorales de Veracruz, como siempre, con sus trampas y su fraude. Pero las cinco joyas de las corona las perdió.
No ganó Xalapa Urbano, Veracruz, Boca del Río, Coatzacoalcos y Poza Rica, ahí donde se concentra el mayor poder político, capitales millonarios y la industria, el turismo y la más alta densidad de población, ventana al mundo, a los negocios, a la inversión.
Son las cinco joyas de la corona, las que Fidel Herrera Beltrán, su antecesor y mentor, mantuvo y retuvo, por las buenas o por las malas, y las que debió ceder, las regateó hasta el final.
Javier Duarte entregó Xalapa en 2012, al Partido de la Revolución Democrática, cuando la prosperidad comenzaba a desteñirse, a la vista su mal gobierno, su impudicia para el abuso, el cinismo para echar mano de los recursos públicos y en un alarde de magia desaparecerlos en un solo movimiento de mano.
Hoy, la debacle está ahí. Ganó el PRI 16 distritos electorales pero se le fueron enclaves de altísima relevancia.
Veracruz y Boca del Río siguen en poder del Partido Acción Nacional, aunque es de lo único que el vilipendiado panismo puede vanagloriarse pues tuvieron en sus manos Tantoyuca, Córdoba, Orizaba y Zongolica y los dejaron ir.
Xalapa Urbano, distrito sede de la capital de Veracruz, pasa a control de Movimiento de Regeneración Nacional, Morena, el partido de Andrés Manuel López Obrador, que se posiciona en una sola elección, concentrando las vibras de los que repudian la violencia y la inseguridad, el secuestro y la extorsión, la impunidad y el atropello, la corrupción y la riqueza que no sólo es malhabida sino exhibida por la pandilla duartista.
Coatzacoalcos también es distrito para Morena, en parte por el voto de los indignados que repudian el desgobierno y el rezago social, el desempleo y el empleo mal pagado, la los levantones y la tortura, los mutilados, los sepultados en fosas clandestinas, el narco operando a todo vapor, los petroleros de los complejos petroquímicos amenazados con ser echados a la calle, y en parte por los rencores y venganzas entre priístas.
Poza Rica ya es del Partido de la Revolución Democrática. Golpe letal al feudo petrolero, al sistema represivo que obliga al trabajador a actuar como esclavo, a rendir pleitesía al líder en turno, descarada la explotación sindical, obvios los negocios de quienes dicen estar al servicio del gremio.
Son las cinco joyas de la corona que pesan por su potencial político, económico y social, por ser, por ejemplo Veracruz, Coatzacoalcos y Xalapa, los tres municipios con mayor presupuesto entre los 212 que componen la geografía veracruzana.
Boca del Río y Veracruz no solo son tradición. Representan más que un son, que un arpa y una jarana, que una pieza musical de Agustín Lara. Son el punto de referencia turístico del Golfo de México, con una impresionante capacidad hotelera, punto de atracción para mexicanos y extranjeros. Y la llegada constante de capitales.
Coatzacoalcos es polo industrial. Concentra en su territorio tres complejos petroquímicos, una terminal marítima industrial y otra comercial, la exportación de petrolíferos. Y en sus costas, un potencial petrolero próximo a explotar.
Xalapa es Xalapa. Es la sede del gobierno estatal, impensable perderlo en una elección. Denota la fortaleza de un gobernante, su capacidad electoral, el manejo de las estructuras para promover y defender el voto, para cooptar sectores de la población, para infiltrar a la oposición, atraer a sus líderes, desmantelar su capacidad de operación política. Si se pierde el distrito Xalapa Urbano, el gobernador se reduce a nada.
Perdidos, los cinco distritos clave reflejan el deterioro del proyecto duartista, la prosperidad que nunca llegó, salvo para los Spinoso, los Deantes, las Ginas, los Duartes, las Karimes, los Audirac, que han hecho de Veracruz un botín, saqueadas las arcas, armados los negocios con cargo al erario.
Ganó el voto de los indignados, los que no dejan pasar más abuso y atraco; ganó la oposición panista, morenista o perredista gracias también a la crisis del priismo, a la greña los militantes del PRI, confrontados, trabados en sus propios conflictos, incapaces de conciliar e incluso resentidos porque diciéndose dueños de la franquicia política, Javier Duarte no supo cómo desplazar y matizar. O sea, los echó y los escupió.
Todo se da en Javier Duarte, menos la seriedad. Acudió a votar con afanes provocadores. Vestía el gobernador de Veracruz, la mañana del 7 de junio, una chamarra blanca, en los brazos y cuello la estampa tricolor. No era la de la bandera nacional, ni los colores del PRI, sino los que distinguen a la Selección Mexicana de Futbol. Eso es no pensar.
Aporreado en las redes sociales, insultado, lo menos que se expresó ahí fue que el gobernador Javier Duarte es un personaje tramposo.
Desbordaba optimismo. Sonreía. Y horas después, cuando ya se sabía el tamaño de la debacle, Javier Duarte asumía el tono conciliatorio, la lección de la democracia en sus labios, el sentido de la reflexión, lo que se hizo bien y lo que hay que corregir, un llamado de atención a los partidos políticos porque al que hay que vencer es al abstencionismo.
Javier Duarte sabe que no ganó el PRI. Así tenga 16 distritos bajo su control, así regresen al escenario los fidelistas, Erick Lagos, Alberto Silva, Jorge Carvallo, Tarek Abdalá, María del Carmen Pinete, Fidel Kuri, hay cinco distritos clave que no son del PRI.
Falló ahí la operación política, la audacia para incrementar la intención de voto, la habilidad para conciliar entre priístas, cirugía mayor para restañar heridas, capacidad para menguar la fuerza de la oposición o la rudeza para someter a las fuerzas priístas en rebeldía.
Javier Duarte fue derrotado en Xalapa, Veracruz, Boca del Río, Coatzacoalcos y Poza Rica. Lo venció la oposición. También lo derrotó el desaseo con que armó candidaturas.
Reciclar cartuchos quemados trae broncas y conflictos.
Elizabeth Morales García no se llevó el palacio municipal de Xalapa porque no lo pudo cargar, pero por intención no paró. Goza de espíritu inmobiliario; de ahí que coleccione casas y mansiones. Usó la nómina para darle chamba a las chicas de su harem. Y así la hizo candidata el PRI.
Es el caso de Carolina Gudiño Corro, impuesta como alcaldesa de Veracruz, de pésimo historial, improvisada como presidenta del Congreso estatal, sin talento, o sí, buena para los negocios con el erario.
Otra reina de belleza, egresada del Carnaval de Veracruz, inventada como política. Ella es Anilú Ingram. Lupis con trabajo pronuncia un buenos días y ya la querían que condujera las sesiones de la Legislatura estatal. Un desastre fenomenal, de risa, de antología circense. Y de ahí a candidatura a diputada federal. Qué importa si firmó ante notario que no dejaría de ser diputada local. La mentira también se goza. Y burla al pueblo no tiene comparación.
Perdió Rafael García Bringas en Coatzacoalcos. Lo acabó Morena, pero sobre todo Marcelo Montiel, acérrimo rival, que no operó en campaña, presente sólo el día de la elección para dar línea en contra, voto de castigo. Y se gestó la derrota.
Sólo Javier Duarte puede creer que ganó. Lo cantan sus corifeos. Y el iluso que se lo cree. Pudo ganar el 16 distritos, pero sin las cinco joyas de la corona, de nada vale.
Mientras, Javier Duarte simula que está feliz.




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